¿Se acabaron los líderes opositores?, por Fernando Rodríguez
Parece ser un lugar común repetir que ya no tenemos líderes políticos a nivel nacional y mundial y que ello tiene mucho que ver con que el mundo se haya convertido en una nave plagada de virus mortales, en vías de destrucción climática, cada vez más criminalmente desigual, sin paz ni sosiego social, ayuna de ideas (ideologías).
Seguramente es así pero también es seguro también que ello se inscribe en factores estructurales mayores, no es una simple mala hora de la lotería genética, una coincidencia azaristica. Tiene mucho más que ver con aquello del mundo fue y será una porquería, al menos estacionalmente hablando. Hubo momentos de líderes abundantes y decisorios, Como Roosvelt, Churchill , De Gaulle o Stalin que salvaron al planeta de Adolfo Hitler y su obsesión criminal, a punta de voluntad y cadáveres, pero lo salvaron.
En nuestro país, que a él nos reducimos, es obvio. A mi entender no vale la pena hablar de quienes nos gobiernan, manada de gorilas depredadores e ignorantes. Porque nadie, en uso cabal de su razón, puede llamar líderes a Maduro, a Cabello o a Rodríguez (los dos). Pero, atención, no hay que olvidar que tienen más de veinte años gobernando, lo cual directamente implica la falta de liderazgo del otro lado del río, de la orilla opositora. Ahora bien para no complicarnos la vida emitiendo juicios sobre este larguísimo, trágico y absurdo proceso de paulatino asesinato del país, vamos a lo concreto y a lo actual.
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Yo parto de un principio, que sé cada vez más discutible, que todavía hay algo que podemos llamar un líder que es Juan Guaidó, sí en bajada, con tres o cuatro desaciertos fatales en su haber, pero que todavía maneja el capital del apoyo internacional, ha mantenido una relativa unidad de las fuerzas más constituidas de la oposición, el G4, y tiene un significativo apoyo popular que se puede reactivar. De alguna manera existe y ello es bastante.
Por no hablar de sus virtudes evidentes como el valor, la audacia, el carisma innegable, un discurso comedido y sensato y es un muchacho de la Guaira y no del Country y adyacencias genealógicas.
De resto piense usted lo que queda. A menos que haya alguien en gestación y en la sombras que no conozco se me ocurren pocos nombres establecidos que podrían aspirar a sucederlo y no muchos más. Serán Leopoldo López, Ramos Allup, Henrique Capriles, María Corina Machado…y pare de contar.
Ramos Allup, a mi entender, es un político de excepción en no pocos y vitales aspectos, lo ha demostrado en décadas, pero todo indica que ya llegan sus años dorados y cuando más puede aspirar a ser asesor. Y gruñir uno que otro día que sea necesario.
Leopoldo López es un enigma. Ha pasado años en silencio en la cárcel, en su casa y comiéndole la comida al embajador de España. Se le atribuyen la mayoría de los desastres acaecidos en la oposición, por su afición a las apuestas fuertes y riesgosas. No sabemos de lo que han representado sus innegables sacrificios y su pasión por la ruleta hasta que lo podamos calibrar, hablándole a una gentará en una plaza pública. Quien quita que se haya hecho mítico. Quien quita que la gente no lo identifique, ¿quién es ese mano?
María Corina tiene años siendo igual a sí misma. Ni más ni menos. Con una proposición casi informulable, poco debatible. Por tanto, ni sube ni baja. Nunca ha hecho mal, valiente y afanosa, tampoco mucho bien. Si se moviera, pero ella parece aspirar a que el que debe moverse es el planeta para que llegue la hora apocalíptica. Es necesario respetarla y no despertarla de su sueño dogmático.
Capriles fue Capriles en un momento de esta historia, la elección contra Maduro, que vimos y aplaudimos a través de Globovisión, como teníamos años que no aplaudíamos a nada ni a nadie. Pero luego vino el rollo con el fraude que sin duda perdió, luego idas y venidas, largas ausencias. Pérdida de discurso, hasta de retórica, ahora hay una que es mezcla de resabio, agresividad juvenil y caprichos. Le dio por fanatizarse públicamente con la Virgen del Valle y la religión, cosa que no hicieron ni Rafael Caldera ni Luis Herrera Campins, seguramente de diaria comunión y no de devaneos mundanos.
Y sus últimos ataques a Guaidó, repito lo único que tenemos, porque tiene nadie sabe qué idea sobre las más demoniacas elecciones que hayamos tenido, salvo las de la Constituyente, y supone que va a burlar toda la oposición, y la oposicioncita gobiernera, y va a traerse a las masas tras de sí sin decir adónde. Ojalá no vaya a ser cosa, que sin querer y por puro deseo de innovar no termine envalentonando a Maduro y al novísimo CNE, con el bravío Rafael Simón a la cabeza.
Total, que, a mi arbitrario entender, y hasta nuevos postulantes, creo que Guaidó es la buena carta que tenemos. Sí a lo mejor pasa, todo pasa. Pero vale la pena acompañarlo, él y el país se lo merecen.
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