Reinsertar no basta: expertos alertan que desescolarización exige cambios estructurales

Aunque el Ministerio de Educación anunció un plan para reincorporar a niños y adolescentes a las aulas, especialistas advierten que sin atacar las causas estructurales —pobreza, trabajo infantil, falta de docentes e infraestructura deteriorada— la desescolarización seguirá siendo un problema persistente en el país
En los últimos años, se ha vuelto común ver en las calles y en horario escolar a infantes ejerciendo trabajos informales porque deben aportar económicamente a sus casas para colaborar con los gastos, principalmente de alimentación. En las camionetas, en el Metro de Caracas y en las calles hay niños vendiendo dulces, haciendo un show musical, y en los semáforos limpiando parabrisas o presentando malabares en busca de alguna recompensa en efectivo, lo que se traduce en niños que no están asistiendo a escuelas o liceos.
El ministro de Educación, Héctor Rodríguez, anunció a inicios del mes de agosto un despliegue «para buscar a los niños, niñas y adolescentes que por distintas causas hayan salido del sistema educativo y facilitar las condiciones para su reinserción»; sin embargo, no especificó la cantidad exacta de infantes que están desescolarizados. Sostuvo que se conformarán equipos para el respectivo censo «comunidad por comunidad» y posterior acompañamiento.
La propuesta del Ministerio de Educación de reincorporar a niños y adolescentes que han abandonado las escuelas o que nunca han estado inscritos en ellas es calificada por el sociólogo y doctor en Educación Tulio Ramírez y por la directora de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Celsa Afonso, como positiva, pero advierten que solo tendrá resultados duraderos si también se abordan las causas estructurales que alimentan la desescolarización.
El sociólogo Ramírez enfatiza que «todo niño en edad escolar debe estar en un aula de clases» y dice que la iniciativa es «loable», pero subraya que únicamente no basta con inscribir a los estudiantes. «El problema es cómo se mantiene ese muchacho en la escuela. Mientras no se solucionen las causas estructurales que han provocado el abandono, ese abandono va a repetirse».
A su juicio, la clave pasa por garantizar una economía estable y salarios dignos para que las familias puedan sostener la educación de sus hijos sin que deban incorporarse tempranamente al mercado laboral.
En esa misma línea, la profesora Celsa Afonso, coincide en que un plan de reescolarización «es viable» pero dice que requiere de un abordaje integral. «Se necesita una coordinación interinstitucional (Ministerio de Educación, consejos comunales, ONG, sociedad civil) y un censo que identifique a los niños y adolescentes en situación de desescolarización, no solo en su domicilio, sino también en los espacios de trabajo informal», explica.
Además, suma que debe ofrecerse un Programa de Alimentación Escolar (PAE) robusto, flexibilidad de horarios para los estudiantes que deben trabajar, incentivos como becas, útiles, acompañamiento psicosocial y fortalecimiento de la planta docente con salarios dignos y formación continua.
Ambos expertos coinciden en que atacar la desescolarización no puede limitarse a una campaña de búsqueda y registro, sino que debe ser una política sostenida que articule Estado, sociedad civil y familias. Únicamente así —resaltan— será posible garantizar que los niños y adolescentes no solo regresen a las aulas, sino que permanezcan en ellas y culminen sus estudios.
«Si el estudiante no ve la utilidad de ir a la escuela porque el currículo no es relevante, no tiene un profesor que lo inspire, y el entorno es precario, pierde la motivación. La desmotivación y deserción es un síntoma de un sistema en crisis», sostiene la especialista Afonso.
Millones desescolarizados, pero sin cifras oficiales
«No se conocen cifras oficiales, más allá de algunas que algún funcionario dé en una rueda de prensa porque el Ministerio de Educación no presenta memoria y cuenta desde el año 2015. Hay mucha opacidad en el manejo de la cifra», explica el sociólogo y añade «lo más cercano, que no es oficial, es la cifra de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) que para el año 2024 reveló que había un déficit de casi tres millones de estudiantes con edad escolar que no están en las aulas».
La directora de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) precisa que la población escolar estimada del país es de unos 10 millones 400 mil; «en este país estamos quedando unos 28 millones de venezolanos y la población que está en edad escolar, que debería estar yendo a la escuela, es más de un tercio. Casi la mitad del país está en edad de ir a la escuela, de cada 10 niños, siete están yendo a la escuela«, asegura.
Tomando como base los datos de Encovi del año pasado, Afonso indica que «14% de la población en edad escolar no asiste a clases, mientras que la tasa de escolarización ronda 73%».

Infraestructura de instituciones públicas necesita mejoras
Pese a que el ministro no suelta los datos completos, en enero de este año indicó que la cifra de estudiantes había crecido con respecto a inicios del año escolar 2024-2025. Detalló que la cantidad de estudiantes había aumentado en 400.532, para un total de 5.971.474 niños inscritos, e insistió en que la meta es alcanzar siete millones de estudiantes; es decir, que la cifra de escolares rezagados, de acuerdo con sus cálculos, en ese momento era de unos 1.028.526, casi dos millones menos que los reportados por Encovi.
La Encuesta de Condiciones de Vida advirtió el año pasado que «la variación en el volumen de población escolarizada durante el último período académico sigue siendo modesta. La cobertura total no ha conseguido remontar a los niveles alcanzados antes de la pandemia».
Si la meta del Ministerio de Educación es que siete millones de niños y adolescentes estén escolarizados para el nuevo año escolar 2025-2026 y Encovi indica que en el país hay poco más de 10 millones de personas en edad estudiantil, la diferencia entre ambos es de unos tres millones de infantes que, de acuerdo con los datos de la UCAB, seguirán fuera del sistema.
Afonso alerta que no es solo el problema de acceso a la educación, sino que el país atraviesa «una crisis de calidad» y expone que un estudio reciente del Centro de Investigaciones Populares Alejandro Moreno muestra que:
- 2,8 de los niños y adolescentes en el país son analfabetos.
- 3 de cada 10 estudiantes no saben leer, escribir ni realizar operaciones matemáticas básicas.
«Estos datos confirman que el problema no es solo que los niños no van a la escuela, sino que, cuando lo hacen, no siempre están adquiriendo las competencias necesarias para su futuro», agrega.
Radiografía de la desescolarización
Las causas de desescolarización varían dependiendo del ente que las ofrezca, la versión del Ministerio de Educación se limita a exponer «que la mayoría de estos casos responde a migrantes que retornaron al país, así como a niños y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad».
Los profesores Celsa Afonso y Tulio Ramírez coinciden en que las causas del abandono de las aulas escolares son múltiples y explican que no pueden verse de forma aislada. Coinciden con el ministro Héctor Rodríguez en el aspecto de la migración, que ha llevado a millones de familias a buscar mejores oportunidades en el exterior, pero suman otra combinación de problemas estructurales del país.
Ambos especialistas comentan los obstáculos socioeconómicos y el empobrecimiento de las familias, «que obliga a jóvenes a incorporarse al mercado laboral informal para contribuir al sustento del hogar», dice la directora de la Escuela de Educación de la UCAB. El bajo valor que algunas familias y comunidades dan a la educación y la desmotivación de los estudiantes, «el valor de la educación como mecanismo de movilidad social que siempre estuvo presente en los venezolanos, hoy en día pareciera que no es incentivo, sobre todo para los adolescentes, los cuales no ven en una carrera universitaria la llave para salir de la pobreza», asegura el sociólogo.
Además, hay una combinación de problemas estructurales del sistema educativo que llevan a la desescolarización, entre ellos: falta de docentes, infraestructura deteriorada, reducción de horas de clase, deserción de docentes ante la precariedad de los salarios, lo irregular del Programa de Alimentación Escolar (PAE), un currículo desactualizado, falta de acceso a transporte, costo de los útiles escolares y de los alimentos.
Celsa Afonso explica que factores como trabajo infantil, desmotivación, deterioro de la infraestructura y la ausencia de docentes inciden directamente en la desescolarización, asevera que están intrínsecamente conectados y se refuerzan mutuamente. «El trabajo infantil desplaza a la escuela y la desescolarización perpetúa el ciclo de pobreza», subraya.
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Cómo medir el éxito
El éxito de un plan de reescolarización no puede medirse únicamente en la cantidad de estudiantes que regresan a las aulas. Para Tulio Ramírez, «no basta con reincorporar al estudiante a la escuela. Eso es importante, pero no es suficiente. Hay que monitorear, hacer seguimiento para ver si es un plan sustentable en el tiempo». Subraya que el verdadero indicador será la permanencia de esos niños y adolescentes en el sistema, algo que, dice, difícilmente podrá garantizarse mientras persistan las causas estructurales que los llevaron a abandonarlo.
Por su parte, Celsa Afonso coincide en la necesidad de ir más allá de la matrícula y propone un abanico de indicadores: porcentaje de asistencia, tasa de retención al final del año escolar, rendimiento académico y logro de competencias básicas. También plantea medir la percepción de los maestros sobre sus condiciones de trabajo y bienestar, así como la calidad de la infraestructura, del Programa de Alimentación Escolar y de los programas de nivelación.
Ambos especialistas resaltan que el monitoreo debe centrarse no solo en que los niños vuelvan a la escuela, sino en garantizar que encuentren un entorno que los motive a permanecer y les permita desarrollarse plenamente.
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