Revisión en la oposición para el éxito, por Rafael A. Sanabria Martínez
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Llegó el 2023 y con él se vislumbra un acelerado movimiento en el escenario político de Venezuela. Se escucha de un confín a otro de elecciones primarias en el sector opositor, pareciera que vienen entendiendo o en sus defectos comprendiendo el concepto unidad, aunque dentro del conglomerado se evidencian a toda legua fracturas entre sus integrantes, quienes a diario viven entre dimes y diretes por sus posturas o persovisiones muy bien acentuadas, que no les permiten en definitiva concretar el concepto de unificación de criterios e ideas. Pero se están sumando a la causa grandes esfuerzos, esperanzas y un sinnúmero de sueños, que bien deben tener muy claro que sin acción no preñan a nadie.
Es urgente que la oposición si desea propiciar cambios en la colectividad, deben comenzar haciéndose una revisión exhaustiva de su yo interno, pues aún los venezolanos de a pie observamos sus ansias de poder, el individualismo y las ganas de satisfacer solo los apetitos personales. Realmente cada día, con su actitud, dejan a la población en incertidumbre, sumergida en una vil depresión, tan así que nueve de cada diez venezolanos no quieren saber nada de partidos políticos y mucho menos de sus líderes.
El trabajo es arduo y complejo para la oposición, debe comenzar por reconstruirse, revitalizarse, oxigenarse, generar desde las bases una metamorfosis que haga renacer rostros nuevos, creíbles, frescos, con ideas para el progreso colectivo y no individual.
Sin unidad entre –al menos– las principales facciones opositoras, las perspectivas de resolver la crisis son escasas, ya que esto exige negociaciones genuinas entre la oposición y el gobierno y algún tipo de autoridad transicional, que incluya elementos de ambos. De lo contrario, es probable que haya nuevos fracasos.
Es necesario tener en cuenta tres aspectos importantes: el discurso, los rostros y las propuestas.
El discurso utilizado sigue siendo eurocéntrico, totalmente alejado del contexto socio-cultural del venezolano. Realmente no responde a las interrogantes de aquellos que viven minados de esperanzas. El lenguaje debe ser más próximo a las expectativas del venezolano del día a día, sincero, sin drama ni odio, sin tanta carga peyorativa. Se debe mejorar la semántica en el acto comunicativo de lo contrario seguirán de error en error. Urge revisar muchas de sus prédicas que no coinciden con sus prácticas. Por ejemplo, no creo en CNE, pero participo con el árbitro. «pueblo hay que votar» pero al rato le llaman lambucios o muertos de hambre.
Los rostros es de suma relevancia. Ya esos visajes que han venido posando durante estas dos décadas no son los más convenientes y creíbles. Ya caducaron, están vencidos no reflejan luz sino oscuridad.
Las propuestas deben estar dirigidas en función a tocar las más vulnerables fibras sociales para construirlas y no como operativos cínicos o de paternidad, sino operativos progresistas y evolucionistas, que permitan ir formando el tejido social con una visión corresponsable de su propio destino.
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En estos momentos es muy difícil prever si la decisión tomada y la reorientación de la estrategia de la oposición venezolana lograrán su cometido. La política no es solo ciencia, sino también es arte. De allí que los resultados de las decisiones políticas no pueden ser previstos con total certeza pues la política es el campo de las decisiones prudenciales. Por ello se habla de la política como «el arte de lo posible» o, como prefería decir Arístides Calvani, «el arte de hacer posible lo bueno».
Esperamos por el bien de los venezolanos que estas decisiones permitan alcanzar un mejor porvenir para el país. En líneas generales, debe estudiarse la posibilidad de un plan de transición factible que más que destituir a Maduro, requiere determinar cómo, por quién y según qué reglas sería gobernado el país de ahí en adelante.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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