Referendum, por Teodoro Petkoff
Ya se ha vuelto un lugar común (lo cual no es malo) la exigencia de «reflexión». Todos debemos reflexionar, se dice, enfatizando la universalidad de esa necesidad. Es verdad, todos debemos reflexionar, repensar nuestros pasos y tratar de contribuir a reducir a niveles tolerables la actual crispación y enguerrillamiento que caracterizan la vida del país. Pero no nos engañemos: la responsabilidad mayor en la creación de un clima de reflexión pasa por el Gobierno. Uno de los rasgos más perniciosos de la situación es el grado de polarización extrema que se vive, partido el país en dos mitades incomunicadas entre sí, que se juzgan mutuamente a través de sus prejuicios, odiándose incluso, negándose mutuamente pan y agua. Sobre estos cimientos se levanta la crisis política que nos agarrota. Toca al Gobierno, por su propio peso en la vida social, actuar en el sentido de construir credibilidad para su intención de rectificación. Es preciso desmontar, con mucha paciencia y tenacidad, el muro de reservas, incredulidad y rechazo que una mitad de la población ha levantado frente al Gobierno y sus políticas. Ese muro no nació gratuitamente. Hay un alto grado de responsabilidad en el comportamiento del propio Chávez, cuyo discurso en particular, le ha alienado tantos apoyos que en un momento tuvo.
Para que esa parte del país que hoy no se conforma con menos que con la salida de Chávez de la presidencia, pueda responder positivamente a los llamados al diálogo, tiene que oír algo más que un discurso con menos decibeles. La voluntad de diálogo y rectificación tendría que materializarse en hechos, tan consistentes como para que contribuyan a reducir los niveles de polarización guerrera. No se trata de arriar banderas sino de rectificar errores. Rectificar errores no es una muestra de debilidad sino de fortaleza y el liderazgo se debe ejercer para convencer a los talibanes propios de que no rectificar errores conduce a profundizar la debilidad. Un error no es una bandera que deba ser mantenida en alto.
Para bajarle presión a la caldera política el Gobierno debería pasearse por la posibilidad de asumir la convocatoria de un referéndum consultivo sobre la permanencia de Chávez en la presidencia. Ese instrumento de participación popular podría perfectamente ser utilizado en esta coyuntura, para que el país se pronuncie sobre ese tema capital, que está en el corazón de la crisis política actual. Puesto que no es revocatorio, sus resultados tendrían un valor meramente político, no vinculante, pero importante para medir la dimensión real de la crisis. Es un recurso constitucional, que ya está planteado, pero que recibiría un impulso decisivo para su realización si la iniciativa de su convocatoria partiese del Gobierno. Es para pensarlo.