Rendimientos decrecientes…, por Bernardino Herrera León
Es una de las pocas leyes de la ciencia social, se trata de una ley económica que refiere la caída de la productividad y de los beneficios mientras que los costos suben o se mantienen constantes. Para efecto de este artículo, esta ley se aplica al colosal aparato de la propaganda chavista, cada vez más costoso y cada vez más inútil.
En efecto, una docena de costosos canales de televisión, unas setecientas emisoras de radio entre AM, FM y comunales, diversos periódicos impresos, miles de portales en Internet, incontables murales, gigantografías, cientos de vallas, millones de afiches, franelas, gorras, efemérides oficiales, cultos necrofílicos como “Cuartel de la Montaña” y enésimos formatos… Todo este conglomerado de medios y recursos publicitarios que reúne al formidable aparato de propaganda chavista resulta, ahora, totalmente ineficiente para convencer hasta al más creyente de los seguidores del fallecido caudillo. La fe en la “revolución” comienza desteñirse con el hambre, la decepción y la desesperación.
Los venezolanos no tenemos la más mínima idea de cuánto ha costado estos 19 años de despilfarro propagandístico. Para el modesto investigador que esto escribe, esa cifra puede oscilar entre el 2% y 4% del PIB anual. Posiblemente, me quede muy corto, pero se trata de una cantidad inimaginablemente grosera. Todo ese dinero para nada, salvo para justificar el desastre que ahora asoma con toda crudeza y para mantenerse en el poder.
Para que la propaganda ideológica sea efectiva requiere que la realidad de su contexto premie parcialmente sus argumentos. Necesita medias mentiras o medias verdades. El mismo efecto de quien juega lotería y le anima que algún vecino la haya ganado. El fraude de la Gran Misión Vivienda requería viviendas visibles en las principales ciudades, que hacían de sus vitrinas. Se construyeron y entregaron muchas viviendas, sí, pero la cantidad que el régimen afirma haber entregado no parece creíble. Seguramente no lo es. Para parafrasear al poeta Sabina, en propaganda, ni cuando se miente, se dice la verdad. A simple vista, esos números oficiales no cuadran, pues, el frenético ritmo de construcción del programa de los últimos años del caudillo ha mermado considerablemente, aunque siga siendo carnada para seguir comprando crédulos.
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El objetivo último de la propaganda es sustituir la realidad por una ficción. Pero, debe ser una ficción creíble, como se describe en párrafo anterior. Y esta condición ha dejado de cumplirse en Venezuela. La realidad le ha estallado en extremo al régimen chavista, dejando obsoleto su aparato de propaganda.
Ya no pueden seguir evadiendo la realidad cínicamente. Ya no es efectivo el llamado a regresar a la naturaleza. A cultivar huertos en la casa. A la auto-fabricación artesanal de zapatos y vestidos con reciclaje de la basura. Todos esos mitos del socialismo y la contra-cultura progresista son aplastados por el hambre implacable y por la reducción de la vida individual a un severo esfuerzo diario por sobrevivir.
La vida necesita esperanza y fe en un futuro mejor. Es lo que ofrece la propaganda del socialismo, una redención social en algún punto de un lejano futuro, que nunca llega. Para alimentar esa fe, se requieren muestras gratis en el presente. Justo lo que se le ha agotado al proyecto socialista del chavismo, que cada vez se percibe como decadente. La ilusión es muy cara
Esta situación obliga al chavismo a reinventarse su propaganda. Insistir en la conspiración, por ejemplo, como la “guerra económica”, la inminente invasión extranjera, el acecho de enésimos planes de magnicidios. El problema es que se le agotan los villanos. La oposición al chavismo está tan desprestigiada, que ni siquiera inspira una débil teoría conspirativa. Es una paradoja. El éxito propagandístico de estigmatizar a la dirigencia opositora se devuelve en forma negativa, provocando un vacío. Se les fue la mano. El chavismo debe ahora resucitar a la oposición. Los caudillos chavistas no pueden existir sin hablar mal de la “oposición”. La ideología totalitaria necesita el villano necesario de la eterna lucha del bien contra el mal.
Algunos caudillos medios del PSUV, como el policía Fredy Bernal o el ideólogo Julio Escalona, entre muchos otros, han reconocido que algo está ocurriendo. Y que eso malo que ocurre es de su entera responsabilidad. Se trata de un giro riesgoso hacia la realidad. Tan riesgoso como seguir “haciéndose los locos” con esta tragedia humana. Hay que hacer algo y pronto, piensan algunos.
En el escenario del congreso que el PSUV celebra ahora, muchos caudillos chavistas desean deshacerse de Maduro. Eso es fácil, para eso está la todo poderosa ANC. Que lo quieran, no cabe duda. Se cuela por todas partes. Haber “ganado” recientemente la elección presidencial no parece ser suficiente. El chavismo necesita una nueva figura que revitalice el proyecto, que ofrezca frescura y un viso de credibilidad a la propaganda.
El gran problema es que esa figura no existe. Además de prontuario delictivo, los dirigentes chavistas compiten en el torneo de los más impopulares y repudiados personajes públicos. Maduro incluido, por supuesto. Sus grotescos bailes contrastan con el sufrimiento de los más pobres.
Bailar no es casual, es parte de la propaganda. Pero, como afirmé al comienzo, toda esa estrategia se agota y acusa rendimientos decrecientes. Se les fue la mano con el cinismo, la burla
El chavismo está condenado a padecer a Maduro, que aún no termina su primer período presidencial y que se apresta a comenzar un segundo de seis largos años, en enero de 2019. Como las telenovelas, la propaganda chavista ha recurrido a todo, sin poder evitar su decadencia. Es cada vez más costosa, más escandalosa, más mentirosa, más cínica. Pero también, más inútil para perfumar el desastre.
No sabemos si el régimen chavista correrá con la suerte de los “paraísos socialistas” de Europa, que cayeron por sí mismos. O como el régimen cubano, si se mantendrá en el tiempo, apoyado por su formidable maquinaria militar, también costosa y de mejor desempeño en genocidios y en represión. Temo y lamento pensar que ocurrirá esto último.