Sean sinceros con eso de las ciudades comunales, por Beltrán Vallejo
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Vuelve a aparecer el tema del poder popular, el tema comunal, el tema de las ciudades comunales. Vuelve el régimen con esos refritos que, por cierto, fueron derrotados en la aventura del referendo de Chávez en el 2007, cuando lanzó su denominada «geometría del poder» que el pueblo hizo añicos; pero él después vaipaceó dicha decisión soberana y la convirtió en leyes —o más bien la transformó en tigre de papel mojado— que ellos mismos, los chavistas, y después los maduristas, terminaron de convertir en papel higiénico.
No quise abrir opinión antes sobre estos temas, presentados por el desocupado Maduro como pivote de la agenda de su Parlamento. Veo ocioso y morboso referirme a estos espantapájaros del retoricismo chavomadurista porque el país tiene otras angustias y prioridades antes que darle más combustible a la opinática sobre estas falacias del régimen, como abusos legales y constitucionales. Pero no queda otra, hay que hablar.
El pueblo no está para más caricaturas viejas. El pueblo está para que lo salven del coronavirus, de la hiperinflación, del desastre de Cantv y del Coqui. No está para más embustes de participación ciudadana ni para más embelecos del poder popular.
Estas rimbombantes ciudades comunales se exponen para ningunear a las alcaldías que ya no hace falta que las sigan ninguneando, que las sigan vaciando de competencias y de recursos. ¿Para qué quieren continuar en eso de desdibujar los municipios y las alcaldías, si ya la mayoría de los gobiernos locales no pueden ni poner un bombillo ni adornar una plaza porque no tienen recursos, porque están desmantelados, porque son organismos parásitos y corruptos y porque no tienen alcaldes sino bodegueros?
¿Entonces, la respuesta a esa debacle de los municipios son estas ciudades comunales? ¿Cómo se van a sostener estos parapetos y su nueva burocracia de funcionarios no electos por sufragio universal, directo y secreto sino por un asambleísmo y un consejerismo de comunas bajo el control del PSUV, UBCH y demás bagazos del neototalitarismo y del neofascismo?
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Vamos a ser sinceros. Cuando nos hablan que una «ciudad comunal» es un agregado o articulación de comunas que, a su vez, ellas son agregados o sumatorias de consejo comunales que hacen un solo ente territorial y poblacional. Salta mi antipatía en preguntar: ¿dónde funciona eso?
¿Dónde hay comunas funcionando? ¿Dónde se ha visto un parlamento comunal de alguna de esas comunas? ¿Qué pasó con los consejos comunales? que, por cierto, se iniciaron con ímpetu y romanticismo, con idealista participación. Hasta yo colaboré en una jornada maravillosa en Carúpano en el 2005, donde se eligieron por votación directa, secreta y universal los voceros de unos 100 consejos comunales en una semana.
Pues, primero Chávez los mató partidizándolos y, luego, Maduro los enterró con esas figuras del hambre llamadas los CLAP. Ahorita lo único que para medio se organiza la gente, o es convocada, tiene que ver con las cajas de CLAP. La participación ciudadana fue aplastada por el controlismo del régimen y por el hambre.
¿Quieren que siga preguntando sobre eso del «poder popular»? ¿Dónde quedó lo del presupuesto participativo? ¿Dónde quedó la contraloría social? ¿Dónde quedaron los cabildos abiertos? ¿Dónde quedaron los consejos locales de planificación de políticas públicas? ¿Me pueden hablar estos tipos sobre poder popular si cuando una gobernación o una alcaldía es ganada por votación universal, directa y secreta por algún líder que no les gusta a ellos, ahí mismito les colocan un «protector»?
¿De qué democracia popular me hablan estos tipos?
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