San Mateo en La Rioja, por Carlos M. Montenegro

Para aquellos que quieren y pueden tomar sus vacaciones y deciden hacerlo en España a contrapelo de la mayoría, en julio y agosto, (debido al inicio de la cosa escolar), me voy a permitir recomendar una zona poco conocida en Venezuela.
De España como destino, especialmente los turistas expertos, se sabe casi todo; pero dentro de ese “casi” caben algunas maravillas poco trilladas que les aseguro merecen la pena. Una de ellas es La Rioja, esa pequeña provincia-región castellana que desde hace unas décadas se estrenó como Comunidad Autónoma, casi sin pedirlo, y que actualmente es una de las más prósperas de España. No se trata de analizar aquí lo histórico-sociopolítico-económico- de esa tierra, sino recomendar a todo aquel que vaya a España en septiembre, con ganas de pasarlo muy bien, que se acerquen unos días a Logroño, su capital, y no lo olvidarán.
La mayor parte de lo que sabemos de la Rioja nos lo hemos bebido, pero hay muchas cosas más que les hará alegrarse de haberla conocido. Septiembre es un buen mes para ir porque está a punto de cosecharse la uva que se trocará en esos caldos mundialmente famosos y cuyas fiestas en honor a su patrono, San Mateo evangelista, los riojanos celebran con júbilo y esplendidez. En Logroño encontrarán media docena de cómodos hoteles en el centro de la ciudad y con buenos precios; estacionen el auto y olvídense de él, la ciudad es pequeña y prácticamente todo se puede hacer caminando.
Traten de llegar hacia el 16 de septiembre, con la ciudad expectante a que justo al mediodía, desde el Ayuntamiento, su alcalde o alcaldesa dispare el cohete que da inicio oficial a las fiestas de San Mateo o de la Vendimia. Deben estar ahí, porque tan simple acto se convierte en un espectáculo inolvidable. En ese momento la ciudad entra en una alegre y estupenda catarsis que durará alrededor de una semana hasta el fin de las fiestas.
Se toparán con múltiples “peñas”, que salen a la calle desde temprano con sus distintivos atuendos y sus bandas de música o charangas, tocando alegres “pasacalles” para despertar y animar a la vecindad a salir a celebrar, mientras sus miembros, compuestos por hombres, mujeres y niños bailan y comparten generosamente con los transeúntes el vino de sus abultadas botas. Son sociedades de amigos que durante el año se preparan para tirar la casa por la ventana durante las fiestas, programando actividades que puedan disfrutar toda clase de público, sean nativos o forasteros. Las peñas, cada día durante las fiestas, ofrecen en algunas plazas de la ciudad, a modo de almuerzo o merienda, platos típicos de la gastronomía riojana, preparados en el sitio por ellos mismos, y regado con tinto del país a precios muy solidarios, como decimos en Venezuela: chuletillas de cordero al sarmiento, embuchados, huevos con pimientos, pimientos del piquillo rellenos, patatas con chorizo y muchas delicias más.
Por toda la ciudad se encuentran los “chamizos”, que son locales abiertos al viandante donde las peñas tienen sus sedes, al igual que muchos grupos de vecinos o cuadrillas de amigos; se estila obsequiar a los visitantes con “zurracapote”, una bebida pariente muy mejorada de la sangría. Sólo hay que entrar y saludar, lo demás déjenselo a ellos.
La ciudad ofrece a diario conciertos gratuitos, de artistas nacionales e internacionales y “DJ’s”, en la Plaza del Ayuntamiento y diversos espacios públicos; encontrarán un parque de atracciones conocido como “las Barracas” y casetas cubiertas de otras regiones españolas invitadas de entrada libre en las que se bebe, se canta y se baila con múltiples atracciones; es proverbial el torneo en el frontón de pelota a mano, espectáculos taurinos y desfile de carrozas engalanadas representando a pueblos y ciudades riojanas con su correspondientes reinas de belleza repartiendo confeti y dando a probar vino de su pueblo.
Cada noche concursan fastuosos fuegos artificiales, lanzados desde la orilla norte del Ebro, que los refleja, producidos por empresas pirotécnicas de fama internacional. En el céntrico paseo de El Espolón, podrán asistir al ancestral “pisado de la uva”, y ver cómo se hacía el vino antes de que Baco lo probara, tomar el aperitivo en el señorial “Ibiza” o en las antiguas “Cañas” remozadas en “Wine Fandango”. Sobre los horarios y lugares de todos esos actos, las autoridades les tendrán bien informados o simplemente cualquier logroñés les dará las pistas.
Si ustedes son de madrugar, pueden asistir temprano a la moderna plaza de toros y disfrutar un rato viendo a las vaquillas y sus recortadores; a continuación y paseando por la ribera que discurre junto a la orilla derecha del río Ebro, llegaran al Puente de Piedra, ahí tendrán la oportunidad de dar lo que los logroñeses llaman “la vuelta a los puentes”, para lo que recomiendo no tener prisa, que en fiestas es cosa plebeya. Consiste en cruzar el río, como saliendo de la ciudad, y al final girando a la izquierda llegar al otro puente, el de Hierro, tras pasar frente al antiguo Matadero Municipal, hoy Casa de las Ciencias (menudo cambio de función) y las centenarias Bodegas Franco Españolas para cruzarlo e ingresar de nuevo a Logroño en pleno centro histórico, pudiendo ver al Ebro rozando su reciente parque anexo y un perfil espectacular de Logroño por su lado antiguo.
Al entrar en la ciudad, en la primera calle de la izquierda, La Rúa Vieja, a unos metros a llegar a “La Reja Dorada”, pequeña bodega, convertida hoy en asador. Si está abierta entren, seguro que sus dueños al saber que son venezolanos, les contarán con un vaso de buen vino en la mano la historia de esa antigua casa en la que de niña vivió la Duquesa de la Victoria, esposa del general Espartero, que fuera prisionero de Bolívar. Muy cerca está la Plaza del Mercado y si es media mañana, alguna peña les hará reponerse del paseo con una exquisita degustación a la sombra de la Catedral de la Redonda; de ahí están a dos pasos de la Calle del Laurel y adyacentes. Pregunten a cualquiera y en minutos habrán llegado a una de las calles con más bares por metro cuadrado del mundo, casi todos con buen vino y buenas tapas tapas que deben probar (si sólo beben puede que salgan de la calle como arañas fumigadas, que no es la idea). Cada bar tiene su especialidad; les sugiero algunos sin orden: “La Taberna de Baco”; el “Sebas”, que ahora regenta su hijo; pueden visitar el “Blanco y Negro” al lado de “La Hez” o “El Pali”, “Villa Rica” y “El Soriano” famoso por sus champiñones y así muchos más; escojan el que más les guste.
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Muy cerca está la zona de la Calle San Juan, que compite con la del Laurel en cantidad de bares y calidad de género; les citaré también algunos entre muchos: el “San Juan” con deliciosas tapas atendido por Marisol, una encantadora donostiarra; el “Torres”, “Los Rotos”, con Perico al mando; el bar “A tu gusto” “la vinoteca “Vinísimo” y así muchos más, cada uno con sus especialidades en pinchos y “banderillas”.
Durante las fiestas no es fácil encontrar mesa en restaurantes de solera como “El Cachetero”, “Casa Matute” o “Iruña”, pero con todo lo que se picotea de bar en bar al mediodía, lo mejor es ir a hacer siesta en su hotel y reponerse para la noche. Muy cerca de la calle del Laurel uno de esos días pueden visitar el bar Victoria, el ambiente a la hora del aperitivo es estupendo; la barra es una fiesta de creatividad en tapas, si preguntan por Mario, su dueño, díganle que son venezolanos y seguro que les dará mesa y les ofrecerá un menú honrado, exquisito, bueno y barato.
La Rioja aún les puede proporcionar más gozo, pero espiritual, aunque tendrán que desempolvar el carro. Hay mucha historia y muchas bodegas para visitar. Les propongo que conozcan personalmente el sitio considerado como la cuna del idioma con el que todos nos podemos entender. Vayan a San Millán de la Cogolla, se encontrarán con un gran Monasterio repleto de maravillas, con restaurant y bar anexo (la Rioja es así). Allí es donde durante casi mil años reposaron códices en latín, en los que algún monje tal vez para contárselo mejor al pueblo analfabeto, se dedicó a traducir en los márgenes trozos del texto en lo que se llamaba “romance”, un derivado vulgar del latín que era lo que se hablaba comúnmente, y terminó siendo el actual castellano.
Faltarían dos siglos para que otro fraile, Gonzalo de Berceo, nacido en el pueblo de al lado, escribiera poemas en aquel “romance” mejorado; así permaneció hasta el siglo XX, cuando se descubrió el tesoro que representaban esos versos llamados “Glosas Aemilianenses” que hoy se consideran los primeros poemas castellanos y a Berceo el primer poeta de nuestro idioma. En las alturas de San Millán, les llevaran a ver otro antiquísimo y humilde monasterio, el de Suso, el más pequeño que conozco, construido sobre una gruta donde vivió Millán, anacoreta que logró la santidad y hoy es patrono de esa comarca.
Todo eso y lo que representa, es actualmente merecido Patrimonio de la Humanidad. Créanme que conocerlo es un lujo.
De regreso a Logroño pueden ir salpicando visitas a pueblos importantes como Ezcaray, preciosa población atravesada por el Río Oja palabras que apocopadas dan nombre a la región hoy convertida en Comunidad Autónoma. Para reponer fuerzas y comer como algunos príncipes y reyes que lo han visitado, está el restaurant Echaurren, con una carta de gran calidad. Vía a la capital, pasarán por Santo Domingo de la Calzada y Nájera, en pleno Camino de Santiago, repletos de Historia con mayúscula y en cada lugar se la contarán con lujo de detalles gente mucho más apta que yo.
Otro día pueden acercarse a Haro, pequeña ciudad capital del vino riojano, repleta de las bodegas con más solera; allá los franceses tuvieron que ir en busca de vino y vides, ya que la “filoxera” había acabado con los suyos; en todas les atenderán estupendamente. Poco más allá está Ollauri, con las centenarias bodegas Paternina, un santuario del vino con “catacumbas” y todo; en Briones, vieja villa, visiten el fastuoso Museo de la Cultura del Vino; pasarán por otros municipios cuyos nombres están impresos en las etiquetas de las botellas con los mejores caldos que ustedes hayan bebido: San Asensio, Fuenmayor, Cenicero y muchos más. En todos podrán degustar exquisiteces, pero tampoco desdeñen detenerse en alguna viña del camino, arrancar un racimo y probar la uva que produce esos prodigios.
El tiempo les faltará para conocer tantos sitios repletos de magníficas iglesias, monasterios o castillos que aún vigilan desde sus colinas.
Hasta ahora solamente habrán conocido algo de La Rioja Alta. Están Los Cameros y Desde Logroño siguiendo el curso del Ebro hacia el Sureste está la Rioja Baja, no menos rica en historia e importancia, pero el espacio disponible no da para más.
Al llegar a Logroño, en la Gran Vía les recibirá una fuente en la que en esos días se origina un “milagro” logroñés: en vez de agua fluye vino. ¿No es fantástico?
Calle Laurel
Paseo fugaz por Logroño