Reflexiones sobre la gasolina iraní, por Beltrán Vallejo
Llegó la gasolina persa. Esto por supuesto, debe ahondar las reflexiones nacionales sobre a que nivel está nuestro pobre país.
Entre esas reflexiones, el mito del bloqueo se derritió porque los buques llegaron sin ningún problema, pero la oposición democrática no le ha sacado provecho al desenmascaramiento de esa falsedad del régimen. Igualmente, es otro tema penoso que ese combustible iraní evidencie la postración de una nación con reservas petroleras gigantes, con refinerías imponentes, entre las más importantes del planeta, pero que hoy están destrozadas y saqueadas, verdadera causa de la escasez de gasolina.
Otra reflexión ubica que Irán es un país objeto de sanciones más severas que las que tiene Venezuela, debido a su alocada aspiración de desarrollar energía atómica con su correspondiente potencial bélico, pero ahora la vemos dándose el lujo de enviar gasolina procesada en su industria petrolera, que dicen ellos que también está acosada; este asunto entre estos dos países «sancionados y bloqueados» es paradójico e irónico.
Lo que hoy urge, en todo caso, es que el pueblo convierta a cada gasolinera en una trinchera de lucha mediante el desarrollo de la contraloría social. Se trata de denunciar a la delincuencia organizada que se instale en ella, ya esté con uniforme de guardia nacional o de policía, o con carnet de funcionario de alguna gobernación o alcaldía, o con atuendo de bolichico.
El propio pueblo debe hacer todo lo posible para que esa «minucia» de gasolina sea entregada de verdad a los vehículos denominados de servicios fundamentales y a las ambulancias, y también a los trabajadores del volante y a los particulares, y que eso se haga a precios accesibles al pueblo. Que no sirva esa gasolina persa para justificar, ahora sí, la dolarización «oficial» del combustible. Que no signifique la llegada de estos buques que la gasolina valga en verdad «oro» (como dicen por ahí que gracias a ese metal se compró) y sea solo para los dueños de bodegones y para la parranda de vivos potentados del régimen.
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Es necesario desnudar a la delincuencia organizada en las gasolineras, grabar los chanchullos de militares y funcionarios y organizar las protestas para golpear la naturaleza corrupta del madurismo, lo que generaría más confusión en sus propias bases sociales. Se trata de que el pueblo luche por mejorar su calidad de vida, su movilidad, su capacidad de atender la cotidianidad con su vehículo; más aún en medio de esta pandemia que obliga a cada familia protegerse ella misma, a organizarse, a preservar su salud y tratar de resistir el vendaval de crisis económica más la intensificación del colapso de servicios públicos como el de la electricidad, el gas, el agua, el internet y otras calamidades agravadas por el Covid-19.
Por ahí anda uno enarbolando la ley orgánica contra la delincuencia organizada y financiamiento al terrorismo como justificación absurda para ilegalizar a partidos políticos, siendo esto un mecanismo de cualquier dictadura, tanto las bananeras como la de nuevo cuño, como la rusa o china. Pues bien, en una de las pocas luces de ese adefesio se puede leer que hay artículos severos sobre la participación de funcionarios públicos y de elementos militares en el concierto organizado de la actividad delictiva. Considerando esa ley, en vez de perseguir políticos, que se enfrente a la mafia que hoy se está frotando las manos y pensando en los dólares a litro de gasolina. ¿Es que no nos damos cuenta de la intensa alegría de Vladimir Padrino con la llegada de esos barcos?
¡Dejemos de ser pendejos y sumisos!