¿Se “estabilizó” la crisis en Venezuela?
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¿Se puede afirmar que la crisis en Venezuela se “estabilizó” tal como señalan algunos líderes de la región? Venezolanos y expertos responden
Texto: Voz de América
¿La crisis en Venezuela se “estabilizó” tal como señalan algunos líderes de la región? Cuatro venezolanos: un pensionado, un trasplantado, un trabajador independiente y una ama de casa responden. La VOA consultó además a un economista, un experto en salud y un sociólogo.
“Más para mal que para bien, la crisis en Venezuela se ha estabilizado”, dijo el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, el pasado 2 de febrero mientras explicaba que el flujo de migrantes venezolanos por la selva panameña del Darién había “disminuido”.
Un día después, el 3 de febrero, el gobierno de Estados Unidos puso fin al Estatus de Protección Temporal (TPS), -bajo la designación de 2023- que protegía a miles de venezolanos de deportaciones.
Según el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU (DHS), en Venezuela existen “notables mejoras” en áreas como economía, salud pública y crimen, que permiten a miles retornar de forma segura a su país.
Venezuela entró a la lista de beneficiarios del programa TPS en el año 2021, debido a la grave crisis política y económica que sacude al país.
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¿Cómo es la Venezuela de 2025? Es un país desigual, donde cinco millones de venezolanos pasan hambre, según el más reciente informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La escasez de alimentos quedó atrás, pero en los bolsillos de la clase trabajadora aún no hay dinero suficiente para comprarlos.
En las calles, por ejemplo, autos viejos contrastan con otros de lujo. Mientras que una élite tiene a disposición restaurantes con menús dirigidos a precios internacionales, el grupo mayoritario de la población se las ingenia para comprar los productos de la semana con pagos a cuotas. La salud pública no escapa de las ya arraigadas fallas en los servicios de agua y electricidad, que golpean a cada rincón del país.
Y aunque es menos frecuente el robo callejero, salir de casa con el celular, con textos, fotos o videos relacionados con política, puede conducir a extorsión o prisión por parte de agentes del gobierno.
Economía en Venezuela
Venezuela vivió una compleja crisis económica, entre 2013 y 2021, con una reducción de 80 % en el Producto Interno Bruto (PIB) y una hiperinflación por cuatro años consecutivos, entre 2017 y 2022. No obstante, en los últimos años, la economía mostró signos de recuperación. Al menos así lo reflejan los indicadores macroeconómicos.
Al cierre de 2024, el crecimiento del PIB se ubicó entre 4,4% y 5%. Sin embargo, este número no es suficiente para una economía con años en rojo. Tampoco para que sea perceptible en la calidad de vida de la gente.
“No significa que la gente hoy tenga una mayor capacidad para invertir. Simplemente tiene capacidad para sobrevivir, para adquirir bienes básicos”, explica a la Voz de América el economista Luis Arturo Bárcenas, de la firma Ecoanalítica.
“La economía está creciendo, hay muchas más transacciones que antes, pero eso no afecta a toda la población”, insiste.
El crecimiento ha sido impulsado por una recuperación de la producción petrolera, principal fuente de divisas para la nación, que pasó de 553.000 barriles diarios en 2021, a 921.000 en 2024, según datos de la OPEP, pero cuyo impacto “es incipiente en las familias” venezolanas, de acuerdo con Bárcenas.
La dolarización “de facto” y la flexibilización de algunos controles sobre la economía, a partir de 2019, permitieron que la moneda estadounidense circulara libremente en el país, tras años de su uso ser satanizado por el gobierno chavista.
El billete verde dio un respiro a trabajadores independientes: plomeros, estilistas, jardineros, ayudantes de hogar, entre otros; comenzaron a aceptar pagos en dólares. Y esto, en parte, permitió proteger sus ingresos de la inflación crónica.
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Pero el dólar incluso perdió poder de compra en Venezuela. Lo que el año pasado costaba 100 dólares, hoy vale 115, calcula Bárcenas.
Venezuela cerró el 2024 con una inflación de 85 %, la cifra más baja en una década, según cálculos del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF). Pero aún así, sigue siendo la segunda más alta de América después de la de Argentina, que alcanzó 118 %.
“Tú estás viendo una inflación que ha cedido, ciertamente, pero ningún país del mundo tiene calidad de vida con una inflación anual de 50 a 60 por ciento”, apunta Bárcenas.
El gobierno mantiene el ingreso mínimo mensual de los trabajadores congelado desde 2022. Ese año, el sueldo de 130 bolívares equivalía a unos 30 dólares, hoy la misma cantidad se traduce en menos de tres dólares. Para paliar la crisis, Caracas asigna periódicamente bonos en bolívares.
La canasta alimentaria de una familia de cinco personas cuesta casi 500 dólares, de acuerdo con el último reporte del Centro de Documentación y Análisis Social (CENDA).
“Muchos sectores venezolanos están en una suerte de modo supervivencia”. Y aclara: “es muy fácil ver tasas de crecimiento altas después de haber caído tanto”, insiste Bárcenas, de Ecoanalítica.
Durante los años de crisis, las desigualdades en el país se profundizaron y los salarios se pulverizaron.
“El que era clase media, ahora es pobre”
“Aquí el que era rico, ahora es clase media; y el que era clase media, ahora es pobre; y el que era pobre es subpobre”, lamenta Jaqueline Cuquejo, de 62 años, en conversación con la VOA, desde su casa ubicada en una barriada pobre al este de la capital Caracas.
“Yo como porque los vecinos me ayudan”, confiesa la mujer, quien por tres décadas trabajó en la industria textil. Hoy se sostiene con una pensión y una bonificación que da el gobierno. En promedio, recibe 40 dólares al mes. Desde octubre – relata – adelgazó 22 kilogramos.
Como Cuquejo, cinco millones de venezolanos pasan hambre, según el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición para América Latina y el Caribe, un documento elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
¿La economía del venezolano ha mejorado? – “Eso es una utopía”, responde sin dudar Oswaldo Díaz, herrero y activista social en una de las barriadas más empobrecidas de Maracaibo, en el occidental estado Zulia.
Díaz, de 56 años, alega que la mayoría de las familias de su comunidad celebran cuando pueden comer dos veces en un día. En su caso, ofrece descuentos en su trabajo de hasta 50 % para atraer clientes. “Es cobrar como sea para poder comer”.
Salud pública
Venezuela tiene un déficit de 50 % de camas hospitalarias y más del 60 % de los quirófanos no están operativos, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hospitales, un monitoreo que, desde hace una década, busca documentar las fallas en el sistema público de salud.
“Ese es el primer torniquete que consigue un paciente cuando va a un hospital. El acceso a una cama hospitalaria”, explica a la VOA el presidente de la Academia Nacional de Medicina, Huníades Urbina.
Las cifras de la Federación Médica de Venezuela arrojan que unos 42.000 trabajadores sanitarios se han ido del país en la última década, por la crisis.
“Hay servicios que no pueden dar la atención que se necesita, si no cuando se pueda por el volumen de pacientes que siguen llegando a hospitales, pero no hay cómo atenderlos”, advierte Urbina, médico pediatra.
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“Cuando el paciente por fin tiene un cupo, tiene que comprar desde la lencería hasta el medicamento”. Según Urbina, el paciente paga 70 % de los costos para poder ser atendido, a pesar de que en el país la salud pública es gratuita.
De esto también da fe Jaqueline Cuquejo, quien el año pasado tuvo que acudir a un hospital público de Caracas. “Había que llevar todo: guantes, gasas, hojillas de bisturí, tapabocas”, describe, mientras muestra una cicatriz.
“Es crítica la situación”
“Estamos viendo en los últimos años que la clase media que no puede tener un seguro, tiene que acudir a los hospitales. Estábamos mal y seguimos mal”, recalca Urbina.
La falla de equipos y de especialistas complica y demora la atención de urgencias. Un paciente con un infarto o una neumonía puede pasar dos a tres horas en sala de espera, relata Ubina: “los hospitales se han convertido en un depósito de seres humanos”.
Y aunque el abastecimiento de fármacos en las droguerías mejoró, los precios son inalcanzables para la mayoría.
“Comes o tomas medicinas”, lamenta Urbina, quien alerta que los enfermos cortan las píldoras o reducen el número de días en que las toman “para que rinda”.
Otros como Simón Silva, de 56 años, recurren a fármacos vencidos. “Ahorita estoy en eso”.
Silva cumple 23 años con un trasplante de riñón y requiere inmunosupresores de por vida para evitar que su cuerpo rechace el órgano donado.
El Estado, a través del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, entrega gratis tratamientos a pacientes que padecen de enfermedades como cáncer, hemofilia, lupus, osteoporosis, hepatitis, artritis; pero con frecuencia, el programa falla, como en el caso de Silva.
Desde hace siete meses no recibe el micofenolato, fármaco que -por su elevado costo- no se consigue en farmacias comerciales. “Es crítica la situación (…) tener pérdida de un órgano o fallecer por falta de medicamentos es el colmo, no tiene nombre”.
“Tengo compañeros [trasplantados] que se han ido del país justamente por falta de medicamentos”.
“Cuando uno escucha a un personero del gobierno decir que aquí caben dos Venezuelas, la evidencia nos aplasta, porque es falso que aquí la cosa se solucionó”, indica Urbina.
Urbina aplaude la ayuda de distintas oenegés del mundo “que se han interesado por la denuncia que venimos haciendo y nos están ayudando en hacer pozos en los hospitales para tener agua, poner plantas eléctricas y tener neveras con paneles solares para las vacunas”.
“Pero siempre digo: usted no puede poner la salud del Estado en donaciones”.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que el gasto público en salud de cada país se acerque al 6 % de su PIB, pero Venezuela apenas asigna 1,4 %, tal y como consta en un reporte de la Organización Panamericana de la Salud.
Seguridad en Venezuela
Venezuela pasó de tener una tasa de 91 muertes violentas por cada 100.000 habitantes en 2016 a 26,8, en 2023, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), una caída de más de la mitad de la cifra. Pese al descenso, el país se mantiene entre los tres con mayor criminalidad en Latinoamérica, después de Ecuador y Honduras, de acuerdo con el centro de investigación Insight Crime.
“¿Ha mejorado la sensación de seguridad de la población? Sí”, asegura a VOA el director del OVV, Roberto Briceño León, sociólogo y doctor en Ciencias Sociales. “Pero no han disminuido las bandas, y han consolidado tanto su dominio territorial que ni siquiera necesitan ejercer abiertamente su violencia”, apunta el especialista.
Venezuela cerró el 2024 con una inflación de 85 %, la cifra más baja en una década, según cálculos de OVF.
Cuatro factores son clave para entender esa reducción, según el OVV: la crisis económica, la emigración, la pandemia y los operativos de seguridad del Estado.
Briceño León recuerda que cuando se desató la hiperinflación, la gente dejó de tener dinero en efectivo, comenzó el éxodo masivo de ciudadanos y los venezolanos tuvieron cada vez menos artículos de valor en su poder.
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“Buena parte de la reducción de la criminalidad se debe a que se han perdido las oportunidades del delito, y durante estos años, la pobreza generalizada, el achicamiento general de la economía; lleva a que las oportunidades del crimen están muy focalizadas”, expone.
Es decir, el delito se traslada ahora al limitado grupo de la sociedad con mayor capital. Y ahí comienza a recrudecer la extorsión de bandas armadas o grupos irregulares a productores agropecuarios o comerciantes.
“Los robos y secuestros también se han reducido. El delito depredador ha disminuido por la inmensa desigualdad que se ha dado Venezuela”.
Para 2023, Insight Crime registraba al menos 10 organizaciones criminales azotando Venezuela, entre las que figuraban la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Tren de Aragua, que extendió sus tentáculos por países del mundo, y que de acuerdo con el gobierno chavista fue desarticulada, tras operativos policiales y militares en prisiones.
¿Y las libertades políticas?
La cifra de arrestos por razones políticas este febrero es cinco veces mayor que la de diciembre de 2021, según registros de Foro Penal, una organización referencia de la sociedad civil en la materia.
En la actualidad, en el país, existen 1.196 presos políticos. En 2021, año de activación de los TPS para venezolanos, eran 244.
La cantidad de detenidos por causas políticas alcanzó un pico sin precedentes horas después de las manifestaciones antigubernamentales que siguieron a los polémicos comicios del 28 de julio, en los que Nicolás Maduro fue proclamado vencedor por el Poder Electoral, que no mostró las actas. Y luego que el líder opositor Edmundo González se adjudicó también la victoria.
Unas 2.400 personas fueron arrestadas y acusadas por el gobierno de terrorismo. Aunque a la fecha suman 1.896 las personas excarceladas, la mayoría debe presentarse periódicamente ante la justicia.
Sólo en enero, hubo al menos 65 políticos, 4 periodistas y un activista de derechos humanos detenidos por el gobierno.
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Hace cinco meses, en septiembre, la Misión independiente de Determinación de Hechos en Venezuela, designada por el Consejo de DDHH de las Naciones Unidas para investigar las posibles violaciones en el país desde 2014, advirtió que existe “una represión sin precedentes” y “una grave crisis de derechos humanos”.
Además, en enero, aseguró que las detenciones políticas en el país continuaban e “infunden un temor generalizado en la población e impiden que muchas personas se expresen libremente o realicen su legítimo trabajo en defensa de los derechos humanos”.
Y diversas organizaciones internacionales y asociaciones que velan por los derechos humanos mantienen que Venezuela enfrenta una “emergencia humanitaria compleja” que amerita una respuesta o acción internacional para solucionarla.
En todo caso, la Venezuela de 2025, gobernada por Maduro desde 2013, puede resultar hoy muy distinta según el período con el que se compare. Pero para Jaqueline, Simón y Oswaldo las dificultades siguen.
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