¡Saquen el paraguas!, por Teodoro Petkoff
Nubes negras se acumulan en el cielo de la economía. La tasa paralela del dólar se mueve cómodamente por encima de los 4 mil bolívares.Ya se sabe que no hay termómetro más sensible a las fiebres de la economía que la tasa de cambio. Sin embargo, una fiebre tan alta y tan sostenida, evidenciada por una tasa de cambio que es prácticamente el doble de la controlada, habla de algo más que de una gripecita. Hay una enfermedad mucho más grave.Tanto, que ha resistido hasta ahora las terapias implementadas por los doctores del Minpopopfinanzas. La fiebre no baja. Tampoco la inflación. Después de la macroemisión de bonos de Pdvsa, que se suponía, según aquellos doctores, habría de reducir la liquidez y con ella la presión inflacionaria, la carrera alcista de los precios dio otro brinquito en mayo. La transferencia directa de las divisas de Pdvsa al Banco del Tesoro, penicilina financiera a la cual se atribuía también un efecto depresor de la liquidez, no ha producido ningún efecto significativo.
Por otro lado, lo que llaman “contrabando de extracción”, que es una variante ilegal de las exportaciones, va viento en popa.Venezuela importa gasolina porque la producción interna no alcanza para cubrir el mercado interno. Decía un alto ejecutivo petrolero que, si no se detiene la importación de automóviles, dentro de poco los carros se van a parar. Pero, paradójicamente, al mismo tiempo estamos “exportando” gasolina por los caminos verdes. Bueno, es un decir, porque en realidad las gandolas-cisterna pasan por alcabalas tachirenses y los barcos salen de puertos paraguaneros en las narices mismas de la Guardia Nacional. ¿Y por qué no? El incentivo para “exportar” es demasiado atractivo. Un litro de gasolina en Venezuela cuesta 2 centavos de dólar. Su precio internacional anda por los alrededores de un dólar. Con una sola cisterna o un solo barco se hace una pequeña fortuna. Con eso se engrasan todas las tuercas. Lo mismo pasa con la carne, con la leche, con lo que sea. El subsidio cambiario para el “contrabando de extracción” es tan grande que se vuela todas las medidas administrativas y policiales que pretenden impedirlo. La leche en polvo que trae CASA y vende Mercal a precios subsidiados, es “exportada” a un mercado internacional que la paga generosamente. Chacumbele, finalmente, debió admitir que hay escasez de varios productos de primera necesidad. ¿Remedio? El único que conoce: la amenaza de expropiación.Vender el diván, pues. Entre tanto, los doctores del Minpopopfinanzas también quieren vender el diván: ahora para exportar se necesita una certificación de burócratas —que se frotan las manos pensando cuánto habrá pa’ eso—, estableciendo que el mercado está abastecido. Por su parte, los parlamentarios no se quedan atrás. Preparan una reforma de la Ley de Ilícitos Cambiarios para prohibir la mención de la tasa paralela en los medios. Suponen que la “cosa en sí” dejará de existir si no se la nombra.Y no hemos hablado de la conversión monetaria, que podría ser caótica. Pero eso merece un capítulo aparte.
El cielo encapotado anuncia tempestad. El cielo de la economía, porsia, no vayan los semióticos a leer mensajes subliminales en este diagnóstico.