Reconversión monetaria: gran cosota, por Sergio Arancibia
La reconversión monetaria consiste, en lo sustantivo, en quitarle tres ceros a la actual estructura monetaria. O dicho en otras palabras, lo que antes valía mil bolívares fuertes, ahora tendrá un valor de un bolívar soberano.
Esta medida ya estaba, en la práctica, en vigencia –de hecho, aun cuando no de derecho– pues la mayoría de los consumidores y de los comerciantes, enfrentados a los precios de mercado, preferían hablar de un valor de 350, en vez de decir 350 mil. O de mil, en vez de un millón. Y así. Ya todos entendían, y se ahorraban palabras que enredaban las cosas más que aclararlas.
Esta medida tiene algunas cosas buenas. Desde el punto de vista contable ayuda a que las máquinas y los hombres puedan simplificar los números que deben registrar. Trabajar con 6, 8 o 10 dígitos es una cuestión complicada desde el punto de vista de los registros contables, que muchas veces no están adaptados para trabajar con tantos dígitos. Hasta allí las cosas positivas.
Pero, desde el punto de vista monetario hay cuestiones más importantes de las cuales preocuparse. La primera y más importante es la hiperinflación. La reconversión monetaria no tiene nada que ver con una política antiinflacionaria. Más aún, pone de relieve que se carece de una política de esa naturaleza. Tiene, sin embargo, mucho que ver con la inflación que ha tenido lugar en los últimos años en el país. Hace pocos años, nació el bolívar fuerte –que a su vez equivalía a 1.000 de los bolívares sin apellido– y ahora nace el bolívar soberano –que equivale a 1.000 bolívares fuertes. Entonces, desde un nacimiento al otro ha tenido lugar una inflación de 100 mil %,– repetimos: cien mil por ciento- en el supuesto de que el bolívar fuerte haya tenido, en su momento inicial, un poder adquisitivo cercano a lo que se puede comprar hoy en día con el bolívar soberano, es decir casi nada. Téngase en cuenta que un café pequeño tiene un valor cercano a los 150 mil bolívares fuertes, dependiendo de donde lo compre, y ahora tendrá un valor de 150 bolívares soberanos.
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Se han cambiado los nombres, se ha cambiado la forma de medir los precios, pero no hay nada en esa reconversión monetaria que permita pensar que se está en presencia de una política de control de la inflación.
El segundo gran problema monetario que existe hoy en día en el país es que el valor total de todos los billetes y monedas que circulan en la economía nacional es un porcentaje muy bajo del valor de todos los bienes y servicios que se transan habitualmente. Más aun, este último valor aumenta día a día, mientras que el monto del efectivo monetario se mantiene estancado, o no crece a la misma velocidad. De allí el extraño fenómeno que se ha generado en este país de que los billetes, habiéndose convertido en un bien escaso, tienen un precio en el mercado superior su valor nominal o facial. Hay, por lo tanto, que imprimir y echar a circular una cantidad mayor de efectivo – billetes y monedas – que mantenga una proporción más adecuada con los bienes de servicios que se transan en el mercado nacional.
Y la mera reconversión monetaria no asegura que se cumpla ese propósito. Es posible que la reconversión implique en su primer momento la presencia de nuevos billetes y monedas, que tengan a su vez más valor nominal, pero la inflación, que no parece detenerse, volverá nuevamente escasos esos nuevos billetes, igual como volvió escasos los billetes que estaban nominados en bolívares fuertes.