Resistir, persistir y no claudicar, por Luis Ernesto Aparicio M.

¿Cuántas veces nos hemos sentido en minusvalía ante la arremetida de quienes se sienten poderosos, gracias al dominio que han ejercido sobre todos los ciudadanos que, como nosotros, aún creemos —a pesar de los tiempos que transitamos— en el verdadero valor de las libertades?
Es una pregunta que podría parecer propia de un adolescente que comienza a enfrentarse al mundo adulto. Pero lo cierto es que muchos de los que hoy ostentan el poder lo hacen porque se han valido de los mecanismos democráticos para escalar posiciones, solo para luego desmontarlos desde adentro. Llegaron aprovechando las bondades de sistemas de libertades que otros construyeron, muchas veces con un alto costo, y han terminado por convertirse en autócratas que actúan bajo el disfraz de demócratas.
La nueva figura que recorre hoy las fronteras, los medios y hasta las mentes de muchos ciudadanos, aparece como una fuerza todopoderosa contra la cual nuestras capacidades chocan constantemente. Este escenario provoca en muchos un desaliento profundo, una sensación que nos susurra que es mejor rendirse y adaptarse a esa absurda «nueva normalidad» promovida por los señores del caos, de la persecución y de la intolerancia. En esa nueva narrativa, el otro –el distinto– se convierte en el chivo expiatorio.
Los autócratas modernos perfeccionan sus estrategias manteniendo una apariencia de legitimidad. Se presentan como líderes electos, pero sus políticas responden a un claro patrón autocrático. En el fondo, actúan para perpetuarse en el poder o asegurar su sucesión dentro de sus propias familias o círculos cercanos. Aunque ya muchos hemos reconocido ese patrón, sigue siendo indispensable mantener la guardia en alto. Esto implica continuar impulsando las estrategias políticas que han dado resultados y, al mismo tiempo, ser valientes y honestos para revisar –e incluso abandonar– aquellas que no han funcionado.
Así como se profundizan las estructuras diseñadas para desmantelar las libertades, también debemos pensar con urgencia en cuáles son las opciones viables para mantener vivo el entusiasmo por la lucha democrática. En este punto, la coherencia y la cohesión son esenciales. Sin ellas, no hay estrategia que resista.
En Venezuela, por ejemplo, ha surgido una nueva división política de cara a otro evento electoral convocado por el régimen. Un régimen que insiste en mantenerse en el poder pese a que los resultados del pasado año no le fueron favorables. Paradójicamente, algunos partidos y dirigentes clave han decidido no continuar con la estrategia electoral que se ha venido construyendo –con altibajos– desde el año 2002.
Y no, no es un desatino afirmar que la vía electoral ha sido, pese a todo, una de las pocas que ha mostrado resultados tangibles. Basta con observar cómo el proceso del año pasado dejó al régimen expuesto, revelando sus mecanismos de manipulación y ventajismo. Aunque aún no haya reconocido la derrota, ese proceso logró aislarlo frente a la comunidad internacional, dejándolo sostenido por pocos aliados y tal vez con muchas noches de insomnio, temiendo que la verdad se imponga.
Por el contrario, los episodios de abstención no han logrado avances concretos. Quienes sí han aprovechado esos vacíos han sido los operadores del régimen, que han consolidado su narrativa, presentándose como beneficiarios legítimos del juego democrático.
*Lea también: La cola de la lagartija, por Simón García
Es tiempo, entonces, de sopesar con rigor los resultados de ambas estrategias. De revisar lo que funcionó y mejorarlo. O de renunciar a lo que, en el fondo, solo facilita el terreno a quienes buscan eternizarse en el poder.
Optar por la abstención, en este momento, sería regalarle al régimen el discurso que más le favorece.
Venezuela necesita una estrategia coherente, sostenida y valiente. Una que no ignore las lecciones del pasado, pero que también se atreva a evolucionar. Porque, aunque parezca que todo está perdido, la historia nos recuerda que incluso los regímenes más férreos han caído cuando los pueblos y sus dirigentes se han unido y ha actuado con determinación.
Esa es la tarea: resistir, persistir y no claudicar.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.