Salud a la cubana, por Teodoro Petkoff
La primera vez que vinieron médicos cubanos a Venezuela fue cuando Guillermo Call, gobernador de la Cuarta en Monagas (ahora, en la Quinta, lo es de nuevo), contrató treinta de ellos. La Federación Médica armó el consabido zafarrancho y Call se vio obligado a rescindir el contrato. Pero pidió a la Federación que le enviara treinta médicos venezolanos para meterlos en los pueblitos donde habían estado los cubanos. Todavía los está esperando.
Ahora hay unos doscientos médicos cubanos en el país y existe el mismo debate. El gremialismo médico insiste en que hay unos 8 mil galenos venezolanos desempleados y que los cubanos ejercen ilegalmente la medicina en el país, desplazando a los venezolanos. El argumento suena bien pero no se sostiene mucho. Los cubanos ejercen en sitios donde los que deberían ejercer legalmente no van o sólo lo hacen cuando, recién graduados, están obligados a cumplir con «la rural». La objeción de que las condiciones son muy malas vale también para los cubanos. Pero estos van. A los habitantes de La Sabana, en Vargas, por ejemplo, o de cualquier otra aldea parecida, donde nunca hubo médico fijo, debe importarles un comino que los cubanos no hayan revalidado. Están ahí, a la mano, y eso es mucho decir cuando hay una emergencia.
TalCual buscó y encontró médicos cubanos. En la página 8 están las conversaciones con ellos. Fuera de su proverbial acento en el habla, son indistinguibles de sus pares venezolanos. Ni mejores ni peores como profesionales. ¿Lavadores de cerebros? ¿Catequistas revolucionarios? No es lo que dicen sus pacientes y vecinos e incluso sus colegas venezolanos. Sólo se ocupan de su cometido y ya. Son el fruto, paradójicamente exitoso, de un modelo político, económico y social fracasado, que, sin embargo, por una de sus terribles distorsiones sociales, puede darse el lujo de exportar médicos a muchos países. Servidores del Estado, no es que sean unos sacrificados samaritanos sino que van donde los mandan y no tienen alternativa. Cuba no es, por supuesto, el sitio que uno quisiera para vivir, pero en este donde vivimos algo debe estar funcionando muy mal como para que el sistema de salud pública se haya degradado tanto y que para poder atender los villorrios más alejados tengamos que valernos de médicos extranjeros. Más que esa paranoica preocupación por la «cubanización» valdría la pena preguntarse qué podemos hacer para darle a este país un sistema de salud pública y de seguridad social decente. En eso, este gobierno va rumbo a los tres años perdidos. Porque lo de los médicos cubanos no pasa de ser un pañito caliente