Resollando por la herida, por Teodoro Petkoff
Como era de esperarse, la reacción de Chacumbele ante el revés político que experimentó el 26S ha sido la habitual en él: huir hacia delante. Mientras en el PSUV se levantan múltiples voces que reclaman una discusión autocrítica, el Líder Máximo, impertérrito, las ignora y actúa, sin pensar y sin debatir con sus propios compañeros, en el sentido de radicalizar las conductas que lo han ido alejando progresivamente de su base popular. Hasta ese elemental deber de respetar a la base chavista del estado Guárico, a la hora de seleccionar el candidato a sustituir al infortunado Willian Lara, es pateado de la manera más grosera y abusiva. Chacumbele ya anunció que él y sólo él decidirá, por sí y ante sí, quién será ese candidato. En un partido donde buena parte del reclamo de las bases se orienta a cuestionar los procedimientos cogolléricos, Chacumbele no tiene otra respuesta que afirmar el hiperliderazgo, al cual alguna vez unos pocos intelectuales chavistas se atrevieron a criticar.
En lugar de revisar críticamente su propio proceder, para rectificar, acentúa los elementos que hacen ostensible la irreversible decadencia de su liderazgo. Su lenguaje retoma con mayor fuerza el tono provocador e intimidante, sin darse cuenta de que ya suena hueco y patético. Reclama armas para las inefables Milicias (¡Uy, qué susto!).
¿Cuáles Milicias? Toda esa faramalla en torno al «pueblo en armas» ha terminado en una fantasmagoría que la propia FAN se ha encargado de poner en su sitio. No sólo colocaron a la Milicia en la línea de mando del Ministerio de la Defensa sino que la mantienen reducida a las dimensiones de un «bonsái», uno de esos arbolitos japoneses enanos. Pero Chacumbele cree que todavía puede funcionarle el recurso del lenguaje de «mambrú se fue a la guerra». Pura paja, que, se puede estar seguro, se acatará pero no se cumplirá. Nadie afila cuchillo para su propia garganta.
Desde luego, en materia económica no se ve el menor indicio de rectificación. La expropiación de Agro-Isleña es un paso más en el camino de arruinar al sector productivo nacional. La lección de todas las estatizaciones fracasadas no le ha servido de nada.
Las briqueteras cerradas, en Guayana, las millones de hectáreas improductivas, la ruina de las empresas básicas, el marcado deterioro de Pdvsa: nada de eso provoca un alto en el camino para revisar lo andado. Un sector agropecuario moribundo recibe ahora esa puñalada trapera, económica y políticamente imposible de justificar y siquiera de comprender.
¿Cuál es la racionalidad que se esconde tras ese paso? Imposible de detectar, pero de concretarse puede tenerse la seguridad de que el sector agropecuario, que sobrevive a duras penas, entrará en una fase terminal.
La economía no puede reaccionar positivamente ante tal política y lo que ya está mal se pondrá peor. El Plan de Destrucción Nacional diseñado por Chacumbele avanza a velas desplegadas. Sólo que la historia no le dará el chance, como a Fidel Castro, de arrepentirse medio siglo después, todavía en el poder, de la plasta que puso. Sólo le quedan dos años para darse cuenta de que el modelo chacumbeliano del siglo XXI no le sirve ni a él mismo.