Reto inaplazable, por Teodoro Petkoff
Por paradójico que pueda lucir, esta es una hora para ratificar una estrategia democrática y electoral. Esto significa que el terreno donde debe ser enfrentado el gobierno debería ser el que tiene como puerto de llegada las elecciones de diciembre 2006. Pero esa estrategia pasa por llevar adelante el combate por la reforma del sistema electoral y la designación de un CNE confiable. El camino electoral debe ser pavimentado con la creación de condiciones para que los venezolanos recuperen la confianza en el voto. La lectura adecuada del resultado del domingo deja ver que todo el dispositivo electoral, comenzando por el CNE, se achicharró y que por tanto es imperativo darle al país un sistema que no puede ser sino consensual. Las reglas electorales de un país democrático y los organismos que las aplican no pueden ser producto de la imposición de una parte sobre otra, sino del acuerdo entre ellas. En materia de reglas electorales, gobierno y oposición deben estar de acuerdo. De lo contrario, se llega, finalmente, a los extremos del domingo pasado, cuando adversarios del gobierno y gente que se había movido en su esfera de influencia pusieron de bulto, con su pacífica inasistencia a las mesas electorales, la falta de credibilidad tanto del CNE como del sistema electoral. Esa es la gran lección de la colosal abstención habida. Mirando hacia delante, la gran tarea inmediata es la de reformar el sistema electoral. Esto debe ser prioritario tanto para los adversarios del gobierno como para éste. A ningún gobierno que se diga democrático le puede convenir un sistema electoral en entredicho. La percepción generalizada en el país, no sólo entre los opositores al gobierno sino entre mucha gente que le es o le fue afín —como lo muestra la magnitud de la abstención, que cubrió a ambos sectores de la población—, es que tanto el CNE como las reglas del juego están viciados. Apenas una quinta parte de los electores, si damos por buenas las cifras del CNE, estaría dispuesta a convalidar los actuales mecanismos comiciales. Cuatro quintas partes, de una u otra manera, desconfían de estos.
El esfuerzo por recuperar la confianza de los electores debe comenzar desde ya. Para los opositores es cuestión decisiva, estrechamente articulada con la meta electoral del año próximo. Pero, a su vez, el gobierno no debe verla como un desafío sino como una tarea a la cual no puede ser ajeno. Es de su interés, tanto como el de sus adversarios, dotar al país de instituciones electorales respetables y creíbles. De allí que sea necesario tratar de superar las ópticas derivadas de la polarización, para entender que el de la reforma electoral debería ser un terreno común para ambos bandos, donde tendrían que encontrarse, forzosamente, para superar la actual situación. Es dentro de este contexto que nos preguntamos si contribuyó algo en este sentido Alí Rodríguez ayer, al anunciar una disposición al diálogo y formular una suerte de invitación a este.
Con un CNE como el actual, o parecido a este en su composición y orientación, se hace muy cuesta arriba transitar el camino electoral. De allí que la discusión sobre el asunto sea urgente e inaplazable. Los acuerdos alcanzados anteriormente entre los partidos de oposición y el CNE constituyen, de hecho, un punto de partida.