Reflexionando sobre Glasgow, por Félix Arellano
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Ha concluido recientemente la 26 reunión de la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático (COP26), que tuvo lugar en la ciudad de Glasgow en Escocia; por lo tanto, ahora hablamos del Acuerdo de Glasgow, que está generando interesantes reflexiones y muy diversas lecturas, varias de ellas cargadas de escepticismo y desconfianza, situación inevitable, pues nos encontramos frente a un tema muy complejo y con grandes expectativas de los grupos ambientalistas.
En esta oportunidad, nuestra lectura es limitada y se concentra en aspectos políticos, resaltando avances, en particular aquellos pequeños, quizás intangibles, pero significativos para generar las condiciones que permitan avanzar en los cambios que se requieren en beneficio de nuestro ecosistema.
Veamos algunos aspectos que parecen elementales, pero son relevantes. Se ha mantenido del ritmo de las reuniones, desarrollado sistemáticamente 26 conferencias; en ese proceso, el número de gobiernos participantes no ha disminuido, la agenda se ha fortalecido y el tratamiento de los temas se ha profundizado; los compromisos siempre son mayores y más exigentes, tanto para los gobiernos, como para la sociedad en su conjunto.
Sobre aspectos técnicos cabe destacar que, en los resultados de la reunión de Glasgow encontramos avances, por ejemplo, se ha reconocido claramente los efectos del carbón como energía sucia; empero, poderosos intereses, particularmente de China e India, han impedido adoptar compromisos más categóricos. Ahora bien, no obstante, la complejidad y lentitud de la dinámica multilateral, la COP avanza en la identificación de los problemas, los factores determinantes, los obstáculos y la formulación de propuestas técnicas para la solución.
El riguroso y sistemático trabajo de la COP y toda la maquinaria técnica que ha generado de académicos, investigadores, gremios y ONG están realizando aportes desde diversos ángulos: trabajando en los diagnósticos, promoviendo propuestas, generando conciencia, formando recursos, colaborando en la aplicación de las acciones, controlando el cumplimiento de los compromisos, denunciando las irregularidades.
La COP ha estimulado la conformación de toda una red de instituciones y personas concentradas en la búsqueda de soluciones, que crece y se multiplica a escala mundial.
Otro elemento interesante tiene que ver con la capacidad creativa e innovadora que está caracterizando la negociación, particularmente, en la conformación de los incentivos para promover conductas responsables en los diversos actores involucrados en el tema: gobiernos, empresas y la sociedad; entre otros, a los fines de reducir y progresivamente eliminar la emisión de los gases de efecto invernadero o desarrollar mecanismos eficientes de absorción de tales gases.
La COP ha estimulado la incorporación de creativos mecanismos del ámbito financiero (bonos de carbono), y de innovación técnica y tecnológica como recursos fundamentales para apoyar el logro de objetivos ambiciosos y complejos, tales como: eliminar las energías contaminantes (combustibles fósiles) o evitar el incremento de la temperatura del planeta. Paralelamente, la capacidad creativa de muchos investigadores y empresas está concentrada en la generación de técnicas y tecnologías sustentables para beneficio del ecosistema.
También debemos destacar que la COP ha logrado avanzar en la progresiva incorporación de la equidad en el proceso de negociaciones. La situación de los más débiles y vulnerables frente a las consecuencias del cambio climático, ha estado presente en la agenda y en los compromisos y, no obstante, las dificultades y resistencias, se van logrando avances.
En efecto, la declaración de Glasgow desarrolla ampliamente el tema del apoyo a los países más vulnerables, particularmente en el aporte de recursos técnicos y financieros.
Desde la perspectiva de las relaciones internacionales, conviene resaltar que el tema ecológico en general y, el cambio climático en particular, están contribuyendo a la transformación de los paradigmas vigentes. El monopolio y la primacía de los Estados se van diluyendo, no desaparecen, pero resultan cada día más limitados para poder enfrentar los desafíos que conlleva el mundo global.
Casos como el efecto invernadero, el deterioro de la capa de ozono o la propagación de nuevos virus o bacterias que amenazan a la humanidad; no encuentran solución cuidando las fronteras o imponiendo restricciones nacionales. Por otra parte, los nuevos temas, en particular la ecología, confirman que la ruta para la construcción de soluciones efectivas y eficientes, conlleva desarrollar el proceso de: diálogo, negociación y cooperación, sin exclusiones.
La pandemia del covid-19 nos está demostrando que la inmunidad de rebaño exige de la atención de la humanidad en su conjunto. Las burbujas de privilegiados no resultan eficientes. La construcción de soluciones globales exige de la participación, no solo de todos los gobiernos, también de múltiples sectores que forman parte de la sociedad civil, en particular de cada uno de nosotros como seres humanos, que nos enfrentamos con la urgencia de cambios de patrones sociales, conductas de consumo y de comportamiento individual.
Otro elemento de la dinámica ecológica que incide en los cambios de las relaciones internacionales, tiene que ver con el papel de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que se posicionan como un novedoso actor, cada día más activo y necesario. Representan un medio de acción de los ciudadanos en la intrincada dinámica de la interdependencia compleja que vivimos a escala global; permiten, entre otros, articular propuestas, ejercer presión tanto interna como global, promover iniciativas, apoyar el seguimiento y cumplimiento de los compromisos.
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Entre los factores que estimulan el escepticismo frente a Glasgow destacan los dilemas entre los urgente y lo acordado y, entre lo acordado y su efectivo cumplimiento. Este último aspecto constituye un tema medular en las relaciones internacionales, que algunos estiman se puede supera con la adopción del carácter vinculante de los compromisos; es decir, el obligatorio cumplimiento de las normas, elemento importante en la dinámica del orden liberal internacional 2.0 (OLI 2.0).
Compartimos la conveniencia del OLI 2.0 para construir soluciones globales más dinámicas y eficientes; empero, debemos reconocer que la realidad se presenta contradictoria frente a la efectividad del carácter vinculante de las normas, que no garantiza el pleno cumplimiento de los acuerdos. Tampoco la existencia de sanciones, un tema sensible en la dinámica internacional, donde los Estados, muchos de ellos con una visión rígida de la soberanía, rechazan la existencia de controles, limitaciones y peor aún sanciones provenientes del contexto internacional.
Los casos de la integración económica y la Organización Mundial del Comercio (OMC) ilustran cómo las reglas vinculantes y la existencia de sanciones no resuelven plenamente la debilidad de la normativa internacional, ni garantizan el pleno cumplimiento. En esencia, nos enfrentamos con el ambiguo y manipulable concepto de la voluntad política; si los gobiernos no están dispuestos y los incentivos no resultan atractivos, el incumplimiento se impone.
Un punto de quiebre frente a la irresponsabilidad de los gobiernos lo puede representar la sociedad civil, que puede estimular el cumplimiento de la agenda ecológica desde la base, pero eso es posible en sociedades libres y democráticas.
En este sentido la ecología está estimulando la conformación de una dinámica novedosa, donde la población, que progresivamente adquiere consciencia de los problemas, desarrolla los esfuerzos para asumir los cambios de conducta que exigen las circunstancias que está enfrentando el planeta.
Pero no todo es tan sencillo y los obstáculos frente a los temas ecológicos son enormes, entre otros, los gobiernos anclados en la rígida visión de la soberanía; las corporaciones concentradas en maximizar beneficios, sin mayor interés por la sensibilidad social y ecológica; nosotros los ciudadanos como consumidores con patrones depredadores de la naturaleza y, una nueva resistencia va creciendo y penetra la política, los negacionistas quienes, por desconocimiento, convicción o intereses, rechazan las evidencias de la amenaza ecológica que estamos enfrentando, no solo por el cambio climático.
El panorama es dramático; empero, cuando observamos la creciente participación de la juventud en la gran mayoría de los países, luchando por las transformaciones en múltiples ámbitos, incluyendo la ecología; encontramos razones para tener esperanzas. Sin diferencias de ningún tipo, resulta fundamental formarnos en valores de convivencia y respeto, tanto de la dignidad humana, como del ecosistema.
Como dirían nuestros aborígenes: la madre tierra requiere ser tratada como amor y respeto; en consecuencia, los gobiernos, las empresas, los negocios, la competitividad, pero también el consumo individual; deben avanzar en la aceptación y aplicación del cambio de paradigma, por una vida ecológicamente respetuosa del sistema en su conjunto.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.