Reflexiones sobre el 28 de julio, por Gonzalo González

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El lunes pasado se cumplió un año del autogolpe que, mediante un fraude electoral contra la soberanía popular, abortó la posibilidad de una transición negociada hacía la instalación de un nuevo régimen cuya finalidad era la superación de la crisis humanitaria compleja y la apertura de un proceso de cambios dirigido a lograr que en Venezuela haya libertad, prosperidad, justicia social y seguridad.
El autogolpe ha constituido un retroceso colosal en lo político-institucional no experimentado desde 1952 y que es el llegadero lógico y esperable del proyecto chavista; solo sostenible mediante la instauración de una gobernanza dictatorial sin ambages ni afeites.
El signo fundamental del nuevo status quo es la criminalización de cualquier clase de disidencia sea de palabra o acción en lo político y social. Sus consecuencias perversas la prolongación de la destrucción del país y la consolidación de la condición de Estado fallido y forajido.
La condición no democrática del chavismo, su vocación dictatorial del ejercicio del poder, su inveterado continuismo a todo evento sustentado en la idea de que el poder una vez alcanzado es para siempre, el temor a perder privilegios e impunidad puede explicar el acto de desconocer la soberanía popular y todo lo que ha venido después.
Pero no alcanza para explicar por qué adoptaron la forma más evidente, brutal y chapucera de materializarlo que les ocasiona un daño reputacional irreparable y la profundización de su aislamiento internacional cuando disponían de otras alternativas. Nos referimos a que dejaron correr hasta el final la candidatura de Edmundo González cuando han podido inhabilitarla junto con las tarjetas que lo apoyaban días antes de las votaciones, lo cual hubiese creado un gran problema en la alianza que lo postulaba: Decidir si se encajaba el atropello o retirarse.
Si resolvían continuar estaban obligados a seleccionar una nueva candidatura que necesariamente era la de Enrique Márquez y llamar a votar por la desconocida tarjeta de Centrados. Operación político-lectoral que probablemente no iba a ser acompañada por un sector de la oposición democrática alegando que la inhabilitación era inaceptable o la desconfianza sobre Enrique Márquez por algunos de sus posicionamientos político-institucionales en el pasado reciente; ambas podían estimular que un porcentaje importante del electorado no fuese a votar.
También es probable que por el poco tiempo disponible para materializar eficazmente el endoso del apoyo al nuevo candidato y su desconocida tarjeta mucha gente hubiese votado por las tarjetas inhabilitadas ya que éstas seguían en el tarjetón resultando en una enorme cantidad de votos nulos. El oficialismo pudo haber perturbado seriamente la concurrencia de la ciudadanía a los centros de votación generando incidentes en sus alrededores o aplicando operación morrocoy.
La confluencia de un numeroso voto nulo con la abstención por desacuerdo con la candidatura de Enrique Márquez y el temor por actos de violencia e intimidación cercanos a los centros de votación pudieran haber reducido de manera significativa la ventaja lograda por las fuerzas de cambio. Es harto conocido que una ventaja pequeña puede facilitar un fraude cuando se controla el proceso electoral.
Nada de ello ocurrió. Edmundo González (EGU) continúo siendo candidato hasta el final y el endoso del apoyo popular de María Corina hacia él fue simétrico y perfecto. La jornada electoral se cumplió con normalidad, el voto por el cambio se expresó temprano y se volvió caudaloso con el discurrir del día al disiparse el temor y el miedo. Al comienzo de la tarde los exit Pol serios, nacionales y foráneos, reflejaban la victoria contundente de las fuerzas democráticas; también se fue conformando un estado de opinión irreversible en el sentido de que EGU era de largo el ganador.
La manera chapucera, evidente y torpe como el régimen dio el autogolpe puede explicarse desde dos razones.
1.Maduro y algunos de su entorno – en un rapto de Hubris- creyeran posible su victoria, aunque todos los indicios provenientes de la calle y las encuestas serias apuntaban en sentido contrario. Eso no indica la ausencia de un plan b, el autogolpe.
2.Visto el escenario real que se estaba materializando con la votación resolvieron dar el manotazo a todo evento y sin cuidar los detalles por considerar que reconocer la derrota les era más costoso en términos políticos que el autogolpe. Ese curso de acción se sustentaba en que el férreo control sobre la FAN, los cuerpos de seguridad, y los poderes nacionales del Estado no solo se conservaban, sino que podían alinearlos a favor del autogolpe, en su disposición para reprimir sin límites cualquier reacción ciudadana contraria al fraude. También calcularon que la reacción internacional no iba a ser lo suficientemente fuerte y traducible en acciones concretas en tiempo real para imponerles a un recule.
La convicción compartida en el seno de la dirección democrática de que la amplitud, contundencia y respaldo documental de los resultados electorales era suficiente para obligar al régimen a reconocer los resultados resultó fallida. La ausencia de un plan b consistente en convocar al pueblo a la calle a defender los resultados le facilitó al régimen controlar la situación después de dos días de intensa represión e imponer el statu quo imperante.
La responsabilidad histórica de que se haya perdido la oportunidad de entrar en una transición que le abriera el camino a un futuro de libertad, prosperidad, justicia social y seguridad es de quienes desconocieron la soberanía popular en aras de intereses particulares y proyectos bastardos contrarios a los intereses nacionales.
La necesidad de un cambio de régimen sigue siendo vital para el país. Los venezolanos no podemos resignarnos al estado de cosas que se nos quiere imponer por la fuerza como algo inevitable. Por lo tanto, la única alternativa es continuar luchando porque se reconozca la soberanía popular expresada el 28 de julio de 2024. Cualquier otro posicionamiento solo beneficia al continuismo.
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Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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