Rebanadora de ceros, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Ya es parte del folclore nacional que periódicamente Maduro, la revolución o esta melcocha endiablada que subsume al gobierno, el Estado y la secta obnubilada por el poder, apele a su motosierra monetaria y le rebane varios ceros a los despojos del bolívar, del mismo bolívar que ellos decretaron fuerte, «para una economía fuerte y un país fuerte» (carcajadas).
Se cuenta que lo atroz, lo más atroz de la Hidra de Lerna, era que «por cada cabeza cortada, dos le brotaban en el mismo lugar». Más o menos por allí anda la particular hidra, vástago concebido por las políticas de Chávez y Maduro, a la que cero que le quitan cero que reaparece más redondito e inflacionariamente demoledor que nunca.
La cuenta va por 14 redondeles que no cabrían en un billete ni que tuviera forma de serpentina.
Guardan ambas hidras semejanzas y diferencias. La de Lerna tenía cabezas humanas y la del medio era eterna. Las cabezas de aquí, vista la devastación de las condiciones de vida de quienes la rodeamos y la nula capacidad de rectificación, parece que de lo humanitario están muy lejos. Y la principal de ellas, eterna no será, aunque se mantenga un tiempo pataleando en el poder, precisamente porque lo hace trastabillar la hecatombe económica que ha creado. El día de su salida llegará y cada día se acerca un poco más.
Muchas más semejanzas guardan ambas serpientes en aquello de que «su aliento envenenaba las aguas y secaba los campos» y en que «hasta cuando dormía, el aire ponzoñoso que la rodeaba podía ser la muerte de un hombre». Así pasa aquí. La hidra revolucionaria representa la muerte de miles de personas de cualquier edad, disminuidas por la desnutrición, la falta de agua potable, de medicinas o atención médica, a todo lo cual perdieron acceso por la falta de empleo o de la capacidad adquisitiva, esa que rebanaron los ceros que devoran al bolívar y que luego Maduro poda con una lenguarada y su motosierra.
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Con el bolívar pulverizado al punto que la fotocopia de un billete cuesta más que el valor nominal del original, con conos monetarios de seráfica duración chinchorrera y ya evidentemente suplantado por la moneda del «mardito» imperio (¡santa locura revolucionaria!, gritaría histérico Robin) ahora nos llevan a empellones hacia «el bolívar digital». Que está muy bien, dicen los que saben de esto, porque hacia allá se orientan bancos centrales de otras latitudes. Sí, claro, fuera de aquí se hacen normalmente muchas cosas que acá se volvieron imposibles. Pero que tengan suerte, pues está visto, como asienta el dicho popular, que el saber nada les vale.
Se afirma que al principio la moneda física y la digital convivirán un largo plazo. Pero que al final morirá, pues, el bolívar físico y allí por lo menos nos vamos a ahorrar la realera que nos cuenta imprimirlo a cada trecho devaluador.
Si la muerte de ese bolívar contribuyera a que cese la inhumana matraca uniformada y ayudara a consolidar en algún nivel su valor, algo se habría ganado. Pero parece que aquí lo que más rápido migra al dólar es la delincuencia
Pero no olvidemos que la hidra, no solamente en el campo económico, sigue allí, emponzoñando y acabando con todo lo que le rodea. Y que es deber de todos empeñarnos en salir de ella para volver a tener un bolívar, una economía y un país fuerte como el que perdimos. Unidad y no abandonar el frente interno será siempre lo imprescindible y lo primero.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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