Rescatar la esperanza y el voto, por Alberto Lovera
Lo dijo Martin Luther King Jr. en un discurso memorable: “No nos hundamos en el valle de la desesperación. Lo digo hoy, amigos míos: aun cuando vemos delante las dificultades de hoy y mañana, todavía tengo un sueño”. Y su sueño se concretó tras vencer inmensos escollos. Un reto similar tenemos los venezolanos, rescatar la esperanza tan esquiva en estos tiempos.
Ante la indolencia del gobierno cuyo norte es perpetuarse en el poder a cualquier costo sin importarle la tragedia cotidiana que vive el pueblo venezolano sometido a enormes privaciones, es necesario rescatar la esperanza en que el cambio es posible y que una opción democrática y constitucional, aunque asediada, puede prosperar.
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Tras la constatación que el oficialismo se convirtió en minoría en el país, lo que fue evidente en las elecciones parlamentarias, la cúpula en el poder se empeñó en dinamitar la opción electoral mediante un esfuerzo continuado que sembró la desesperanza y la sospecha que nada había que buscar por esa ruta porque tenía como anularla.
Todo un tinglado fue desarrollado por la camarilla gobernante para anular la actividad de la Asamblea Nacional haciendo uso de los otros poderes sometidos a sus propósitos, aunque no lo ha logrado evitar que la AN mantenga su legitimidad como un poder otorgado por el voto popular. No se puede menospreciar lo que ha hecho y sigue haciendo la AN en medio del asedio gubernamental.
La rebelión popular que acompañó la exigencia de cambio no pudo obligar a que se sometiera al veredicto popular una consulta electoral la continuidad de un régimen rechazado por la mayoría de la población.
Una de las razones es que la dirigencia no fue capaz de transmitir a la población la necesidad de combinar la protesta callejera y ciudadana con la necesaria exigencia de una consulta electoral. Se confió en que la presión de masas era suficiente para obligar al régimen a aceptar su carácter de minoría.
Como lo señalamos en su momento, la oposición al régimen no fue capaz de caminar con los dos pies. Calle y exigencia de una salida electoral. Se apostó a una rendición incondicional del régimen sin abrirle opciones a quienes se convirtieron en minoría para una retirada viable, que sin basarse en la impunidad por su responsabilidad en los males causados, permita la justicia y el debido proceso sin retaliación ni venganza, que supone negociación, que el gobierno dinamitó.
Es cierto que la oposición cometió errores al embriagarse con el triunfo de las elecciones parlamentarias que no supo administrar con tino. Se menospreció la capacidad del régimen que a fuerza de represión y triquiñuelas judiciales para prolongar su sobrevivencia.
La derrota que recibió la oposición al no poder impedir la instalación de la ANC ha tenido como consecuencia la exacerbación de las diferentes lecturas sobre el curso de acción más conveniente para lograr el cambio político. Nos negamos a estigmatizar esas diferentes ópticas, como insensatamente hace muchos. Se puede estar de acuerdo o no, pero quienes proponen una u otra vía lo hacen de manera genuina. La mutua descalificación sólo contribuye a facilitarle al gobierno su empeño por sembrar la desesperanza. Que cada quien impulse la política que le parezca más adecuada, pero sin perder de vista quien es el verdadero adversario.
Hay que empeñarse en rescatar la esperanza del cambio y en ese esfuerzo nadie sobra. No se puede construir una fuerza para obligar a una negociación cuando se creen las condiciones para ello.
Rescatar la esperanza tiene que ir acompañada con la revitalización de la ruta electoral, entendida como una herramienta entre muchas para el rescate de la democracia en nuestro país
El gobierno ha venido dinamitando la opción electoral porque le teme. No deberíamos dejar ese campo libre. Hay que reinventarlo. Algo están diciendo quienes desde la sociedad civil y algunas organizaciones políticas han venido impulsando la participación en elecciones locales. No podemos dejarnos atrapar en una ruta en la cual se deja solo al oficialismo en los eventos electorales, lo cual facilita su tarea. Buscar condiciones de participación adecuada no puede llevarnos a dejar libre ese terreno. Habría que reconstruir la estructura de testigos en las mesas, sin la cual no es posible documentar las irregularidades y el ventajismo oficial.
Además, más allá de la incertidumbre que hay sobre la posibilidad de que nos impongan una nueva Constitución, deberíamos estar preparados para esta eventualidad. Si se llegase a presentar esa situación, hay que exigir una consulta ciudadana, que el gobierno tratará de evadir.
Los ciudadanos con lo que contamos son la organización, la movilización y el voto. Es con estos instrumentos que podremos construir una renovada fuerza de cambio con el músculo suficiente para obligar a una negociación que nos lleve al rescate de la democracia en nuestro país. La presión internacional es importante, pero no será suficiente sin un frente interno con fuerza y credibilidad.
Aunque persistan diferentes lecturas sobre las rutas más convenientes para apurar el cambio político en nuestro país, ninguna será posible si no rescatamos la esperanza y revitalizamos la ruta electoral
Para ello hay que apoyar el trabajo organizativo que se viene adelantando, acompañar la protesta de los más variados sectores y construir una fórmula política que vuelva colocar las decisiones en manos del pueblo soberano.