Se nos van…, por Carlos Bracho
Autor: Carlos Bracho | @elcarlosbracho | Inst. @carlosbracho
Febrero, mes controversial, de mucha angustia en la espera de anuncios que nunca llegaron y los que llegaron fueron a medias, mes de profundización de políticas erradas, de crisis, de escasez de efectivo, de crisis humanitaria, de desidia gubernamental y de dictadores disfrazados de demócratas como si la octavita de carnaval fuera eterna.
Usted mejor que yo, sabe, que lo que le dije arriba es tan sólo la sinopsis por resumida de lo que a fondo padece el país y nuestros paisanos. Deduzca entonces usted la indignación y mezcla de sentimientos que tengo al escribir estas líneas.
Como siempre les digo mis columnas de opinión trato de enfocarlas en algún tema que nos lleve a reflexionar y a regenerar energía para seguir en la lucha por el rescate de la democracia, los valores y el respeto. Por eso quiero echarle un cuento, acá entre panas, así que permítame hablarle un poco más coloquial y con sentimiento, quizás.
Hace unos días salí de mi trabajo a eso de las 5:30 PM, era un día ligero, sin anuncios trascendentales, sin ruedas de prensas emblemáticas y sin reuniones políticas; en la ruta que ese día elegí me tocó pasar por Aeroexpreso Ejecutivo, terminal de autobuses ubicado en Chacao.
La cola estaba un poco fluida en comparación con otros días, pero como si de un trabajo reporteril se tratara (trabajo que respeto, pero que no es mi rama) me tocó sacar el teléfono y parar el tráfico con mis luces intermitentes, para captar la imagen que usted acaba de ver cómo portada de este artículo. Como todo fue tan apresurado se me dificultó captar las manos hacia arriba, las lágrimas de quienes se iban y el llanto de quienes se quedan, pues sí, así mismo; para nadie es un secreto que el que se va aguanta el dolor con un nudo en la garganta creyendo que el brillo de sus ojos no delata el corazón roto, tratando de hacerse “el Fuerte” para que el que se queda no sufra “mucho” y pueda quedarse con ese recuerdo de “esperanza”, que al fin y al cabo nunca se aprecia por los sentimientos de dolor, frustración e impotencia latentes en esa escena clásica de despedidas de quien sabe que muy pronto no vuelve.
Fue impresionante, me dejó incluso en shock, la gente seguía el autobús a pie saludando hasta que el semáforo se puso en verde y el transitar de los carros llenos de personas cansadas de su rutina cortó la despedida llena de sentimientos. Fue en ese momento cuando los que se quedaron se sentaron en el muro pensativos, a secar las lágrimas y a abrazarse entre sí y cuando los que se fueron abrieron aún más las cortinas de sus ventanas y pudieron apreciar el atardecer en el Ávila que los despedía con nubes despejadas y un naranja idéntico al de los atardeceres del Orinoco.
Justo en ese momento pensé: se nos van… se nos van los jóvenes, los padres, las familias, los que tienen mucho y los que no tienen nada, los productivos y los que no producen tanto, los profesionales, los técnicos y los que no, se nos van, nuestros hermanos…»
Pero también de inmediato y luego de un suspiro me permití apreciar el Ávila, las nubes, el atardecer y dije: pero nosotros nos quedamos, nos quedamos por ellos, sí, los que estamos luchando por el rescate de la democracia, los valores, la educación, la seguridad ciudadana, la economía, la salud y el respeto, nos quedamos por todos los venezolanos, nos quedamos por los que se van, los que quieren volver, los que quieren irse y los que están, nos quedamos porque simplemente entendemos el rol histórico que estamos cumpliendo y por qué es una decisión que cada corazón toma»
A los que se van y los que se quedan les digo, ambos son importantes siempre y cuando sigan amando y honrando esta tierra, no se sientan presionados o intimidados ante la toma de cualquier decisión, lo que sí les digo es que siempre y donde quiera que estemos Venezuela es primero, en ella tenemos que pensar y por ella tenemos que luchar, Venezuela siempre va a valer la pena. Un abrazo a todos.
Dios los bendiga, Dios bendiga a Venezuela.
Deja un comentario