Retomando la ruta, por Américo Martín
Twitter: @AmericoMartin
Los desencuentros entre factores principales de la oposición no dejan de ser agobiantes y desesperanzadores. El efecto es diabólico, se expande una terrible sensación de pérdida sin retorno. No obstante, obran dinámicas capaces de restablecer el equilibrio y reimpulsar el anhelo de cambio democrático.
Si oposición y gobierno acusan visible desgaste, aquella sigue siendo la tendencia del progreso y ésta la expresión en ruinas de utopías impresentables. Concentra en su mano las palancas principales del poder, cercado por la Asamblea Nacional, cuyo líder, Juan Guaidó, desempeña un interinato presidencial ampliamente reconocido por calificadas fuerzas solidarias. Por fortuna, el oficialismo no ha logrado imponer la plenitud del poder y los recursos que monopoliza, a la imparable crisis que hunde a Venezuela.
Capítulo especial viene a ser el de la Peste Negra, el covid-19, que le ha declarado la guerra a muerte a la especie humana. Sería un exabrupto cargarle la culpa de ese mal universal a Nicolás Maduro y su entorno. No lo es, en cambio sí lo es, imputarle el mal manejo y la pésima preparación para afrontarlo, como lo demuestra holgadamente, el segundo informe de la prestigiosa Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Es de esperar que no sea tan indecorosamente desdeñado por el gobierno, como sucedió con el anterior, cuyas consistentes verdades resultaron abrumadoras. Dice este segundo informe:
- El número de pruebas positivas sigue siendo insuficiente; no se aproxima al número real de personas infectadas. Los casos que reporta diariamente el gobierno continuarán sin reflejar el daño real. La propagación del virus es más rápida que el aumento de la capacidad diagnóstica. Se calcula que para inicios de septiembre se superaron ¡Los 4 mil infectados por DIA! Y si se mantiene la desatención actual llegaríamos ¡HASTA 14 MIL DIARIOS!
Semejante escándalo tiene connotaciones explosivas. Miraflores ha declarado que de todas todas las parlamentarias se producirán el 6 de diciembre. Si solo tomáramos la incidencia de la pandemia, da para dudarlo muy seriamente. La contradicción en la cúpula de Miraflores es dramática.
Obsesivamente se nos pide no salir de la casa, y no menos obsesivamente se nos presiona a entrar en la más notable dinámica de calle.
Lo más pintoresco es que tanto en punto a retornar a clases el 16 de septiembre, como a salir a votar en pleno auge de la pandemia, se incurre en un contrasentido a conciencia. Más grave aún es la insistente campaña a salir a la calle en masiva contravención de la ya aburrida exigencia de permanecer en ella contra viento y marea.
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¿A quién responsabiliza el ciudadano de causar este desbarajuste general? La encuesta FVM/UCV es clara como el agua clara, sencilla como el pan de canilla. Nada menos que 88% apunta con el dedo acusador a Nicolás Maduro. La gente votaría casi por reflejo condicionado contra los candidatos del madurismo. Razón más que natural, para que por medio del sufragio, si las condiciones de transparencia fueran medianamente creíbles, transcurra el cambio.
Observé que un bárbaro prejuicio envenenó las relaciones entre organizaciones, grupos y personalidades con el perverso daño que era de esperarse. Se impone pues restablecer el sentido común para alcanzar, si fuera factible, la necesaria unidad sin exclusiones.
No sé si habrá elecciones, habida cuenta de las muchas dificultades que las asedian. Solo sé que son la principal fortaleza de la democracia y que de abrirse una posibilidad de trabajar unidos por ellas, no debemos rechazarlas. Lo cierto es que en todas consultas de opinión prevalece la alternativa democrática.
Acabamos de presenciar en las elecciones de Belarús el mecanismo en acción de un fraude resistido por el pueblo y sostenido por la poderosa Rusia, dispuesta a conservar con uña y dientes la presa que tiene en la mano. El pueblo bielorruso borró los últimos vestigios de la popularidad que alguna vez tuvo Lukashenko, dictador con pretensiones de perpetuidad, que respondió a la aplastante mayoría decretando un fraude tan inflado como increíble, que resultó condenado unánimemente por la Unión Europea.
Pero en beneficio de la unidad venezolana, afectada por la falsa disyuntiva de votar o abstenerse, la opción de suspender o posponer las elecciones parlamentarias podría ser una obra pacífica del covid-19 y un regalo inesperado para sus declarados enemigos. Es un reto de difícil manejo por todas las partes, no obstante el rostro más ominoso de la realidad podría ser el mejor remedio casero para los púgiles y seconds del cuadrilátero.
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