Recuerdo a Cardenal, por Fernando Rodríguez
Ernesto Cardenal, hasta su entierro fue turbulento, como su vida. Bandas fascistas de Ortega profanaron el acto de su sepelio por haber sido un enemigo implacable de la prostitución del sandinismo por parte de los dictadores actuales. Lo cual es seguro será a su favor en el mundo de las estatuas patrias y latinoamericanas mayores a donde ha entrado, seguro que con mala cara.
Es ante todo un gran poeta, pero grande de verdad. Algunos lo ponen al lado de Darío y Neruda y es muy probable que así termine por serlo. Un poeta que no solo entusiasma a los lectores entrenados sino, proeza en poesía, a la gente común y corriente. La Oración por Marilyn Monroe la ha leído medio mundo. Y algún Epigrama. Y un salmo. Y uno de sus muchos poemas eróticos, sí amorosos, los curas tienen corazón y libido.
Y algunos versos de esa cosa colosal que es el Canto Cósmico, donde caben desde las más lejanas galaxias al horror a la muerte, la “santidad” de algunos guerrilleros sandinistas de la época heroica o el panfleto y las malas palabras. Eso es pasaporte no sólo a los departamentos y escuelas de letras sino al alma anónima de los enamorados, los enguerrillados y los buscadores de dioses protectores.
Bueno de todo ello puede informarle, de primera y diestra mano, el poeta Rojas Guardia que convivió con él en Solentiname, el lugar de la utopía, y allí le dio formas a su alma grande donde caben todos los dones que el poeta le ofrecía.
Lo que motivan estas líneas, hay tantas preferibles, son unos recuerdos ya muy lejanos de encuentros con el poeta, aquí en Caracas, donde solía venir a buscar ayuda económica esencialmente de Carlos Andrés Pérez para la denodada, y a la postre victoriosa, revolución armada sandinista contra la miserable e inclemente dictadura de Somoza. (Si alguien quiere leer un testimonio de esa gesta y su debacle debe leer el hermosísimo libro “Adiós muchachos” de Sergio Ramírez).
Es que resulta que yo tenía un enorme amigo, el poeta español y costarricense Antidio Cabal, un sujeto excepcional del cual quisiera hablar alguna vez, que era algo así como el asesor mayor de Cardenal quien solía llegar a su casa caraqueña. Este lo conectó con Joaquín Marta Sosa con el cual trabó una rápida y fructífera amistad, porque ambos eran poetas y cristianos de izquierda. Lo mío fue más distante siempre, a lo mejor porque yo era un irredento marxista y ateo. Pero nos vimos no pocas veces. Lo que me quedó grabado era su inocencia política, Antidio era una especie de asesor ideológico. Zanjar una discusión porque Fidel le dijo que era así y Fidel no mentía. O, ante unos desconcertados oídos de unos socialcristianos de avanzada, amigos de Joaquín, decir que el Che Guevara era Cristo –¿un émulo? ¿metafóricamente?…– no, es Cristo que se encarna en seres como ese. Silencio abismal.
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Por ese entonces había abandonado la iglesia y abogaba por un cristianismo libérrimo. La iglesia católica es una puta dijo en una de los enormes recitales que congregaba en Caracas, ha traicionado a Cristo con las peores causas de la humanidad. En su refugio de Solentiname suprimió la confesión porque los pobres no cometen pecados, pistoladas, una infidelidad con la vecina, los que sí pecan son los adinerados que producen la pobreza y sus perros de presa que los defienden y torturan y asesinan. Era sorprendente en el poeta de sutiles poemas místicos, entre otros.
Entiendo que luego decidió volver a la iglesia, Armando Rojas también, este me explicó que no se podía prescindir de la tradición y el conglomerado humano cristiano.
Pero a Cardenal lo condenó Juan Pablo II, le impidió ejercer como sacerdote, por su participación en el gobierno sandinista. Pero como hay Papas y Papas, Francisco I le levantó la sanción en un hermoso gesto de perdón y hermandad.
Podría contar otras cosas, pero esos rasgos creo que sugieren al poeta de aquella época. Antidio Cabal volvió a Costa Rica, luego fue a su España natal, donde tuvo grandes reconocimientos como poeta, siguió viéndose y peleando con Cardenal. Una hija suya fue oficial de la policía sandinista en el poder y su exmujer la mano derecha del ministro de cultura, o sea Cardenal. Y ambos se alejaron bastante.
Antidio murió y fue una gran pena. Joaquín también se distanció, pero la última vez, no ha mucho, me contó que Cardenal le había mandado a decir que no solo guerreaba a muerte con Ortega sino que había cesado su apoyo al chavismo. JMS le contestó, a través del emisario, que lo hiciese público. No lo hizo. Bueno podría contar otras cosas pero no tengo espacio y creo que eso lo pinta en aquellos años en que tanta gente creía en que el sandinismo iba a ser una versión distinta y mejor del socialismo, entre otras cosas por él.
Pero no quiero dejar pasar esto: en su libro En Cuba hay una descripción de La Habana, oscura, sin anuncios luminosos, prácticamente sin tiendas y lugares nocturnos, la gente limitada a charlar en la puerta de sus casa o en alguna esquina. Cardenal ve allí la ciudad desalienada, bíblica, en que los hombres se encuentran más allá del dinero y el consumo, auténticos.
Un grupo anticastrista publicó el mismo texto en la página de un periódico nacional. íntegro, sin comentarios. Seguros que la gente vería allí, en la ciudad feliz del místico revolucionario, el horror y el aburrimiento total. Pocas veces se encuentra tales contrastes ideológicos.