Robus operandi, por Teodoro Petkoff
Como decíamos ayer, la economía va palo abajo. Pero la corrupción, decimos hoy, va viento en popa. No por la magnitud de los negociados, pero si por la “democratización” obscena de la robadera, por el descaro con que se efectúa y por la naturaleza de los funcionarios implicados. Porque Chávez no ha comprado jets de combate ni fragatas, y no hay grandes obras públicas, que, como se sabe, sirvieron, en la Cuarta para construir algunas fortunas de muchos ceros. El control de cambios, que será, como en la Cuarta, fuente de toda clase de corruptelas, todavía no ha comenzado a funcionar, así que aún no se puede hablar de “ricos de Cadivi”, como se hablaba de los de Recadi. Ahora el robo es general y también doctor.
Los cementerios de viviendas a medio construir son parte del paisaje. ¿Por qué? El constructor recibe entre un 20 y un 30% del valor de la obra como anticipo. Ese anticipo no se aplica a los trabajos sino que de él se entrega el 50% al funcionario de quien depende el otorgamiento del contrato (en otros tiempos, las comisiones eran más modestas: 10 ó, a lo sumo, 15% ; la Quinta apunta alto: ¡50% !). Entre un 5 y 10% del anticipo se dedica al movimiento de tierra y entonces el constructor plantea el tema de la escalación de precios, lo cual conduce a un nuevo desembolso, pero esta vez con base en los nuevos precios y se vuelve a partir la cochina. Entre tanto, la obra queda a mitad de camino. Basta con subir o bajar por Tazón para ver los esqueletos de las edificaciones que dejó a medio hacer el Fondur del general Cruz Weffer. O visitar Mérida. O los Valles del Tuy.
Otro mecanismo, este financiero, consiste en colocar en cuentas corrientes los fondos de las instituciones públicas y dejarlos allí durante meses. Esta práctica está supuestamente prohibida, pero ¿qué es una raya más para un tigre? Como se sabe esos fondos no generan intereses pero si jugosas comisiones. Pero los aristócratas de la corrupción son los que hacen su agosto con los bonos de Deuda Pública. Esto requiere un grado de sofisticación que sólo poseen pillos de alta alcurnia y gran experiencia en el medio financiero. En el ministerio de Finanzas saben mucho de esto y al parecer los infortunios de Felipe Pérez tuvieron algo que ver con su tentativa de arrancar a ese despacho el manejo de las emisiones de Deuda, consternado como estaba por los hedores que por aquellos predios olfateaba.
Dentro de poco tendremos una oportunidad de oro para los pillos. El gobierno decidió no licitar sus compras con las empresas pequeñas y medianas. Todo se hará por adjudicación directa, según lo dispuesto por Yo, El Supremo, hace pocos días en Maracay, de manera totalmente ilegal, y desde luego, dependerá aquella de la discrecionalidad del funcionario. ¿Cuánto hay pa’ eso? ¡Qué manguangua!
Algunos cálculos estiman que la corrupción puede alcanzar hasta un 3% del PIB. Unos 3 mil millones de dólares anuales. Como raspaduras de la olla, no está nada mal.