Réquiem para Trino Mora
Se fue Trino Mora, con su tremenda voz y dejando una discografía interesante y no tan bien valorada como debería. Su historia es la del impulso del primer rock en Caracas, el que comenzó a hacerse en plazas y pequeños salones ante el descrédito de quienes ni entendían de qué iba.
Su carrera musical comenzó por el impacto de Elvis Presley, a quien quería imitar, a quien tomó como faro. Su historia es la de un cambio generacional, en la que asumió su propio rol en el impulso de una nueva estética, la del rock, en Caracas donde apenas un puñado se animaba. Después de todo, en Venezuela las primeras expresiones de ese movimiento se dieron en Maracaibo.
En la capital, Trino Mora fundó Los Duendes, con la que participó en El Club del Clan, y participó del concurso la Voz Juvenil enfundado en un traje de terciopelo rojo. Inició así una carrera que lo llevó a publicar 21 discos de larga duración, en una época cuando hacer álbumes era un privilegio de pocos. El primero fue El sol no brillará nunca más (1967) donde ya mostraba sus ganas de fusionar ritmos, por ejemplo con la pieza «Lo que me gusta a mi», escrita por él mismo. Allí se escuchaba ya un interés por explorar….
Luego en 1968 vino el LP Trino Mora, el que ya lo presentó como un icono pop en toda regla. Cuando lanzó Hombre formal en 1972 decidió ponerse los pantalones largos. Ya no era la «voz juvenil» sino un cantante en toda regla que presentaba dos de sus éxitos más emblemáticos, «Sé tú mismo» y «Libera tu mente». Esas canciones le dieron voz a un llamado de rebeldía generacional, un cambio de época definitivo.
Explorar la discografía de Trino Mora es un viaje de estilos. Exploró el rock, claro, pero también el blues y el soul. Más allá jugueteó con el reggae, con la música funk y los ritmos de la movida disco. Y no dejó de buscar el santo grial del rock hecho aquí: un sonido que lo haga propio, que lo haga «sonar venezolano».
Por ejemplo con la canción «El Carite» (El rebelde, 1975), una pieza de tradicional estética oriental a la que le imprimió «ritmos modernos» y rompedores -como diría alguien de aquella época- hasta lograr una pieza con arreglos psicodélicos a partir del reggae. El atrevimiento hizo que en Margarita le cerraran más de una puerta. Siempre ha habido puristas.
En estas líneas también destacamos la versión que hizo de «Nocturnal», una pieza famosísima en su interpretación por el gigante mexicano Pedro Infante y que en Venezuela fue clave para el repertorio de Alfredo Sadel. Ambos entregaron sus versiones en lo años 50. Al menos década y media más tarde, Trino Mora se aproximó a ella para darle una vuelta e incluirla en su LP titulado Kermesse (1976) -el título del disco está en alemán y la palabra significa verbena. De nuevo, los puristas pusieron el grito (desafinado) a cielo, como él mismo lo recordó en una entrevista.
No es fácil en Venezuela construir una dicografía con 21 títulos. Trino Mora lo hizo, siguiendo la inspiración que también bañó a Sandro en Argentina, a Miguel Ríos en España o José Luis Rodríguez también en Venezuela. En las siguientes décadas, la chanza ajena se apoderó de su imagen. Que si se quedó pegao en una época, que si su nariz, que si «Sé tú mismo».
Él mismo lo reconocía, y en 2016 le decía al periodista Simón Villamizar la historia detrás de su característica nariz. En esa entrevista también hacía un repaso rápido de otros epidosios más relevantes de su carrera: «Es verdad que canté con Las Supremes, y no de telonero sino como artista invitado; que compartí escenarios con Joan Manuel Serrat, con Blood, Sweat & Tears y con Donna Summer; y que fui el primer venezolano que cantó el Himno Nacional en el Yankee Stadium; pero también pasé por burdeles, botiquines, compartí camerino con transformistas, y todo eso me hizo madurar y crecer como persona».
Y mucha música quedó sin ver la luz. Composiciones y arreglos que intentó y no logró consolidar, o registrar, o publicar porque su relación con las disqueras no siempre fue fluida, en un mercado pequeño donde dos casas se disputaban (casi) toda la torta. Trino fue cantante, claro, pero también compuso, hizo arreglos para él y para otros, produjo discos y canciones propias y ajenas. Vivió la música.
Lamentablemente, y como con tantos otros de su generación, el seguimiento a sus derechos de autor, el licenciamiento de su obra y hasta la preservación de su repertorio pareciera que ha sido un desastre. En plataformas digitales como Youtube hay canciones sueltas y hasta discos completos subidos (con calidad variable) por usuarios anónimos y por canales que muestran derechos de publishing para firmas como Promus. En Spotify lo que se consigue se presenta tanto como propiedad de SG Music, Discomoda, Trino Mora Producciones, Jose Enrique Alvarez Arias, Musart-Balboa, Mundo Digital y Sonográfica, dependiendo de la entrega.
Trino Mora llegó a decir que «para poder producir canciones uno tiene que sufrir, y eso es lo que yo he hecho toda mi vida», y también que «yo siempre he sido más humano que artista, un título que creo que me queda muy grande».
Ahora que toca despedirlo, revisar su trayectoria, volver a sus canciones lo confirma como lo que es: un artista en toda regla, uno que ahora sube a un panteón. Ojalá algún día podamos tener un museo del rock hecho en Venezuela, donde Trino sea celebrado junto a tantos otros.