Rolo `e vivo, por Teodoro Petkoff

No nos contamos entre los despotricadores profesionales contra la OEA. Todo lo contrario, aun conscientes de sus limitaciones, hemos señalado siempre –contra tirios y troyanos en este país– que es preferible que exista a que desaparezca. Defendimos la actuación de su secretario general César Gaviria, en la crisis peruana, así como el esfuerzo que el propio Gaviria hizo en 2002, en la crisis venezolana, instalándose aquí durante seis meses en procura de un acuerdo entre oposición y gobierno. Más aún, cuando Chávez insulto públicamente a Insulza (sin que este, por cierto, tuviera la mínima dignidad de reclamar respeto para su investidura y para su persona), lo defendimos.
Dicho esto, que da soporte a nuestra autoridad moral y política, debemos decir que la actuación del señor Insulza en la crisis hondureña es muy cuestionable. Este señor ha perdido de vista las responsabilidades a que lo obliga su cargo, entre ellas la obligación de ser prudente y mesurado en su conducta, en un continente donde las crisis políticas son la norma y no la excepción, y en las cuales toca al secretario general de la OEA contribuir a buscar soluciones prácticas y lo menos traumáticas posibles a tales crisis, procediendo como un mediador válido. En este sentido, hay que reconocer que César Gaviria mostró una talla de estadista de la cual está muy distante este Insulza, que luce más como un típico politiquero de la Latino América bananera que otra cosa.
Insulza está buscando la reelección al cargo que hoy ostenta, cosa que en sí misma es legítima y, en principio, no objetable, pero eso no lo puede llevar a sacrificar en el altar de la reelección las responsabilidades propias del cargo. Es inaceptable que el señor Insulza corteje de modo tan obsceno y descarado a los países de los cuales espera el voto, subordinando a su aspiración la sindéresis que debería poseer quien ostenta tan delicada función.
Sabedor de que Chávez puede asegurarle los votos del Caricom y los del ALBA, ha asumido posturas que le sabe gratas, sin medir las consecuencias de estas.
Como secretario general tiene el deber de ir a Honduras, y la OEA debe hacer lo que ha hecho, pero extender una invitación a Zelaya, para que lo acompañe, constituye una imprudencia e, incluso, una provocación. En una atmósfera como la de ese país, donde los golpistas, hasta ahora, muestran un total control de la situación institucional y de la calle, ¿cómo puede pensar Insulza que su presencia, acompañando a un presidente depuesto, a quien en su país nadie quiere (por injustificable que haya sido su derrocamiento), puede contribuir a darle fuerza al rol de mediador, que es el que le sale? ¿No mide Insulza el riesgo de que actuando como escudero de Zelaya, pudiera suscitar, incluso, un peligroso incidente internacional, que haría todo peor? Zelaya puede hacer lo que quiera, incluso desafiar a las nuevas autoridades presentándose en Tegucigalpa; es su problema, pero la OEA no puede actuar en el sentido de echarle gasolina a la candela, tan sólo porque Insulza quiere complacer al Gran Elector del ALBA y el Caribe. Chávez no tuvo razón al llamarlo «pendejo». Lo que parece, más bien, es un «rolo `e vivo».