Sexto capítulo del diálogo de Maduro permitirá gastar tiempo y buscaría mitigar sanciones
Hasta febrero de 2021, suman seis los capítulos e iniciativas de los que se vanagloria la revolución. El investigador Miguel Ángel Martínez Meucci indica que la devaluación de la palabra «diálogo» obedece al uso oficialista para desmovilizar, dividir y cooptar a las fuerzas políticas y sociales de la alternativa democrática
Desde 2014, el gobierno de Nicolás Maduro acaricia la baraja del diálogo que tantas veces maniobró Hugo Chávez. Hasta febrero de 2021, suman seis los capítulos e iniciativas de los que se vanagloria la revolución cuyo saldo no se traduce en viraje político o económico.
Tras la instalación de la Asamblea Nacional (AN) de Maduro, a la que precedió un proceso electoral con normas sobrevenidas y un rosario de cuestionamientos, se conformó la Comisión para el Diálogo, Paz y Reconciliación que preside el diputado Jorge Rodríguez (PSUV). Aunque hasta ahora se han dado encuentros con algunos sectores, como Fedecámaras, algunos rectores universitarios y sectores de los trabajadores, todavía no está claro el rumbo del nuevo proceso, más allá de lo dicho por el oficialismo.
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El pasado 6 de enero, Maduro señaló que “Venezuela tiene que salir de la confrontación estéril, cuánto daño hubo este año pasado. Es un consenso nacional, de casi el 80% de los venezolanos, el rechazo a las sanciones”.
El gobernante puntualizó que el camino correcto es el del diálogo, el de la búsqueda de acuerdos y soluciones. “Si algo podemos sacar como aprendizaje es que debemos convivir, dejar la confrontación estéril a un lado ¡En Venezuela cabemos todos! “aseguró en su prédica.
Pese a que se trata de un proceso incipiente, hay algo que parece estar claro, acota Miguel Ángel Martínez Meucci, especialista en Conflicto Político y Procesos de Pacificación.
“La devaluación que ante la opinión pública nacional ha sufrido la palabra ‘diálogo’ no es fortuita. Es resultado de su uso reiterado y mendaz por parte del grupo de poder que preside Maduro con miras a desmovilizar, dividir y cooptar a las fuerzas políticas y sociales de la alternativa democrática”, indica Martínez Meucci.
El investigador añade que los recurrentes diálogos han resultado “tremendamente eficaces para el chavismo”, por lo cual no debe extrañar que, en medio de algunas variantes, el gobierno insista en aplicar la fórmula una y otra vez.
El diálogo en veremos
En la reunión de la Comisión para el Diálogo, Paz y Reconciliación del 9 de febrero, el diputado Jorge Rodríguez dijo que “los trabajadores son las víctimas más directas de la brutal agresión contra Venezuela”.
En reunión de la Comisión especial de diálogo, paz y reconciliación nacional de la AN con trabajadoras y trabajadores de todos los sectores productivos y de todas las toldas políticas. Ellos son las víctimas más directas de la brutal agresión contra Venezuela pic.twitter.com/ruWVDMoHqh
— Jorge Rodríguez (@jorgerpsuv) February 9, 2021
De acuerdo con el también presidente de la AN de Maduro, en 2021 debe reconstruirse el estado de bienestar de los venezolanos.
Sobre esto, Miguel Ángel Martínez Meucci puntualiza que la presencia del dólar, las conversaciones con empresarios y la retórica del «estado del bienestar» son elementos a los que apela el chavismo para sobrevivir, «mientras se ofrece una cara más amable y pragmática que facilite la posibilidad de negociar para levantar sanciones».
Cree que, una vez más, se evidencia que lo único que parece preocupar a quienes controlan el Estado venezolano son las sanciones foráneas.
«Todos estas aproximaciones sectoriales procuran convencer a la población de que la razón fundamental de la miseria en Venezuela son las sanciones, así como impedir la rearticulación de una opción política alterna al chavismo. Y mientras más precaria sea la situación de la gente, más se tenderá a aceptar ofertas sectoriales, por precarias que sean, y a buscar soluciones particulares en vez de procurar el bien general de la nación», subraya.
En enero, en una entrevista con Associated Press, el diputado Jorge Rodríguez señaló que en lugar de pretender encerrar a Juan Guaidó tras las rejas, preferiría iniciar un proceso de diálogo con el dirigente opositor. No obstante, advirtió, este diálogo vendría condicionado porque Guaidó pida perdón por conspirar y por haber solicitado sanciones.
Al respecto, Guaidó, presidente de la AN de 2015 y reconocido por varios países como presidente interino, ha rechazado varias veces los llamados de Maduro a la nueva fase de diálogo. «Para nosotros es rutina reunirnos con Noruega, Suecia, China, Corea del Sur, para la dictadura sí es novedad porque quieren retratarse para buscar legitimidad”, aseveró Guaidó el 3 de febrero.
La reedición
El tema de los incentivos del gobierno de Maduro para retomar el diálogo viene determinado por la búsqueda de una negociación con los gobiernos que ejecutan las sanciones, insiste Miguel Ángel Martínez Meucci.
«El mejor modo de lograr una negociación eficaz en ese sentido es que los propios sectores internos de la oposición política y social, a quienes es mucho más fácil presionar, aboguen por el levantamiento de dichas sanciones. De ahí el gran lobby que se aprecia en estos momentos para solicitar que las sanciones sean levantadas», asegura el investigador.
Al mismo tiempo, percibe oportunidades para mejorar sus relaciones con las democracias occidentales, en donde, recuerda, hay muchas caras nuevas.
El investigador va más allá y hace un planteamiento clave. «Ante este panorama, hipotéticamente cabría preguntarse si estos diálogos no constituyen un primer paso hacia una transición lenta y progresiva, tal como se asevera con frecuencia. No obstante, si atendemos al control férreo que ejerce el chavismo sobre los partidos de oposición, a la dinámica represiva y a la proyección del Estado comunal, diría que lo que el chavismo tiene en mente es otra cosa», esboza Martínez Meucci.
La reedición del diálogo en 2021 no avizora resultados efectivos porque, lo que se ha visto, no garantiza un abordaje diferente del proceso, acota Francisco Coello, sociológo político. Atribuye esto al actor que encabeza la comisión de la AN de Maduro, Jorge Rodríguez, y también al hecho de que cualquier concertación real, sincera y con convicción de negociación, pasa por dar señales, especialmente de quienes ostentan el poder.
«Jorge Rodríguez llama a unos encuentros. Pero, por otro lado, detienen a cinco miembros de la organización Azul Positivo sin ninguna razón y se persigue a los medios de comunicación», acota Coello.
A los activistas de la Organización No Gubernamental (ONG) le fue otorgada la libertad condicional el 10 de febrero y presentación ante el tribunal cada 30 días.
El sociólogo cree que, contrario al argumento de siempre, el gobierno de Maduro no busca ganar, pero si gastar tiempo para muchos fines, entre ellos debilitar aún más a la oposición.
De esa manera, por ejemplo, se reúne con el empresariado para hacer ver que es el verdadero gobierno, esto pese a que Fedecámaras todavía no formaliza sus observaciones y no hay garantías de que sean tomadas en cuenta. Agrega que Maduro aún no acusa recibo de los llamados de atención de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).
«El gobierno insiste en buscar efectos especiales y retratarse para el diálogo», acota Francisco Coello, y señala que los efectos del retrato oficialista, en el ámbito internacional, dependerán del encuentro entre la Comunidad Europea con Estados Unidos. Sin embargo, recuerda que la administración de Joe Biden dijo que no avala el proceso.
Para Coello, el gobierno de Maduro está tranquilo respecto a su agenda de volver «totalmente anómico al país y, a partir de allí, controlar social y políticamente por la vía de la pobreza, la enfermedad y la injusticia».
Asimismo, el analista expresa que el grupo de Noruega, mediador del diálogo entre el gobierno y la oposición en 2019, se mantienen atento y con el radar presto sobre lo que ocurre en Venezuela. Justamente, a principios de febrero, el gobierno de Noruega envió una delegación al país para explorar la situación político y humanitaria, según informó la ministra de Relaciones Exteriores de Noruega, Ine Eriksen Søreide.
Los intentos
El gobierno de Maduro ha impulsado varios mecanismos para propiciar el diálogo según la dinámica política del país.
En 2014, tras las protestas contra su gobierno, bajo la convocatoria de “La salida”, Maduro buscó un mecanismo de conciliación con la oposición y llamó a un encuentro, por la paz y el diálogo. La primera reunión fue en Miraflores, y, además de dirigentes de la oposición, contó con la presencia de Unasur y el Nuncio Apostólico.
Posteriormente, se acordó ampliar la Comisión de la Verdad de la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista, para investigar los hechos de violencia. No obstante, no se presentó un informe final.
Luego de que la oposición obtuvo la mayoría de la Asamblea Nacional (AN) en 2015, y de que el Parlamento aprobó un juicio político contra Maduro, se instaló la Mesa de Diálogo en octubre de 2016 entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Previamente hubo una fase exploratoria en República Dominicana.
El proceso de 2016 contó con el acompañamiento del emisario del papa Francisco, Claudio Tscherrig, y una mediación internacional encabezada por José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno español, y el secretario general de Unasur, el expresidente colombiano Ernesto Samper.
Sin embargo, luego de varios roces y desacuerdos, así como acusaciones mutuas, gobierno y oposición se retiraron del proceso. En enero de 2017, los mediadores presentaron el Acuerdo de Convivencia Democrática, con 21 planteamientos para reanudar el diálogo, pero la oposición las calificó de inaceptables.
En el proceso, el secretario de Estado de El Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, envió una misiva a las partes para exigir condiciones fundamentales para el avance del proceso. Parolin, que fue Nuncio Apostólico en Venezuela desde 2009 hasta 2013, exigió la aplicación de medidas urgentes para enfrentar la escasez de alimentos y medicinas; la liberación de los presos políticos; el reconocimiento de las atribuciones de la Asamblea Nacional y la aprobación de un calendario electoral que permitiera decidir “sin dilaciones” sobre el futuro del país.
En septiembre de 2017, luego de las protestas contra el gobierno y el saldo de varios fallecidos y heridos, así como de denuncias de represión, se abrió un nuevo escenario de diálogo tras la invitación del presidente de República Dominicana, Danilo Medina y con la veeduría de México, Chile, Bolivia, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, así como de Rodríguez Zapatero. Otra vez no hubo acuerdos y la oposición se negó a firmar una hoja de ruta que difería de lo exigido, mientras que en el camino fueron ilegalizados varios partidos.
Este proceso fue cerrado en febrero de 2018 y en mayo se realizaron las cuestionadas elecciones presidenciales cuya legitimidad fue negada por más de 50 países.
Diálogo bajo Noruega
Luego de la crisis política generada por el desconocimiento de varias naciones del segundo mandato de Maduro y la juramentación de Guaidó como presidente encargado, comenzó a gestarse en 2019 un nuevo diálogo con la mediación de Noruega, cuyas reuniones se realizaron en Barbados y en Oslo.
Uno de los aspectos por los que el proceso se estancó en mayo de 2019, fue porque Maduro no aceptó el planteamiento opositor de que las elecciones debían convocarse luego de su hipotética renuncia. En diciembre de 2020, el gobernante no descartó retomar esa senda, pero Guaidó esgrimió que que la única salida a la crisis era un cambio de gobierno.
Después de la tentativa de Noruega, el gobierno de Maduro conformó la Mesa de Diálogo Nacional, conocida como la «mesita», a la que concurrieron partidos de la oposición minoritaria en septiembre de 2019. En septiembre de 2020, se habló de un relanzamiento de la mesita tras reunión para revisar las garantías electorales para las Parlamentarias del 6D.