Sidor, por Teodoro Petkoff
Los trabajadores de Sidor están viviendo días duros. El pasado lunes 11 de este mismo mes tuvieron lugar serios incidentes entre la Guardia Nacional y los trabajadores, que culminaron con una planazón indiscriminada y la vandalización de los carros de los trabajadores, varios de los cuales fueron dañados, así como con tres heridos graves, que fueron hospitalizados, amén de 14 detenidos. Irresponsablemente fue ametrallada la sede del sindicato, lo cual, afortunadamente, no causó más víctimas que las ya señaladas.
Todo esto tiene su origen en la discusión del contrato colectivo y en las acostumbradas marchas que los trabajadores suelen llevar a cabo para respaldar al sindicato en la discusión de la contratación. Previamente a estos hechos, se habían producido las declaraciones de Diosdado Cabello, quien tildó a los trabajadores de «mafiosos» y de «locheros», amenazando al mismo tiempo con enviar a la Fuerzas Armada, promesa esta que fue cabalmente cumplida, tal como ya ha sido señalado. Por su parte, Rafael Ramírez había advertido que preparaban un operativo para «recuperar Sidor como se recuperó Pdvsa» y el diputado Oswaldo Vera llamó a organizar una «brigada» para tal fin. La tal «brigada», por supuesto, no fue otra que la Guardia Nacional.
A la propia situación de la acería, que hoy produce un poco por encima de un millón de toneladas de acero, contra 4,3 millones que producía en 2008, al momento de su reestatización, se une, ahora, la represión contra los trabajadores, quienes a la discusión del contrato colectivo añaden el reclamo de viejas deudas por concepto de vacaciones no pagadas y los intereses sobre las prestaciones. Es de subrayar que entre los reclamos de los sidoristas no sólo están sus muy justas reivindicaciones sino también la preocupación por ese brutal deterioro de su empresa, lo cual ennoblece aún más sus luchas, vilmente atropelladas.
La historia de Sidor es la de una larga serie de conflictos que la han marcado. Empresa emblemática de la siempre frustrada «siembra del petróleo», hoy nuevamente atraviesa una situación conflictiva.
La máscara del gobierno «obrerista» ahora sí se cae definitivamente, a punta de gas del bueno, perdigones y plomo. Es el resultado de la política estalinista ante la clase obrera organizada, seguramente tomada de Cuba, de que el sindicalismo sólo tiene sentido en el capitalismo ya que en el socialismo el Estado es la representación más prístina de los intereses proletarios. En este caso convertida en grotesca caricatura ya que no estamos en socialismo sino en una autocracia militarista y, además, en aquellos países en que había algo parecido a ese modelo sólo sirvió para beneficiar a burócratas y corruptos y postergar el bienestar de las mayorías