Renovación urbana, por Marco Negrón
No hay dudas en cuanto a que las ciudades son organismos vivos y por tanto sujetas a cambios constantes. El concepto de renovación urbana responde precisamente a ello, a la recurrente necesidad de adaptarlas a nuevas demandas, principalmente a las derivadas de la dinámica demográfica, los cambios en la economía y la innovación tecnológica. Como se ha dicho más de una vez, la planificación urbana ha de ser un proceso continuo en el tiempo, lo que no impide y más bien exige apoyarse en reflexiones temporalmente más espaciadas y comprehensivas (el Plan Estratégico Metropolitano) que permiten actualizar el contexto global (geopolítico, económico, tecnológico y epistemológico) en el cual se inscribe el hecho urbano concreto.
Con la aprobación en Cámara hace poco más de un mes del “Proyecto de Ordenanza del Plan Especial de la Unidad de Actuación Urbanística: Eje Norte”, que interesa toda una larga franja de las urbanizaciones Chuao, Las Mercedes y Colinas de Bello Monte, colindante con los municipios Libertador, Chacao y Sucre, el Concejo Municipal de Baruta abrió las puertas a un proceso de renovación urbana de gran importancia para la ciudad (y desde luego para sus propios vecinos) que afecta uno de sus principales ejes longitudinales
Aunque en diciembre el Gobierno Metropolitano fue suprimido de un plumazo por la ilegítima ANC, no se entiende que la propuesta ignore los lineamientos del Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020 en cuya formulación y discusión estuvieron involucrados de distintas formas concejales y funcionarios del municipio e incluso el propio Alcalde: vuelve a proponerse una intervención de gran envergadura como si el resto de la ciudad no existiese.
Se sabe, además, que los cambios generan resistencia y la experiencia caraqueña es aleccionadora al respecto: es muy improbable que un proyecto de renovación urbana culmine exitosamente si no ha sido precedido por un serio proceso de discusión con los interesados. Y con esto no se quiere decir que se trata de plegarse incondicionalmente a estos, lo que por cierto es virtualmente imposible dadas las diferencias de intereses entre ellos. Pero sí es indispensable un acercamiento que, por un lado, permita evaluar sus necesidades, aspiraciones y posibilidades y, por otro, explicar claramente el motivo de esa operación, qué beneficios aportará a los interesados y cuáles son los instrumentos que garantizarán su éxito. En el caso que nos ocupa ello no ha ocurrido y tampoco puede ser sustituido por el período de consulta que la ley estipula entre la promulgación del instrumento y su aprobación por la Cámara Municipal.
Como hasta la fecha no ha sido posible acceder a los planos, surgen otras dudas que sólo podrán ser despejadas una vez se disponga de esa información. Por ejemplo, sobre la mayor parte del eje se propone mezcla de usos (vivienda, oficinas y comercio); como de la Ordenanza no se entiende en qué proporción ellos se combinarán, surge el temor de que dicha mezcla no se produzca y termine prevaleciendo el uso de oficinas como está ocurriendo en el caso de Las Mercedes, una de las urbanizaciones explícitamente incluidas en la Ordenanza. Además de la expulsión de la población residente, ello conduciría a la aberración de promover la creación de un sector de la ciudad que muere al anochecer (caso de El Rosal y, en proceso, de Las Mercedes). Pero en el caso del uso residencial, el cálculo de la densidad con base en el número de dormitorios por hectárea arroja densidades de población muy elevadas.
Puede parecer banal, pero es inaceptable que en su primer párrafo se señale que el territorio afectado por dicha Ordenanza es el correspondiente “al Casco de Baruta y a las urbanizaciones La Trinidad y Sorocaima”: seguramente un error atribuible a la técnica de “corta y pega”, pero igualmente inaceptable.
Se volverá sobre el tema porque queda mucho por decir.