Reconvirtiendo en bancarrota, por Juan Vicente Gómez
Ayer se cumplió un mes de la reconversión monetaria y a uno le queda la sensación de que este nuevo Bolívar Soberano vale lo mismo que el “Fuerte” anterior, es decir, muy poco, devaluándose a un ritmo aterradoramente veloz cuando no se controló el verdadero problema de fondo marcado por la hiperinflación.
Ni siquiera el irresponsable endeudamiento externo en el que sigue incurriendo el gobierno de Maduro para financiar medidas tan populistas como el nuevo salario mínimo en Bs. S. 1.980 parece que alcanzará para contener el descontento social que estadísticamente ya sabemos que creció un 20% en agosto con respecto al mes anterior.
El Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social reportó esta semana que en agosto se produjeron 894 protestas en todo el país y –quizás paradójicamente- las protestas laborales siguen encabezando esas estadísticas. La “unificación salarial” que acompañó el aumento del sueldo mínimo debe ser la principal razón para explicar esa tendencia, muchos convenios colectivos se han disuelto en la práctica y “fueron borrados” los tabuladores que premiaban meritocracia o bonificaban antigüedad.
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Otra ñapa para la discordia: las instituciones bancarias siguen sin satisfacer las demandas de dinero en efectivo de la población, las cantidades que se pagan por taquilla son insuficientes, ridículas en muchos casos, apenas Bs. S. 10 en no pocos bancos, el Bicentenario por ejemplo. Los pensionados son capítulo aparte, impera el maltrato sobre ellos, quincenalmente reciben “un chorrito” más grande en efectivo pero igual sostienen sus quejas por una razón doble: no se terminan de adaptar a los pagos electrónicos y tampoco les alcanza el monto de lo que reciben para satisfacer sus necesidades.
Los cinco ceros que le quitaron al Bolívar Fuerte sólo han servido para confundir, quizás para distraer momentáneamente a la población. La sensación de que la nueva moneda estaba mejorando el poder adquisitivo del venezolano se va tornando en ficción cuando se verifica el empobrecimiento de las personas en función de una moneda tan volátil.
El control de precios es otro elemento que sigue distorsionando la economía. Cuando el gobierno regula el precio de algún producto, los consumidores conocen la tendencia de que ese rubro desaparecerá de los anaqueles. La Sundde puede aparecer con toda la policía que quiera, llevarse presos los gerentes que deseen y eso obviamente no terminará solucionando nada. Pollo, carne y huevos son ejemplos puntuales de lo que más falta cuando se fijan precios arbitrariamente, escasez, desabastecimiento y bachaqueo son otras aristas del problema.
En la otra tendencia, cuando los productos dejan de estar regulados, el libre mercado fija incrementos de vértigo. Las acusaciones de especulación pueden o no ser ciertas pero la fluctuación de los valores es alucinante. Nos propusimos hacerle seguimiento a un bien suntuario, la cerveza retornable por cajas en una licorería de Caracas, como ejemplo, y esta fue la variación durante los primeros tres primeros miércoles de septiembre: el día 5 costaba Bs. S. 460, el día 12 costó 790 y este 19 llegó a 970 soberanos, el precio actual.
La conclusión debería saltar a la vista, la hiperinflación sigue desatada, en apenas un mes la reconversión monetaria ya se va “quedando chucuta” y más temprano que tarde la nueva familia de billetes deberá correr la suerte de su hermano “Fuerte”: inservible, sujeto seguro de una nueva devaluación