Rienda corta, por Teodoro Petkoff
En medio de esta barahúnda de protestas, marchas, semiólogos chimbos descubriendo mensajes desestabilizadores hasta en los titulares del cuerpo deportivo de El Universal, Chávez pedagogizándonos con sus últimas lecturas de solapas de libros, ha pasado por debajo de la mesa la reciente decisión de Conatel de renovar la concesión radioeléctrica a varios canales de televisión, entre ellos Venevisión, pero solamente por cinco años.
Aquí no estamos, como algunos podrían creer en el exterior, tan sólo frente a un acto arbitrario, pero aislado, contra un canal de televisión. El gobierno de Chávez, como parte de un proyecto más vasto de control de la sociedad –y no sólo de los poderes públicos– que incluye la estatización del deporte; la regimentación del mundo cultural; la anulación de los organismos defensores de derechos humanos; la liquidación de la autonomía universitaria; la utilización del sistema educativo como instrumento de adoctrinamiento; la transformación de la FAN en un partido armado, al servicio del capo –aspira también a una hegemonía comunicacional.
En este último particular, la cooptación del canal 4, mediante el pacto con Gustavo Cisneros, y el cierre de RCTV, sustituyéndolo por TVes, permiten al gobierno anular toda comunicación política distinta a la suya a través de esos medios. En éstos, programas políticos –si los hubiere– y noticieros, tendrán la factura de los del canal 8. Quien lo dude no tiene sino que ver el de Venevisión. Por otra parte, el gigantesco aparato televisivo del gobierno, con seis plantas de TV (sin hablar de sus dos grandes cadenas radiales, los centenares de radios comunitarias, amén de los medios de todo tipo en “manos amigas”), en un país donde las opciones televisivas de señal abierta con alcance nacional, son ahora muy escasas, el gobierno espera que la pura inercia y la carencia de alternativas empujen a la población a tener que mirar las bazofias televisivas del oficialismo.
Pero el plan no se detiene allí. La concesión por cinco años está dirigida a mantener con la rienda corta a las televisoras privadas, incluyendo a la ya sometida Venevisión. El mensaje es claro: “pórtate bien porque de lo contrario, en cinco años te saco del aire”. Esto, sin hablar de que la incertidumbre que genera un periodo concesional tan corto desestimula la inversión.
En TV, donde casi cada día hay innovaciones, las plantas que operan con base en un horizonte tan corto, no invertirán nada en su mejoría tecnológica. Pronto serán unas antiguallas.
Finalmente, como detalle de exquisita perversidad, la concesión dura, “coincidencialmente”, hasta el año de la campaña electoral de 2012. Quien tenga ojos para ver, que vea; quien tenga oídos, que oiga.