Respuesta unitaria, por Teodoro Petkoff

Chacumbele no tiene ni idea de cómo su prestigio se está arrugando en el mundo, cual piel de zapa. Todavía cree que se la está comiendo, mientras por todas partes crece la percepción de Chávez como un tiranuelo bananero.
Los desmanes dictatorialistas de su gobierno no pueden ser disimulados y cada vez se hace más cierto, respecto de Hugo Chávez, aquello que dijera Lincoln de que no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo.
Internacionalmente resulta difícil de tragar la implacable persecución a que está siendo sometido Manuel Rosales, quien fuera el candidato presidencial opositor en 2006; tampoco se entiende cómo el ex ministro de la Defensa y «Héroe de la Revolución», general Raúl Baduel, es hoy un preso político, acusado, como Rosales, de «corrupción». Los casos se parecen tanto a medidas y acusaciones similares, perpetradas contra sus opositores por diversos dictadores, que resultan familiares para quien siga la historia del continente. Pero lo que menos se entiende es la insólita designación a dedo de una «autoridad regional» que pretende anular la decisión electoral que llevó a Antonio Ledezma a la Alcaldía Metropolitana.
El hedor hitleriano que despide el nombramiento de la gauleiter para Caracas trasciende las fronteras.
Por ello luce como muy oportuno el acto unitario de partidos políticos de oposición y varios gobernadores y alcaldes de sus filas. El país estaba reclamando esa señal. La sensación de que el gobierno está actuando como río en conuco, sin que se hiciera visible una respuesta unitaria de la oposición, se hacía ya insoportable.
No es porque no haya habido respuestas, pero, en algunos casos, parecían provenir sólo de los afectados. Así, Un Nuevo Tiempo, protestando y defendiendo a su líder, Rosales; así, Antonio Ledezma, bregando, ante instancias jurisdiccionales y en la calle, por los derechos de los electores, que no sólo de los suyos.
La decisión, presentada el domingo pasado, de conformar una suerte de plataforma unitaria, con un plan de acción específico, que contempla acciones concretas en distintos frentes, debe ser saludada. Sin embargo, ya se sabe que la prueba del pastel está en comérselo. Las experiencias unitarias de la oposición casi no han ido, hasta ahora -con todo lo importantes que ellas han sido–, más allá del terreno electoral.
Pero, esta experiencia debería ser suficiente para comprender que, donde quiera que se ha producido una acción unitaria, ella ha dado frutos positivos.
Las alcaldías y gobernaciones ganadas son la prueba de ello. Pero donde quiera que las pulsiones divisionistas se han impuesto, el resultado ha sido catastrófico. Para la oposición partidista deberían estar siempre muy vivas las experiencias de Valencia, Maracay, Cumaná y del estado Bolívar.
Las victorias en esos sitios, que se escaparon por el boquete de la división, le habrían dado una mayor, e incalculable, consistencia cualitativa a la oposición.
Las derrotas fueron tan funestas como la abstención en 2005, en las elecciones parlamentarias. No olvidar estas lecciones del pasado ayudaría a darle norte franco a la propuesta de acción unitaria.