«Sí va a pasar…»: El nuevo marketing para mantener el liderazgo, por Ángel Monagas

El drama de Venezuela no radica únicamente en quienes han gobernado durante casi 27 años sin resolver los graves problemas del país. También es producto de una casta política –como bien la llama Javier Milei– que ha sido incapaz de construir una alternativa real de poder.
Ahora se avecinan nuevas elecciones, esta vez para escoger autoridades locales. Pero el objetivo de fondo sigue siendo el mismo: mantener el liderazgo.
Lo que vimos el 28 de julio de 2024 aún deja un sabor amargo. Fue una gran oportunidad… que no se materializó, por razones que muchos conocen y otros prefieren ignorar.
La pregunta sigue en el aire: ¿Qué vamos a hacer?
El marketing de la esperanza
Una nueva campaña de María Corina Machado, la figura mediática y aún referente para una parte del país, comienza. El problema no es desconocido: nadie duda de su arrastre electoral, pero eso no es suficiente. La abstención, presentada durante años como estrategia, no ha solucionado absolutamente nada.
La abstención no genera soluciones, ni es una solución. Es una válvula de escape que permite a ciertos sectores opositores mantener su parcela de poder sin tener que arriesgar. Y mientras tanto, la realidad venezolana empeora.
Quienes votaron el 28 de julio o esperaban un juramento presidencial el 10 de enero (que nunca llegó) cargan hoy una mezcla de frustración y desengaño. Quienes promovieron esa expectativa sabían que no habría tal juramento, y aun así insistieron.
El pueblo no salió a las calles, igual que no lo hizo en 2005, 2018 ni en 2024 tras la inhabilitación de la líder opositora. Hoy hay más de mil presos políticos –incluyendo militares activos– y la indignación se disuelve en la inercia.
Los únicos «liberados», en una operación ficticia, son los que huyeron caminando hacia una libertad incierta, desafiando hambre, sed y enfermedad.
¿Por qué nada pasa?
La respuesta, aunque incómoda, nos la ofrece el marketing político: el elector no encuentra una oferta real, confiable, atractiva. Todos los «productos» en el mercado político venezolano se parecen: el mismo discurso, los mismos gestos, las mismas promesas vacías. Y cuando no hay diferencia, la gente simplemente no compra. O lo que es peor: busca remedios caseros.
- No participar.
- Priorizar la comida o la salud antes que la política.
Ni siquiera emigrar es una opción segura. Y ante la creciente xenofobia en el extranjero, el liderazgo opositor ha guardado silencio.
Votar, no es solución. No votar, tampoco.
En este contexto, muchos optan por resistirse a todo. Y aunque votar no resuelve por sí solo, no votar, es rendirse sin pelear. La gente necesita tener esperanza, creer que hay una posibilidad, aunque mínima, de que algo cambie.
El problema es que un sector de la oposición juega deliberadamente a la abstención, no por principios, sino por estrategia: no quieren gobernar, quieren liderar la oposición. Mientras no haya riesgo de llegar al poder, sus cuotas de influencia permanecen intactas.
Por eso reaparece el eslogan: «Va a pasar».
Una frase ambigua, emocional, que vende esperanza sin compromiso, ilusión sin resultados. Igual que aquel “Ya casi Venezuela”, que muchos recuerdan como una gran estafa emocional.
Entre franquicias políticas y maquillaje mediático
Cuba lleva 67 años esperando. Nicaragua, décadas. A Chile le tomó 17 años salir de una dictadura. Nosotros vamos por 26. ¿La diferencia? El liderazgo.
La oposición venezolana no tiene liderazgo, tiene una franquicia política. Una marca sin contenido real, una maquinaria que simula, actúa y se disfraza. Una puesta en escena con poses, discursos prefabricados y un maquillaje caro que disfraza las arrugas del fracaso.
El objetivo no es la libertad ni la democracia: es mantener el monopolio de la representación del descontento. Y en eso coinciden –aunque lo nieguen– con el chavismo: dividir a los venezolanos en dos bandos cerrados, sin matices, donde el que no está contigo, está contra ti.
El ciudadano común queda atrapado en el medio, saturado de mensajes, influencers, campañas de redes, y monólogos vacíos. Son los «Fidel del exilio», dictadores de micrófono que no aceptan crítica, que compran lealtades con likes y entrevistas pagadas, y que no dudan en llamar “alacranes” a quienes disienten.
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Homeopatía política
Cuando todos los productos son iguales, da lo mismo comprar uno u otro… o simplemente no comprar nada.
«Va a pasar» esta elección… y vendrán otras. Y lo único que se sigue vendiendo es un remedio en la misma área que genera la enfermedad. Es homeopatía política: administrar pequeñas dosis del mismo veneno, esperando una sanación mágica.
Pero la política no es mágica.
Y la esperanza no puede seguir siendo un producto de marketing.
Ángel Monagas es abogado y comunicador.