Rendición de cuentas
Mientras escribo estas líneas está en ebullición el escándalo de la semana. Me precipito al hacer reflexiones porque aún no cuento con toda la información (Antonio Ledezma apenas comienza a pronunciarse, por lo que auguro que la próxima semana habrá mucho centimetraje a su alrededor), pero mi urgencia tiene intención didáctica y esa es la disculpa que ofrezco.
La primera reflexión tiene que ver con esperar un salvador y con los mecanismos psicológicos de defensa. Muchas voces relevantes han coincidido en pedir que no se albergue la esperanza de un mesías en la política. La población parece haberlo entendido. ¿O sólo ha entendido que no es bien visto que admita que espera un redentor?
Me parece que muchos han aplicado el mecanismo de represión porque no quieren ser mal vistos y, luego, el de desplazamiento: No, no quieren un salvador sino un político impoluto, “digno”, irreprochable en su conducta y entorno, que quiera más al país que al poder y que no sólo sea incorruptible sino que también lo parezca… lo que no viene siendo sino aspirar a que tenga las características de un mesías.
La segunda reflexión es sobre la dificultad para acordar los límites de la moral y los de la ética y, por lo tanto, lo difícil que resulta enmarcar la “superioridad moral” devenida en acusación eficaz para acallar a quienes no tienen muchas herramientas para discutirla.
En lo personal me acojo al estilo de vida republicano; dejo de lado las consideraciones religiosas que están atadas a la moral y me centro en principios éticos que nos tocan a todos sin importar la profesión de fe: conducirse de acuerdo a la ley y a lo que promueva el cumplimiento de la ley.
Aplicándolo a la realidad, si usted viviera sometido al escrutinio de todos -es decir, si viviera una vida pública como la de los políticos- vería que algún miembro de su familia resulta difícil de justificar ante la implacable opinión pública y seguramente lo mantendría al margen para evitar el bochorno y el daño a su reputación.
Quizás usted prefiera cortar la relación de tajo pero también podría aplicar un código ético que le permitiera disfrutar de afectuosos abrazos y solidaridad familiar siempre que el pariente en cuestión permaneciera alejado de su vida pública a fin de no perturbar su buen nombre.
Supongo que creerá que sólo un orate podría decir que el familiar de un asesino también debe ser considerado asesino, por lo tanto sólo los desquiciados intentarían extender la responsabilidad por corrupción de su pariente a usted, que ahora tiene vida pública. El problema es que hay muchos desquiciados.
La verdad es que todos hemos sabido de familias en las que la existencia de un delincuente no impide que florezcan individuos valiosos para sí mismos y para la sociedad. Defiendo emocionada la dignidad de esas flores de loto. Admiro la capacidad de tener una vida recta en un entorno torcido y reclamo, para todos, el derecho de ser respetados y valorados por la conducta propia y no por la de la parentela.
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Por cierto, esto vale también en sentido inverso, ¿a cuántos familiares de héroes y mártires de la democracia hemos trasladado indebidamente merecimientos para terminar por darle poder a auténticos criminales?
En resumen, el nombre de Antonio Ledezma no debe resultar manchado porque su yerno haya sido señalado por estar presuntamente involucrado en una gigantesca, grotesca y criminal red de corrupción contra el patrimonio nacional que además ha implicado, en algún grado, hambre y enfermedad para cada uno de los venezolanos que en nuestra tierra vivimos. Ledezma es inocente de eso y no debe molestársele por ese motivo.
De lo que, como ciudadanos, tenemos derecho a exigirle explicaciones no es de los actos de su yerno sino de los suyos propios. Un derecho que nos da su pública aspiración a gobernarnos.
Ahora, separada la paja del trigo, pretendo que Antonio Ledezma aclare si es cierto o no, como se ha denunciado en La Tabla, que en enero de 2017 su yerno y su hija trataron con el eurodiputado socialcristiano portugués José Inácio Faria asuntos que le atañen. Igual diga si es verdad o no que en agosto de 2017 la misma pareja se reunió con el presidente argentino Mauricio Macri para pedir apoyo a su acción política.
Es fundamental que aclare si esos familiares fueron intermediarios suyos, en caso contrario debe explicar a qué se deben las relaciones de tan alto nivel de esa pareja que no se dedica a la política públicamente. Y si fueron intermediarios, también está en la obligación ética de decirnos qué clase de apoyos pidieron y obtuvieron.
Esto es lo único que exijo que explique Ledezma en ejercicio de mi derecho ciudadano y cumpliendo con mi deber de contribuir a la claridad de mis compatriotas. Si Ledezma no explica puntualmente estos asuntos, todos tendremos derecho a suponer que otorgó representación política a un hombre que ahora tiene que rendir cuentas ante la justicia dejándolo en entredicho. Parece que no se entiende que fue eso lo que puso éticamente a Ledezma en situación de rendirlas a la nación ¡y debió hacerlo de inmediato, antes de que nadie se las pidiera!