Servicios básicos, una tragedia sin precedentes, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
En los últimos años Venezuela ha vivido una importante crisis que supera todos los límites de su historia republicana. Una inflación galopante transformada en hiperinflación, índices de inseguridad nunca vistos, crisis humanitaria de dimensiones descomunales. Estas son solo algunas puntas de este iceberg devastador.
Pero otro fenómeno sin precedentes también arropó a los venezolanos: la crisis de servicios básicos.
Para describir un poco esto último les cuento que tenemos sectores en nuestro país a los que no llega el agua por tubería desde hace siete años. En las zonas urbanas, donde pareciera que se encuentran los menos afectados, el racionamiento de este servicio público, ya se hizo hábito. Entre siete y 15 días duran los ciclos sin agua, y apenas cuentan con agua uno o dos días entre uno ciclo y otro.
De acuerdo con lo dicho por organizaciones expertas en el tema, llegamos hasta este punto por la absoluta desinversión del Estado en embalses y sistemas de distribución de agua. Después de haber sufrido los embates del fenómeno natural «El Niño», el país entró en franca debacle, la misma que hoy mantiene a los acueductos del país –desde Zulia hasta el oriente– sin agua la mayoría del tiempo.
Al analizar la realidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) estamos a punto de Récord Guinness, si este premiara la ineficiencia en el planeta. Casi medio millón de fallas en la distribución de energía contabiliza el Comité de Afectados por Apagones solo en los tres años transcurrido desde el 7 de marzo de 2019, fecha en la cual el país se quedó a oscuras por largos días producto del mega apagón nacional.
Hay comunidades remotas que a la fecha son víctimas diarias de los cortes eléctricos programados que aplica Corpoelec. Así nos llegan reportes diarios de los estados Mérida, Trujillo, Táchira y Zulia, todo el occidente del país es el más afectado por estar en la cola del SEN. Pero tampoco sorprenden los constantes bajones eléctricos en los demás estados del país, incluida Caracas que, hasta hace poco, había estado exenta de las fallas eléctricas.
La realidad de nuestro SEN obedece, según conocedores del tema, a la corrupción y la falta de experticia por parte de quienes hoy ocupan altos cargos tanto en Corpoelec como en el Ministerio de Energía.
Pero no son solo estas las penurias que deben pasar nuestras madres, abuelos y niños. Además de las profundas deficiencias en el servicio de agua y el suministro eléctrico, las zonas rurales han retrocedido aún más para enfrentarse a un tema que se creyó subsanado: cocinar con leña. Es inaudito que en el país con las reservas de petróleo y gas más importantes del planeta, desde hace unos cuantos años colapsó el servicio de distribución de gas doméstico.
No hace falta salir de Caracas para registrar el drama de personas haciendo largas colas, con bombonas en mano, para conseguir tan preciado e indispensable bien. En barriadas como José Félix Ribas, Petare; Mamera o Carapita, Caracas; esta realidad agobia a quienes no cuentan con gas directo y dependen exclusivamente del Estado que, a través de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), ha monopolizado el servicio.
En esta radiografía trágica de los servicios públicos no podíamos dejar por fuera el tema de la conexión de internet y telefonía fija. Tenemos un país desconectado en pleno siglo XXI. A diario, vía redes sociales, me llegan cientos de reportes de personas que por años han luchado por recuperar una línea telefónica o un servicio de internet banda ancha, sin conseguirlo. También denuncian terribles mafias de inescrupulosos que cobran, en dólares, por la reconexión.
Toda esta situación que describo sobre la realidad de servicios públicos en nuestro país, además de ser absolutamente violatoria de los derechos humanos, ha cambiado la realidad de un grueso importante de nuestra población, modificando sus hábitos y sus presupuestos familiares. Como siempre, los más afectados son los más vulnerables.
Nuestra gente pierde horas de vida almacenando agua –cuando les llega por tubería–, o llenar su bombona de gas. Pero además hay pérdidas materiales que dejan las constantes fallas eléctricas y a las que los organismos competentes no dan respuesta.
No se trata de un tema de proselitismo político. Los servicios públicos deben funcionar para todos por igual. Quienes insisten en aferrarse en el poder, ya no tienen excusa para mantener a todo un país en ruinas. Es hora de hacer las inversiones necesarias para que nuestra población no siga pasando tanto trabajo.
Los míseros sueldos que devengan los trabajadores no les permiten pagar camiones cisternas constantemente. Mucho menos hacer grandes inversiones en plantas eléctricas. El sector comercial también urge de soluciones en torno a esta materia, ya bastante cuesta arriba resultó superar los estragos de la pandemia para tener que seguir luchando con esta situación.
Esto es un exhorto muy serio y responsable a alcaldes y gobernadores. Impulsen mesas de trabajo con expertos en las respectivas áreas para recuperar los servicios públicos en Venezuela. No hace falta señalar las razones que nos trajeron hasta este punto de la crisis, pero sí hay que buscar soluciones por y para la gente. Todas las encuestas más importantes del país señalan que esta se ha convertido en la principal preocupación de los venezolanos. No dilaten más las soluciones que el país reclama.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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