Reparaciones, por Aglaya Kinzbruner

Twitter: @kinzbruner
El recientemente ungido y coronado Rey Carlos III tiene un capital personal de más o menos unos 19.000 millones de libras esterlinas. Además una lista de propiedades que incluye 7 palacios, 10 castillos, 12 casas, 56 casas de vacaciones, 14 ruinas antiguas (sin contar la Reina Camilla) y propiedades en el extranjero de las cuales dos se encuentran en Roma.
Nos dirán, ¿qué tiene de extraño que un rey sea rico? Lo tiene y mucho si la fuente de tanto dinero se basa en un pasado oscuro y poco conocido. Quien se ha esforzado en encontrar las pruebas de los vínculos de la corona británica con la trata de esclavos desde los tiempos de Isabel I es una historiadora y profesora norteamericana, la Dra. Brooke Newman, PhD, profesora asociada de Historia en la Virginia Commonwealth University. Se encuentra escribiendo un libro The Queen’s Silence (El Silencio de la Reina) en el que expone la política de silencio sobre este tema desde Isabel I hasta Isabel II con el fin de que esta piedrita en el zapato desaparezca.
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La piedrita resultó ser un papel del 1689 que muestra las acciones que le correspondían a Guillermo III en la Royal African Company que capturó esclavos y transportó a miles de africanos. Fueron seis años de gran esfuerzo para la Dra. Newman, sobre todo porque todos los folios de los registros estaban escritos a mano. El documento se encontraba en el libro de transferencias de acciones de la compañía. Estaba firmado por Edward Colson, comerciante, esclavista cuya estatua fue arrojada al río en Bristol y luego recuperada y expuesta en un museo.
Sin duda, esa fue la primera paradoja, la segunda que siendo esclavista se le consideraba un gran filántropo y la tercera, que una vez se declaró en Gran Bretaña la abolición de la esclavitud en 1833 se compensaron 46.000 esclavistas con unos 20 millones de libras esterlina para cubrir el impacto de la pérdida de mano de obra. Ninguna compensación para los libertos. Paradoja número cuatro.
Es de notar que aunque universidades británicas e instituciones financieras basadas en Londres hayan reconocido públicamente la trata de esclavos transatlántica y estén pensando acerca de la posibilidad de estudiar alguna forma de reparación hacia las poblaciones esclavizadas, la monarquía se ha mantenido callada. La que habla es la Dra. Newman a través de un artículo publicado en Slate, una revista cultural on-line.
La trata de esclavos británica se inició en tiempos de Isabel I con su apoyo entusiasta a las expediciones esclavistas de John Hawkins. Estas se financiaron con dinero de la reina y de algunos mercaderes y se dirigieron hacia la costa Oeste de África robándole centenares de esclavos a barcos portugueses. Estos fueron vendidos luego en el Caribe español. Una de las motivaciones de la reina fue construirse una fortuna propia para no depender tanto del Parlamento inglés. Después del segundo viaje de Hawkins, la reina quedó tan contenta que honró a Hawkins con un regalo especial, un escudo de armas y un blasón evidenciando ¡un africano desnudo atado con un mecate! Hay una palabra del habla popular venezolana que define adecuadamente este tipo de conducta. ¡Guácala!
Cuando el sufrimiento es mucho, la memoria es larga. No es de extrañar el frío recibimiento que recibieron los Príncipes de Gales, William y Kate cuando visitaron a Jamaica, la corona de las colonias de la realeza en el Caribe, en el 2022. Y es que Jamaica piensa pedir reparaciones por los más de 600.000 esclavos africanos arrancados cruelmente de sus países y sus familias ¡hace unos 400 años!
Y aquí nos preguntamos ¿y nosotros qué? ¿Pediremos reparaciones por tanta finca productiva expropiada? ¿Siete millones de refugiados? ¿Los nuevos pobres que somos todos? ¿O pediremos como Shylock nuestra libra de carne?
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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