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“Sebastián Francisco de Miranda”, entre comillas… (y II), por Eduardo López Sandoval



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Sebastián Francisco de Miranda
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Opinión TalCual | octubre 16, 2020

Mail: [email protected]


Los biógrafos de Miranda son contestes cuando escriben que la principal razón por la cual Miranda se embarca para España en 1771, es la incómoda situación de segregación que en ese momento sufría su familia en la persona de su padre, quien era discriminado por la poderosa clase social caraqueña compuesta por los blancos criollos-los mantuanos.

(Reiteramos en este paréntesis que el nombre del padre del prócer de la independencia era también Sebastián Francisco de Miranda).

El 16 de abril de 1769 se desencadenan estos hechos que la historiadora Inés Quintero, en su obra Francisco de Miranda, cuenta con las siguientes palabras: “…el gobernador y Capitán General José Solano y Bote había convocado a una ceremonia a fin de instalar las compañías de milicias de la ciudad, organizar sus respectivos batallones y designar a sus oficiales.

“Al día siguiente, en casa de Juan Nicolás Ponte, nombrado comandante del batallón de blancos en la ceremonia del 16, se reunieron la mayoría de los oficiales que habían recibido nombramientos aquel día y acordaron dirigir un memorial al Capitán General para expresarle que si bien no tenían la intención de excusarse de cumplir con el Real Servicio, no estaban dispuestos a aceptar los empleos otorgados si no se excluía a Sebastián Miranda como oficial del batallón de blancos.

La negativa obedecía a que todos ellos pertenecían a las primeras esferas de la ciudad y eran descendientes de sus más ilustres pobladores, en consecuencia de lo cual no podían alternar con un individuo de inferior calidad, que notoriamente ejercía el oficio de mercader y que, como tal, estaba casado con una panadera.

Desatenderían así las circunstancias y méritos de sujetos de su clase y constituiría un agravio evidente a la calidad de sus familia s si convenían en admitir un sujeto de baja esfera, y de quien se decía era mulato, para que compartiese junto a ellos la distinción de oficial en el batallón de blancos de la ciudad.”.

Toda esta situación dio nacimiento a un litigio judicial que en su procedimiento último, en última instancia, fue conocido por la Corte en Madrid; ésta falló a favor del padre de Miranda, pero el proceso dejó al hijo mayor de esta honorable familia en la disyuntiva de seguir viviendo en Caracas, y seguir siendo discriminado como “el hijo de la panadera” y el isleño, o irse para Madrid, y probar suerte sirviendo a la milicia del Rey. El joven Miranda optó por embarcarse para España.

*Lea también: 1492, sin perdón, por Ángel R. Lombardi Boscán

Razones por las cuales el prócer dejo de llamarse Sebastián, como se llamaba su padre, acaso para desvincularse de los problemas que cargaba su familia en Caracas, que ponían en entredicho su origen, y para la época ponían en duda su carrera militar que recién pensaba iniciar en la península. Y empezó a hacerse llamar Francisco, como se llamaba su hermano premuerto y también su madre. Cuestión que asomamos como hipótesis, que ojalá pueda ser comprobada por la investigación histórica en los alcanzables tiempos por venir en el horizonte de nuestras vidas, mis panas lectores.

A los razonamientos antes dichos, para los que insisten con el atropello de poner el nombre a una escuela de Sebastián para hacerle un homenaje a Miranda con el nombre que él no quiso usar, recordemos el caso de un destacado personaje de nuestra historia, coetáneo con Miranda, Simón Rodríguez, este Maestro se llamaba en realidad Simón Carreño Rodríguez, pero por un problema familiar, con quienes llevaban el apellido Carreño, posiblemente con su padre o con su hermano Cayetano, este ciudadano, en el pleno uso y disfrute de su libertad, prescindió del uso de su primer apellido, así como Miranda lo hizo con su primer nombre.

Otra razón por la cual reeditamos este escrito, además de la reincidencia del Gobierno en violar la voluntad de Miranda, es que se aproximan unas nuevas falsas elecciones y han sido los candidatos todos de los últimos lustros, consecuentes también en el atropello del cambio del nombre de Francisco de Miranda en las alegres declaraciones y discursos…

(Para que hablemos un tantico de lo falso que son estas elecciones, vale este paréntesis, vamos a preguntarnos, ¿cuáles son las opciones de posibles Diputados al Parlamento que no favorezcan al Gobierno? ¿Alguno de los candidatos podría hacer algo a favor del país y sacrificar sus cuentas en dólares por venir? Recuérdese que Ramos, el Presidente de la directiva del primer año de este accidentado período legislativo, no movió un dedo en todo el período –a pesar de que tenía suficientes votos–, para aplicar al Interfecto la norma constitucional de la Ausencia Absoluta, o el Impeachment, tal como democráticamente se lo aplicaron a Dilma en Brasil por esas fechas.

No olvidar que el tal Borges sí decidió en las primeras horas de su presidencia la Ausencia Absoluta que añoraba la mayoría después de un año en el congelador adeco. Pero pocas horas después –petrodólares de por medio, presumimos–, dio una declaración donde reclamaba al Interfecto –recién depuesto– que no podía presentar la Memoria y Cuenta ante el TSJ, que lo constitucional era que la presentara ante el Parlamento… Sucedió en este teatro de Ionesco que el órgano público encargado de despedir al funcionario Presidente lo reenganchó de forma indirecta.

Y lo más grave dejó en el olvido esta monumental decisión, y por si fuera poco dejó que los jóvenes que salieron a la calle a manifestar los masacraran sin esa bandera política, ¡no teníamos Presidente! El siguiente Presidente de la Asamblea Nacional no hizo nada que merezca recordar su nombre.

Reconocemos sí que el joven Juan Guaidó, el inmediato Presidente del Parlamento, sí movió un dedo por resolver la crisis de Gobierno que padecemos, pero recuérdese también que dentro de esa mayoría que aún tenía no contó con los votos para juramentarse como Presidente de la República. ¿Por esta misma gente vamos a votar este 6 de diciembre?)

El maltrato de Poseso a Francisco de Miranda se ilumina con meridiana luz cuando lo comparamos con Simón Rodríguez, el Maestro de Bolívar, reiteramos que se llamaba Simón Carreño Rodríguez, pero no usó nunca en su larga vida su primer apellido: Es muy flaco el homenaje que haríamos a Simón Rodríguez si fundamos una Universidad que se llame Simón Carreño Rodríguez.

La conclusión es tuya mi pana lector…

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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Eduardo López SandovalOpinión


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