Revisar el rumbo, por Simón García
Twitter: @garciasim
El crecimiento del apoyo a María Corina comunica a la oposición sensación de victoria, lo cual es bueno. Pero hay que eludir el espejismo que oculta que hasta ahora se trata de un avance que se soporta fundamentalmente en las franjas opositoras duras.
Además de la coherencia con una posición de enfrentamiento radical al régimen, hay otros elementos que suman en los progresos de la candidata. Se podrían distinguir cuatro.
Uno, es que expresa un reagrupamiento de la oposición que considera a la vía electoral como un recurso para plantearse la liquidación del régimen
Dos, un discurso de enfrentamiento al régimen que se corresponde con el profundo rechazo de la población al gobierno.
Tres, un manejo eficiente de su campaña en las redes. Cuatro, la percepción de María Corina como la cara contraria de la oposición convencional.
La euforia por el ascenso de la candidata aconseja revisar el rumbo para evitar la repetición de decisiones que evaporaron anteriores intentos de cambio. Un riesgo que permanece porque los dirigentes se negaron a examinar la causa de los fracasos y comenzaron una nueva política sin un debate que permitiera comprender por qué se dejó atrás la estrategia abstencionista, la Salida, el mantra, el poder paralelo, el golpe y la rebelión popular.
Quedan remanentes de esas políticas responsables de la pérdida de oportunidades de cambio y del divorcio de los partidos con el país real. Sus condicionamientos se mantienen vivos en una oposición que considera más importante ordenar su fila por el tamaño de sus integrantes que concertar fuerzas diversas para asegurar un resultado electoral exitoso.
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Esa implícita renuncia a ganar la presidencia del país explica la sustitución del objetivo de la primaria: ya no es el mecanismo para escoger al candidato presidencial sino para la consagración de un líder único de la oposición con un formato caudillista que debería disparar las alarmas.
La apuesta de fondo es ganar con votos. Hay que asegurarse que ninguna figura política tenga el privilegio de bloquear la vía electoral y abonar terreno para llamar de nuevo a la abstención el 2024 y tener en la cartera un choque frontal por el poder.
El chavismo está en su peor momento histórico. En sus propias bases sube el descontento y la exigencia de cambio está tomando en el país el lugar del rechazo retórico.
A esa debilidad del gobierno no se le debe responder con un esquema ustedes o nosotros, que lo unifica y volvería a situar la confrontación en el terreno de las armas.
Hay que dejar claro que el arma de la oposición es el voto. Hay que fundamentar las motivaciones de cambio y plantar el desafío al gobierno en el terreno que aumenta la confianza en la posibilidad de ganarle y de sustituirlo pacíficamente en el marco de la Constitución.
Si se quiere ganar hay que abandonar el concepto restringido de oposición y sustituirlo por el de fuerzas democráticas de cambio. Un concepto y una política que abra las puertas a quienes tienen proyectos distintos de país o posiciones diferentes respecto al trato con los sectores en el poder. Las diferencias amplían los impulsos de cambio, no hay que usarlas como trancas.
Tenemos que desintoxicarnos del vicio absurdo de pelear por todo y con todos. Detrás de la renuncia de María Carolina Uzcátegui está la valoración que ella tiene de su deber, no veo una conspiración contra la primaria. Los que asumieron desde el 2018 la vía electoral ya no deben ser excluidos ni tratados como enemigos por quienes entonces llamaron a no votar. Tampoco hay que apartar a quienes piensan que con el gobierno no se dialoga, pero van a votar.
La actitud de aceptar con el pañuelo en la nariz al chavismo no madurista, e incluso a franjas del madurismo que resisten una deriva al totalitarismo debe ser levantada. Es un mensaje que reafirma la idea de que el rescate de la democracia no valdrá para todos.
El autoritarismo en la oposicion, promover las divisiones internas y la reposición de la violencia son las veredas que nos desvían del rumbo.
Estamos ante una posibilidad cierta de victoria. No tenemos que volver al laberinto de los fracasos.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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