Resembrar, releer, renacer, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Empeñados en insuflar la vida cultural del pueblo de El Consejo, que otrora fuera magnífica en calidad, frecuencia y asistencia de público, se realizó el pasado sábado 7 de agosto, un recital poético “con aroma de chocolate” al que consideramos exitoso.
Esa recordada época dorada tiene nombre que le identifica: «el emporio cultural de Aragua». Quienes la conocimos, gozamos de ella como del aire, con naturalidad, como algo que existe sin nosotros y que siempre estará allí. Hoy en su carencia, la añoramos.
En los primeros días de agosto se celebraba, entre 1994 y 2007, el encuentro de escritores. Anualmente en estas fechas se asentaba el concurso literario que siempre tuvo por jurado escritores reconocidos. Esta coincidencia de fechas homenajeaba al poeta Pedro Buznego, epónimo de la Casa de Cultura quien nació un 2 de agosto.
La reciente velada poética tuvo una personalidad diferente, «con aroma de chocolate», llamada así porque todo el público asistente disfrutó del chocolate en variadas formas, todo efectuado en el interior de una casa sesquicentenaria de amplios corredores y altos tejados, con la perenne ambientación musical prodigada por una excelente orquesta típica. Concurrieron unas 70 personas, que es un número alto considerando la limitada capacidad de producción de la novel institución que la organizó: la Fundación Hijos y Amigos de Revenga, dando pinitos en esta área. Los miembros leyeron poemas del homenajeado Pedro Buznego mientras que otros participantes recitaron trozos escogidos de Walt Whitman, Aquiles Nazoa, Gabriela Mistral, Mario Benedetti, Andrés Eloy Blanco y de sus propias obras, en una variada y viva muestra de qué es la poesía.
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Con estas actividades a manera de yesca, intentamos dar la chispa necesaria hasta lograr reencontrarnos con la vieja pasión de las letras, que vivía a través de encuentros de escritores, concursos literarios y la actividad de grupos espontáneos con periodiquitos multigrafiados, publicaciones literarias más formales de la Casa de Cultura y el Cronista escritor Rómulo Aponte, el grupo Despágina que manejó con brillo el suplemento cultural de El Clarín (diario regional) y del grupo Senderos Literarios nacido aquí, con talleres, ejercicios y publicaciones constantes.
Actualmente la situación es completamente otra. En lo económico ya no hay abundancia y se pasa a considerar oficialmente un bien humano indispensable como son las artes a tratarlas como si fuesen lujos. Por otra parte, los impresos son cada vez menos presentes respecto a la publicación sin papel. Pero así como el invento de Gutemberg constituyó hace casi seis siglos, aliciente para más escritores y escritos, los avances de hoy en la reproducción electrónica, virtual, instantánea y prácticamente gratuita deberían ser garantía de libertad y de libre discusión de las ideas, con acceso muchísimo más amplio.
Esta posibilidad de ser escritores en las redes, establece sus bases silenciosa y firmemente. Aunque muchos vean «en redes» exclusivamente videos de saltimbanquis, hay un callado abrir de la puerta para que todos entremos a ser, en cierta medida, escritores de múltiples géneros, desde manifiestos arrolladores hasta lirismos intimistas (esperamos que con la necesaria corrección del idioma).
No queremos quedarnos fuera como país. Quedarnos inmóviles esperando un crecimiento silvestre es retroceder a velocidad descomunal. La ignorancia no es solo la lejanía a las fuentes de conocimiento, es permanecer indiferentes ante la dorada supuesta belleza de la idiotez, ante la alabanza a lo intrascendente.
La ignorancia es, actualmente, un jugoso negocio multimillonario del sin sentido, donde se valoriza altamente lo mediocre con falsas etiquetas. Muchos son los dedicados a dicha labor destructiva, de alcance mundial, de los altos desarrollos intelectuales y con el pretexto de simplificar lo que hacen es idiotizar.
Para evitar el florecimiento de nuevas ideas que pueden serles incómodas, recurren a estribillos, los nuevos eslóganes del primitivismo.
Una muestra de que nos están amputando nuestro ser espiritual lo vemos con el humor. Gran parte de las nuevas generaciones ignoran que es el humor, desconocen el sutil encanto de un chiste fino. No entienden las afirmaciones irónicas que intentan constructivamente refractar en colores diversos la realidad para mostrarnos sus lados ocultos, las perspectivas diversas. ¡Es tan difícil ver un joven riéndose de algo humorístico!, cuando se ríen es solo para burlarse. Estamos siendo tronchados intelectualmente. Estamos convirtiéndonos en minusválidos espirituales. Pero la literatura puede salvarnos.
Chocolate y poesía es una apetitosa combinación. A eso se le suma del disfrute en compañía de veladas amigables. Lentamente, con las metas claras, construimos las bases para un mejor nivel moral e intelectual.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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