Se empieza por casa por Fernando Rodríguez
Al presidente Hollande le ha ido bien, suele suceder, en su luna de miel con la nación francesa. Acaece pero es bastante difícil en la Europa traumatizada hoy por la crisis que atraviesa, la más severa después de su unificación. Rajoy ha tenido que sudar a mares en la suya en una España muy averiada e irritable.
Nada espectacular lo del socialista francés. Resistencia a aplicar el rigor germánico a sus castigados ciudadanos. Unas cuantas medidas de estilo socialdemócrata, moderadas pero que distienden: impuesto significativo a la riqueza, reducción del IVA, mínimo aumento de sueldos, mejoras en las pensiones de jubilación… Pero si algo ha impactado en estos días iniciales de gestión ha sido las medidas de austeridad aplicadas al alto gobierno. Rebaja de su sueldo y la de sus ministros (19 varones e igual número de féminas, con acento multirracial, lo cual es ya significativo) en un 30%, supresión de los vehículos oficiales, impedimentos para recibir regalos, viajes preferiblemente en trenes…
Ahorros que irán a fines sociales específicos y cuantificados, tales como guarderías y barrios muy deteriorados. Todo lo cual contrasta con las suntuosidades con que su antecesor acompañó su gestión y que mereció un escrito indignado de Carlos Fuentes.
Se dirá que esto que bosquejamos en grandes líneas no es nada en extremo original y seguramente de efectos económicos insignificantes. Pero ese «gobernar de otro modo» pudiese tener un alto valor simbólico moral y político en un mundo donde los hombres de Estado parecen olvidar los principios morales y hasta los buenos modales y cuya cumbre europea ha sido sin duda el sátrapa de Berlusconi.
Al parecer la opinión pública francesa ha sintonizado enormemente con estos gestos y sus reminiscencias de mejores tiempos de la ética pública.
Ciertos realistas dirán, además, que como en toda luna de miel las promesas de honestidad y fidelidad son de rigor, lo duro es mantenerlas después.
Por aquí tenemos un ejemplo estupendo de esa dinámica cruel. El actual Presidente montó todo un show telenovelesco donde prometió vender cuantos bienes suntuarios había en manos del alto gobierno y añoró vivir en un rancho en vez de en la impúdica Casona e hizo votos de pobreza como un anacoreta.
Ya sabemos en que terminó la zarzuela barata, en un pequeño califa tropical recorriendo el mundo, en una nave aérea colosal, con comitivas imperiales, como parte de la presidencia más onerosa de la república, en medio del más grande festín de la corrupción que el país haya conocido.
Pero sería absurdo pensar que este nefasto precedente invalide cualquier proposición en este ámbito. Antes por el contrario, diríamos, la hace más necesaria que nunca. Mostrar con toda claridad que esa vocación de servicio y esa pureza de objetivos, sin los cuales no se llega al país deseado, sigue siendo posible y que la política puede volver a ser uno de los más altruistas y sacrificados oficios humanos. Vaya falta que hace.
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