Recuperar el espíritu de la ley para superar la crisis, por Stalin González
La Constitución Nacional es un texto fundamental para los venezolanos. En ella se consagran nuestros derechos y deberes, se establece el funcionamiento del Estado y el principio de supremacía de las leyes y la soberanía popular.
En un país que reclama soluciones frente a una crisis institucional sin precedentes, el ejercicio del poder no puede seguir a la espalda de los venezolanos, ni dejar la mínima posibilidad a un nuevo capítulo de persecución, miedo, ni represión.
La nueva Ley del Comando para la Defensa Integral de la Nación, con explicaciones poco claras, sin límites, ni controles efectivos, otorga al Ejecutivo un cheque en blanco para actuar bajo el argumento de la «defensa nacional». La defensa de soberanía está expresa en nuestra Carta Magna y no precisa de ambigüedades.
Alcanzar la paz es un objetivo de todos y cada uno de los venezolanos, está muy lejos de la militarización de autoridades civiles o comunales, y se contrapone a la centralización del poder. En su lugar, la paz es el resultado de la acción cívica, de la multiplicidad de voces, de la expresión de la soberanía popular.
La Fuerza Armada Nacional tiene un rol fundamental para el funcionamiento de nuestra República. Y ese rol está perfectamente delimitado en la Constitución: lealtad al pueblo, no al poder; defensa de la soberanía, no de un proyecto partidista; protección de la paz, no administración del miedo. Como toda institución del Estado, su función es ayudar al bienestar colectivo, pero bajo el respeto a la Constitución, con límites claros, funciones delimitadas y con vigilancia de otras instituciones.
La ley llega en un momento en el que Venezuela enfrenta una de las crisis más profundas de su historia contemporánea. En esta coyuntura, el país necesita con urgencia instituciones enfocadas en resolver problemas reales, no en ampliar estructuras de control. La FAN debe estar dedicada a lo que verdaderamente exige este momento histórico: proteger el territorio, garantizar la soberanía y atender las necesidades básicas de una población que lucha todos los días por sobrevivir.
Mientras se aprueban leyes de este tipo, las familias venezolanas viven la llegada de la Navidad con mesas vacías, salarios que no cubren ni una semana de comida y hogares fracturados por la migración. Millones de venezolanos no están pensando en doctrinas de seguridad nacional, su preocupación real está en cómo resolver el sustento, cómo pagar el transporte, cómo enfrentar la inflación y en cuándo reencontrarse con los suyos.
El Ejecutivo debería estar reactivando la economía, promoviendo empleo real, reduciendo la pobreza y garantizando servicios públicos que permitan vivir con dignidad. Esto se logra con consensos, con diálogos, no con más autoritarismo.
Necesitamos instituciones que respondan a la Constitución, Fuerzas Armadas que le sean leales al pueblo, y leyes que garanticen derechos, no que los restrinjan. La defensa de la nación no puede ser la excusa para seguir enfrentando a los venezolanos entre sí.
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Si realmente se quiere proteger la patria, el camino no es el control, sino el diálogo, el consenso, el respeto a las leyes y la reconstrucción de la confianza nacional. De lo contrario, el hambre, la miseria y la incertidumbre seguirán presentes en cada hogar del país.
Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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