Sencillamente asombroso, por Marisa Iturriza
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Legalmente se considera que al cumplir 21 años el humano deja de ser menor de edad y es capaz de acatar las responsabilidades, deberes y derechos inherentes al hecho de ser mayor de edad.
Con su diversidad de sucesos relevantes, más algunos progresos en contraposición a hechos políticos, económicos y sociales —unidos a desastres cuyas consecuencias han podido evitarse o disminuirse—, en enero ¡ya! con el año 2021 el siglo XXI estrenará mayoría de edad.
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Finalizando la quinta parte del siglo, crucemos los dedos para enderezar el rumbo “donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Depresivo, como el final de la novela de García Márquez, es que —tras contar con unas de las refinerías petroleras más importantes del mundo— aquí ya no se produce gasolina y hay que despilfarrar horas y días para comprar una gasolinita importada que puede pagarse en despreciados bolívares, la “subsidiada” cuando hay, o en divisa la que no, pero en cola más corta. Encima, los mecánicos dicen que afecta los motores.
Asombroso que, a pesar del coronavirus tan providencial como argumento, junto al del “bloqueo” y, tal como en la Navidad pasada, debido quizás a la tradición este mes, se nota como un poquitico distendido a pesar de las desatendidas protestas por agua, electricidad, gas, transporte, escasez, etc. y las de diversos gremios laborales.
Todo en contraste con la proliferación de los “bodegone$”, algunos fastuosamente decorados, abastecidos con toda clase de productos importados pagaderos en… divisa$; mientras, también es sencillamente asombroso que, a pesar de la pandemia que alarma por todo el mundo, miles emigran en busca de sustento a pesar de los riesgos que ello implica, como los naufragios recientemente reportados, con su carga dolorosa de humanos desesperados que, en vez de surcar “el mar de la felicidad”, zarparon para hundirse en el de lágrimas en un último y fatal viaje. Que en paz descansen.
Me hubiera gustado otro cuento de Navidad sobre un niño judío que nació en Belén, bajo el dominio del imperio romano que se disolvió a pesar de su poderío, mientras, asombrosamente, persiste el legado espiritual que ese niño dejó, pero luce más adecuado saludar el Año Nuevo con parte de un poema de Constantino Cavafis: «Los días futuros /se yerguen ante nosotros /como una hilera de velitas encendidas / velitas doradas, cálidas y vivas».
¡Feliz Navidad!
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