Segunda oportunidad, Wilfredo Velasquez
Eventos, como el protagonizado por el régimen junto a las baratijas, adquiridas a propósito de la elección de la directiva de la Asamblea Nacional, hacen pensar que el relato del Socialismo del Siglo XXI, se aproxima a su fin.
Actos tan bochornosos como los protagonizados, ante los ojos asombrados del mundo, demuestran que degeneraron en una oligarquía corrupta, ideológicamente agotada, a la que solo le interesa monopolizar el poder, para usufructuar a sus anchas las riquezas del país. Son política e ideológicamente incoherentes, utilizan los medios y la fraseología socialista solo para manipular a la población, intencionalmente empobrecida.
El socialismo es una ficción, cuya principal oferta es la utopía igualitaria, que debería concretarse en un espacio intemporal, que nace con la toma del poder y dura lo que dure la construcción del socialismo, que nadie sabe en qué momento empieza ni en qué momento se da la transición al comunismo, para empezar a disfrutar el sueño igualitario que significa la “felicidad» socialista.
En contraposición, la ficción democrática, ahora identificada con el neoliberalismo, ofrece un portafolio de intangibles, como el respeto a los derechos humanos, la libertad personal, el poder del voto, el libre mercado, igualdad de oportunidades, la movilidad global de ideas, personas y bienes, además de un Estado, poco ingerencista, de bienestar y capaz de garantizar la seguridad social y la educación.
Ante estas dos opciones, pareciera más razonable el discurso liberal, o neoliberal en su nueva versión, que tomando elementos realizables de la utopía socialista, mejora la oferta ante un mundo globalizado, que enfrenta situaciones tan terribles como el desastre ecológico que vaticinan y dos revoluciones en curso, que trascienden los gobiernos nacionales y hasta a las organizaciones internacionales, como son la revolución de la infotecnología y la biotecnología, lideradas por organizaciones supranacionales que deciden, unilateralmente, sobre el activo más valioso que hoy por hoy tiene la humanidad, la información y su capacidad para incidir sobre la conducta de la sociedad.
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En Latinoamérica cuando hablamos de neoliberalismo pensamos automáticamente en el FMI, Banco Mundial o en cualquier organismo multilateral y en sus planes de ajustes a las economías supuestamente auxiliadas, que generan crisis económicas más severas que las que motivan la solicitud de apoyo a dichos organismos. En el caso venezolano, donde el país ha sido víctima de un saqueo generalizado, que ha creado una crisis humanitaria compleja, como si hubiéramos sufrido la peor guerra y el más terrible desastre natural. Con todo lo que la CHC significa, debemos pensar desde ahora en el modelo político y económico que debemos implementar para lograr la recuperación económica y posteriormente el desarrollo del país.
El modelo trasnochado, inspirado en Cuba, fracasó rotundamente y el anterior que se venía implementado se agotó, entonces ¿cuál es el camino? ¿Cómo orientar el desarrollo de un país mono productor, cuyo principal problema siempre fue, cómo distribuir una riqueza que no era producto del trabajo, y que dependía, en gran medida de imponderables en los cuales el país no podía influir?
¿Cómo ser neoliberal en un país, arruinado, con mucho potencial, con severas carencias de talento, y moralmente determinado por la alienación populista y la corrupción?
¿Cómo conformar gobierno con una clase política susceptible al soborno público?
El régimen no solo destruyó el sistema productivo, con “las misiones”, arrasó con la disposición al logro, la vocación de trabajo y la formación laboral de las masas trabajadoras, destruyó el empleo de calidad y creó, intencionalmente, un “lumpen”, dependiente de las dádivas del estado, organizado en concejos comunales, comunas, Ubch, milicias y mil formas más de agrupaciones, este ejercito de desposeídos, extremamente empobrecido, es incapaz de garantizarse el sustento y permanece excluido del sistema productivo.
Ante la fantasía de crear un estado comunal, termina uno, reconociendo que es más importante el supermercado que el concejo comunal y que el hipermercado supera con creces, los escasos beneficios que pueda brindar la comuna.
Por otro lado convirtió a todas las instituciones oficiales en centros de corrupción, creando una administración pública, paralela que cobra por todos los servicios gratuitos que ofrece el estado.
En lo económico, destruyó la industria petrolera, las empresas básicas y con ello la posibilidad de diversificar las exportaciones, eliminó la moneda nacional, a tal punto que las transacciones se hacen en monedas de otros países, trueque y hasta en oro.
Acabó con la agricultura y la ganadería, la pesca, en definitiva terminó con la agroindustria, lo que trajo como consecuencia el desabastecimiento y la inseguridad alimentaria.
Educación, salud, movilidad, todo está en ruinas.
Tenemos un país devastado.
¿Que modelo de gobierno se adecua a un país en ruina?
¿Que tan neoliberal se puede ser, cuando lo fundamental, es alimentar a una población hambrienta que no está en capacidad de insertarse al sistema productivo?
¿Qué tanta libertad se le puede otorgar al mercado, cuando tenemos una población que no puede gestionarse la atención sanitaria?
¿Cuanta autoridad necesita el estado para controlar la violencia que hoy nos invade?, ¿Puede un estado neoliberal manejar unos centros penitenciarios, donde los privados de libertad ejercen el control armado de los mismos y controlan las ciudades donde están ubicados dichos centros?
¿Qué modelo de gobierno puede corregir la situación que atraviesan las fuerzas armadas?, ¿Puede un estado neoliberal controlar unas Fuerzas Armadas beligerantes?
Ante la triquiñuela adelantado por el régimen, para crear una AN paralela, nos sentimos contentos de ver el “valor» con que respondieron los diputados al embate represivo del régimen, sin embargo asusta pensar que entre los adalides anticorrupción de hoy, puedan encontrarse los corruptos del mañana. Algunos no aceptaron la oferta porque no se la hicieron personalmente, no satisfacían sus ambiciones o porque ven mejores oportunidades en un gobierno de transición (emergencia) manejado por ellos. Los olores que despide la comisión de contraloría, el tintineo de las copas, las luces y el oropel de los trajes nuevos, reflejan los destellos del nacimiento de una nueva aristocracia. (¿Corrupta?)
Cuando pienso en esto tengo una pesadilla recurrente, veo a Pinochet y su neoliberalismo, oculto en las sombras y despierto aterrorizado, pensando en sucesivos golpes militares y la prolongación de la desgracia que hoy sufrimos.
O construimos una democracia de bienestar, sólida, transparente y de justicia y una ciudadanía responsable y comprometida o no habrá segundas oportunidades.