Roscio, el héroe relegado (IV), por Simón García

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En cuna de plata
En su caso no se podía alegar la ausencia de patrimonio o de profesión porque tenía ambas. Pero le exigieron probar pureza de sangre y luego lo acusaron de mentir, al no indicar la condición mestiza de su madre.
Giovanni Roscio, su padre tenía sus papeles en regla. Nacido en el Ducado de Milán es, como lo señala Adolfo Rodríguez “pariente del dignísimo Obispo de Asis… en Caracas oficial de las milicias urbanas y en 1777 asistente de Real Hacienda en Villa de Cura”.
Es blanco, europeo, ex oficial del Ejército español y propietario de varios hatos. Mantiene una relación con los mantuanos propietarios de hatos en la inmensidad de las tierras que, en jurisdicción de San Sebastián de los Reyes, se abren desde las riberas de los ríos Tiznados y Guárico hacia el llano profundo al sur.
En uno de esos hatos, próximos a San José de Tiznados, El Totumo, propiedad del padre de Bolívar nace la negra Matea. En otro, La Guamita, próximo a San Francisco de Tiznados es probable que haya nacido Juan Germán Roscio, según la costumbre de tener la casa grande del hato como residencia principal. Según Adolfo Rodríguez cerca de Parapara el segundo Conde de San Javier tenía su ganado y allí se hizo amigo con el padre de Roscio.
Al hogar de este y de su esposa, Doña María de la Luz Pacheco Mijares y Tovar y Blanco, llegan en 1774 los dos hermanos Roscio, Juan German y José Félix, para estudiar en el Seminario Tridentino de Caracas. La alcurnia y posición de su representante en Caracas fue llave para el ingreso a la universidad.
A esa casa comienzan a llegar, con cierta regularidad, recuas de mulas cargadas con frutos, hortalizas, granos, manteca, sebo y otros productos que salen de otra lejana residencia: la de Giovanni Cristóforo Roscio, situada en la calle La presentación, cuadricula de la plaza del pueblo San Francisco de Tiznados.
A la familia Roscio Nieves, según Oldman Botello, los atendían, en el servicio doméstico, seis esclavos. No era una cuna de oro, pero plata había.
Respecto a su madre, Paula María Nieves, era hija de un hacendado y la india Francisca Prudencia Martínez. Aunque no se ha establecido una relación parental, hay que recordar que San Francisco de Tiznado fue fundado en tierras donadas por Pedro Alcántara Nieves. Otra Nieves, Barbarita, esposa de Páez tuvo allí propiedades.
Pensar y actuar
Roscio se distingue como un pensador que une su poder reflexivo a su compromiso de transformar la realidad. No es el teórico preso en su burbuja de conocimientos, que sólo se dedica a hablar. Sabe que tiene la capacidad de crear ideas y las trabaja para que sean formas de la acción.
Su propósito, como intelectual de ideales republicanos, es el de contribuir a abrirle camino a esa opción, transformando el pensamiento en una fuerza social, material y espiritual, capaz de ponerle fin al absolutismo monárquico.
Roscio es un constitucionalista. No porque haya escrito un tratado sobre la Constitución, sino porque redactó la primera Constitución de Venezuela y de Hispanoamérica.
Hombre ilustrado, combatiente sin descanso de la ignorancia y el fanatismo, sabe que debe fomentar el conocimiento por todos los medios y convencido de la importancia de los libros en ese combate, toma la iniciativa de buscar re cursos privados para fundar una biblioteca pública en Caracas. El mismo ofrece una donación de 1000 títulos.
Roscio redactó el primer reglamento electoral en el que afirma que “todas las clases de hombres libres son llamados al primero de los goces de ciudadano, que es el concurrir con su voto a la delegación de los derechos personales y reales que existieron originariamente en la masa común…”.
Fundó el Servicio Exterior y dirigió una diplomacia para lograr alianzas y ayudas que permitieran sostener la libertad y la democracia que nacían con la independencia.
Fue periodista. Traductor de inglés y francés. En algunos de sus escritos, como el “Anexo a las Instrucciones Diplomáticas para los Agentes en Londres de 1819”, resume la situación del país con lupa de historiador.
Autorizó y firmó el primer billete, moneda en papel, que circuló en el país.
Desempeñó cargos públicos decisivos en el funcionamiento del Estado durante el breve primer intento de formar una República.
Preso tras la capitulación, incomunicado en las mazmorras de La Guaira, enviado en barra de grillos a Cádiz y de allí a una prisión en África, junto con el padre Madariaga y otros seis republicanos más. Monteverde los califica como los “ocho monstruos” y pide al Rey los máximos castigos para ellos.
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Hombre de principios
En su discurso de una cuartilla, al ser elegido Vice-presidente del Congreso de Angostura, hace pública su autocrítica: “…desde que tuve la fortuna de persuadirme de la justicia de nuestra Causa, formé el propósito de hacer por ella hasta lo imposible. Ciegamente sacrifiqué mis servicios a la tiranía española hasta el año de 1809”.
Roscio, aun sirviendo al Rey, mantuvo un lazo de coherencia entre sus convicciones, sus principios y su conducta. Su fervorosa reivindicación de la justicia, su irrestricto apego a la honestidad, su fe cristiana y su promoción de la igualdad lo muestran como un hombre de principios.
Residente en Puerto Cabello, defiende a la mestiza Isabel María Páez a quien el cabildo de Valencia le prohíbe usar tapete en la Iglesia. Asume su defensa para anular una discriminación y para denunciar ese tipo de jugarretas “…porque distraídos los vasallos en estas frioleras y pataratas, perderían en ellas el tiempo que podrían emplear en asuntos de importancia”. Pero el poder apela a provocar “disputas y contiendas de esta clase” para dar circo cuando no pueden dar pan.
Un segundo acto de rebeldía es la defensa de sus propios derechos cuando otra institución, el ilustre y discriminador Colegio de Abogados de Caracas, le veta el ingreso.
Roscio toma el veto como oportunidad para difundir sus opiniones sobre la justicia y la igualdad. Sus alegatos los desarrolla principalmente en dos planos argumentativos. El teológico, en tanto Dios nos dotó de la condición de nacer libres e iguales, designios que no pueden ser contrariados por autoridades contingentes y terrenales. El respeto a la dignidad de las personas es un mandato divino.
En el plano jurídico Roscio invoca las Leyes de Indias y la propia legislación vigente en España contra un Colegio de abogados que en vez de respetarlas las vulnera. Su apego al poder de la ley como norma sobre la voluntad de los hombres del poder, se hace incontestable. Roscio se incorpora al Colegio de Abogados.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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