Semana de la Patria, por Teodoro Petkoff
La verdad es que los fastos de febrero fueron más bien melancólicos. El desfile de la avenida Baralt, en medio de un impresionante vacío popular, fue un ridículo remedo de la «Semana de la Patria» que organizaba el general Pérez Jiménez. El acto central, en la Plaza Caracas, ni de lejos podía compararse con las grandes concentraciones de la avenida Bolívar; media plaza apenas. En el único sitio donde encontró gente fue en Maracay. No podía haber sido de otra manera. Hay algo de blasfemia en todo ello, cosa que no escapa a la sensibilidad popular y por ello esta, incluso la que es fiel todavía al comandante, se aleja, sin embargo, de celebraciones donde intuye un propósito sectario. Chávez se equivoca al pretender imponer a machamartillo el 4F como fecha patria. Como se equivocaron los adecos con igual pretensión respecto del 18 de octubre y Pérez Jiménez con el 2 de diciembre, día de su tercer golpe de Estado, y Cipriano Castro con el 23 de mayo, fecha de la invasión de los 60, en 1899, y Guzmán Blanco con el 27 de abril, día de su entrada a Caracas, en 1870. Como escribe Jesús Sanoja Hernández: «La gran equivocación de aquellos que triunfaron en invasiones, rebeliones o golpes de Estado y que luego fueron presidentes elegidos o autoelegidos, es la de equiparar el día de sus aventuras político-militares con las fechas fundacionales de la nación… (Estas) son símbolos de grandes rupturas y enormes afirmaciones, no episodios de luchas intestinas, revueltas armadas o revoluciones que, al proclamarse como tales, confunden fenómenos pasajeros con otros de real carácter histórico, donde lo que define es la permanencia y no la contingencia». Las naciones establecen las fechas patrias cuando ya la perspectiva histórica permite que sean miradas por todos como propias y no como un garrote en manos de una parte del país contra otra. Mírese Chávez en el espejo del 18 de octubre, del 2 de diciembre, del 27 de abril, del 23 de mayo. Estas fechas están en el basurero de la historia