Sanciones, respuesta humanitaria y desarrollo. Una reflexión necesaria y urgente, por Marianella Herrera Cuenca

co autor invitado: Feliciano Reyna
Twitter: @mherreradef | Instagram: @nutricionencrisis
La emergencia humanitaria compleja en Venezuela, ha sido y continúa siendo motivo de estudio y reflexión para diferentes sectores. No es la crisis típica aguda que afecta alimentación, nutrición y salud después de un huracán o un terremoto. Es una crisis prolongada en el tiempo, donde se han intentado mecanismos para introducir elementos que pudiesen generar una solución y alivio a los problemas generados por esta emergencia. Desde protestas, comunicados y sanciones internacionales, solo por mencionar algunas, han sido implementadas y puestas en marcha en la búsqueda legítima de soluciones y exigencias de derechos para dar respuesta a tantos problemas dolorosos. Las continuas protestas muestran las penurias que está enfrentando la población.
Al día de hoy la desnutrición en niños sigue aumentando, la calidad de la dieta para la mayoría es pobre, la atención en salud está en caída libre y la gente, sobre todo los más vulnerables y desprotegidos, la mayoría sigue enfrentando a diario el dilema de decidir entre comprar alimentos o medicamentos y el trilema, si se incluye continuar con la educación o no. Esto ocurre, en medio del “bienestar” que experimenta un reducido grupo de la población, incluyendo a personas que aun siendo de extracción popular han logrado acceder a las rutas de comercialización que han dado pie a este poco sostenible “crecimiento económico”.
Las sanciones, NO son la causa de estos problemas eso queda muy claro, sin embargo, cinco años más tarde, es poco lo que puede verse y medirse desde el punto de vista objetivo en términos de bienestar para la gente, más aún cuando la logística resulta muy alterada para lograr cierta operatividad de la acción humanitaria en el país y reducir los obstáculos y trabas para llegar a la gente con necesidades.
Es lógico entonces repensar cuál pudiese resultar una solución que alivie en el corto plazo las necesidades de la gente para evitar más daños y muertes, a la vez que se piensa en los esquemas de mediano y largo plazo, tal como lo refería el doctor José María Bengoa. Cuando se pide alivio de las sanciones impuestas por la comunidad internacional, no se exime de las responsabilidades al gobierno, más aun es un compromiso que se genera para todas las partes, pues se debe exigir el respeto a los derechos humanos fundamentales, el cumplimiento de las garantías constitucionales, trabajar y deliberar por dilucidar las mejores rutas hacia el bienestar social, que definitivamente en este momento, para la mayoría de los venezolanos comienza por alimentación y salud. La discusión es compleja. Pero urgente, sobre todo cuando es posible reducir las complicadas ejecuciones de las operaciones en campo, para aliviar la situación de los más necesitados.
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Quienes escriben, creen firmemente que el bienestar de los pueblos se logra a través del desarrollo en educación, promovida por un adecuado estado nutricional y de salud como elementos básicos para proteger la vida y la integridad de las personas. Esto permite el desarrollo del cerebro, permite ser ciudadanos educables y conscientes del marco de derechos humanos que debe imperar en una sociedad.
En la situación venezolana actual, donde la inmensa mayoría debe dedicar sus energías a dilucidar cómo se va a alimentar (y a sus familias) o curar de una enfermedad es imperativo brindar atención humanitaria para mitigar la tragedia de millones de venezolanos, pero también pensar en cómo generar empleos dignos en el largo plazo, quizás pensando en inversiones extrajeras de empresas serias, y desde ahí generar cohesión social dentro de una cultura de paz.
Es necesario buscar una manera para que las sanciones no castiguen a la población, con las rutas apropiadas, asegurando mecanismos de rendición de cuenta, el respeto de los derechos humanos, garantizando un diálogo efectivo entre todas las partes. Desde lo social y en el marco de una muy compleja emergencia humanitaria debe abrirse un espacio para la reflexión: en términos, humanitarios, económicos, de desarrollo, de salud, de alimentación y nutrición, de educación e integrados con una visión política de futuro que tenga como eje la voluntad política de poner en práctica las políticas públicas basadas en evidencia. Mucho por hacer, mucho por discutir serenamente y desde la calma, sobre todo a quienes pudieran no tener tan presente que la gestión humanitaria es un deber y compromiso de todos. Habrá quien desconfíe, porque algo que nos acompaña desde hace mucho tiempo es la desconfianza, pero el deber ser también es un espacio para reflexionar. La discusión debe continuar.
Marianella Herrera Cuenca es Médico, Profesora UCV-CENDES-F Bengoa
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