¿Salida de Honduras?, por Teodoro Petkoff
1 Para que no haya ninguna clase de equívocos, ratificamos nuestra condena de la intervención militar en la crisis política de Honduras.
Las Fuerzas Armadas, por principio, no deben poner ni quitar gobiernos. Nuestro continente ha ido dejando atrás esa tradición nefasta de dictaduras militares y de democracias tuteladas por las Fuerzas Armadas.
Poco a poco se ha venido estableciendo la subordinación de los militares al poder civil. Lo de Honduras constituye un claro traspiés en el desarrollo de esa tendencia histórica de largo plazo, que es de importancia existencial para América Latina y el Caribe.
2 En Honduras se había abierto una crisis política cuyo único responsablefue el señor Manuel Zelaya, embullado, muy probablemente, por Chávez.
Su proposición de llamar a una consulta sobre la convocatoria de una Constituyente fue rechazada por el Congreso (donde están representadas todas las fuerzas políticas del país, con mayoría del Partido Liberal, donde milita Zelaya), el cual declaró inconstitucional el proyecto. El Tribunal Supremo, designado por ese Congreso plural, emitió un juicio similar y en los mismos términos se expresó la Corte Electoral. El Ministerio Público y la Procuraduría también. Un juez ordenó suspender la consulta y Zelaya desconoció esa sentencia. Es obvio, entonces, que el Presidente de la República se había colocado al margen de la Constitución y estaba desacatando a todos los demás poderes públicos, cuya legitimidad de origen y legalidad son idénticas a la del Presidente. Condenar el golpe, omitiendo llamar la atención sobre la actuación inconstitucional de Zelaya y su absoluta responsabilidad en la crisis política constituye una hipocresía. Los presidentes de nuestras repúblicas no pueden estar por encima de las leyes y son actuaciones como las de Zelaya, en estas democracias frágiles, las que muchas veces suministran el pretexto para los golpes militares.
3 Pero este desarrollo de la crisis hondureña y el absoluto aislamiento en que se encontraba el Presidente, no sólo ante los demás poderes sino ante el propio pueblo hondureño, que se había manifestado ampliamente en contra del proyecto de Zelaya, abonan la tesis de que la intervención militar no poseía ninguna justificación. Todo parecía indicar que en esta misma semana se habría de producir un desenlace constitucional.
4 Sin embargo, una vez producida la operación militar, se ha creado una situación inédita. No se constituyó un gobierno militar (Chacumbele ya hablaba de «Junta Militar», quizás recordando la que él mismo tenía pensado constituir el 4F), los militares desaparecieron de la escena rápidamente y el Congreso, de manera unánime, asumió el mando y designó un Presidente interino, que, tal como establece la Constitución del país, es su propio presidente, segundo en la línea de mando. El nuevo Presidente es miembro, por cierto, del mismo Partido Liberal, de Zelaya. Es decir, la solicitud de la comunidad internacional, en el sentido de establecer los fueros de la Constitución, fueron atendidos expeditivamente. Más aún, fue ratificada la celebración de las elecciones presidenciales en noviembre de este año. ¿Cumple esto con los requisitos de la Carta Democrática o insistirá la OEA en un improbable retorno del señor Zelaya?