Seis meses de hiperinflación, por Marino J. González R.
La tasa de inflación del mes de abril de este año, difundida esta semana por la Asamblea Nacional, indica que la hiperinflación de Venezuela ya alcanza los seis meses de duración (desde noviembre de 2017). Esto es, seis meses seguidos con tasas de inflación mensual superior a 50%. Es decir, que los precios de los bienes se duplican en un período alrededor de los treinta días. Esto significa que la hiperinflación de Venezuela superó en duración a las experimentadas en Chile (1973), Perú (1988 y 1990), y Brasil (1989-1990).
También la intensidad de la hiperinflación alcanza un nuevo récord. Entre abril de 2017 y abril de 2018, la tasa de inflación anualizada ascendió a 13.779%. La progresión de este ritmo inflacionario indica que a finales de año los niveles pueden ser francamente astronómicos. Con mucho pesar, los venezolanos están sufriendo cada día los embates de la segunda hiperinflación del siglo XXI, la primera en América Latina en casi 30 años, la primera en un país de la OPEP sin guerra civil. Realmente, la hiperinflación venezolana ha superado las peores expectativas.
A la fecha, los venezolanos han conocido con mucha crudeza el impacto de la hiperinflación en su vida cotidiana. Saben que los aumentos del salario mínimo, sin ninguna otra medida, solo conducirán a la prolongación de la inflación. También conocen que cada día los aumentos de precios son más frecuentes.
A pesar de la evolución de la hiperinflación, no se perciben posibilidades de cambio en las políticas económicas. Las circunstancias políticas están más bien concentradas en otros aspectos. Es difícil imaginar que las medidas adecuadas cuenten con los fundamentos políticos y técnicos necesarios. De manera que el primer escenario a considerar es que la hiperinflación se profundice ante la inacción.
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La experiencia internacional indica que los gobiernos que ha enfrentado efectivamente los procesos de hiperinflación lo han hecho de manera inmediata. Un ejemplo en América Latina fue el programa aplicado en 1990 en Perú. El programa fue aplicado en el segundo mes de la hiperinflación, y los efectos se apreciaron de manera casi inmediata. Lo cual nos lleva a considerar que no existe en las instancias responsables la menor disposición para enfrentar la hiperinflación.
En estas circunstancias lo más probable es que las causas que condicionan la permanencia de la hiperinflación continúen presentes. Las consecuencias para las condiciones de vida de la población son altamente previsibles: mayor empobrecimiento, cierre de empresas, emigración forzada, deterioro del sistema educativo en todos los niveles, mayor deterioro de los servicios públicos. Las políticas implementadas en Venezuela están mostrando al mundo en tiempo real los límites del anti-desarrollo