Sigue sin crecer la hierba por donde pasó el caballo de Atila, por Beltrán Vallejo
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Yo egresé de la UDO-Cumaná en el año 1993. En mi mente quedan los recuerdos de aquellos días de clases, de utopismo juvenil, de amores, de amistades y de aventuras. No es que estudiaba en un palacio, pero en aquellos tiempos sí había bibliotecas, laboratorios, comedor, salones, pasillos, jardines, oficinas, cubículos, cafetines; ¡era mi universidad!
Quien iba a pensar que años después de esas instalaciones, de esas edificaciones, de esos espacios, sólo iba a quedar el quejido de una sayona, la huida de un chivo, la prisa de una lagartija, el silencio; el silencio, el silencio interrumpido a veces por el sonido del viento golpeando cortinas raídas o moviendo ventanas sin vidrio. ¡Qué desgracia!
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Desde finales del 2018, la UDO-Cumaná entra en una dimensión de arrase sistemático; entra en la edad de las cavernas. Del vandalismo minúsculo se pasó a la quema directa, a la destrucción masiva, al saqueo sin contención; no quedó algo en pie. Miles de computadoras saqueadas, el auditorio y biblioteca incendiados, los laboratorios y oficinas desvalijados sin misericordia, el instituto Oceanográfico apedreado, las canchas deportivas arrancadas como si hubiese pasado un huracán, y todo ese vandalaje desarrollado ante la impotencia, desidia, cobardía, deshonra, vileza, incompetencia y miserableza de autoridades universitarias, del movimiento estudiantil gorila y malandro, de los empleados, de los obreros y de alcaldes, gobernadores, ministros y viceministros que tenían que haber frenado el recreo de los bárbaros de Atila sobre la que alguna vez se llamó La casa más alta.
Esa universidad achatarrada, convertida en las Casas Muertas de aquel Miguel Otero Silva, quizás es el sueño de un Pinochet, de un Hitler, de un Juan Vicente Gómez o de un Pérez Jiménez, entre otras tiranías que odiaban lo universitario; que le asqueaban el conocimiento; que se encrespaban ante el saber, los libros y el microscopio. Ninguno de esos simios se elevó al nivel de destrucción de una universidad como la que vivió la UDO-Cumaná en los últimos cinco años. Quizás Nerón con su quema de Roma sea el personaje más adecuado para la realización del crimen de destrucción que sufrió mi universidad.
Con la ruina de las instalaciones udistas del estado Sucre también se fulminaba al más importante espacio académico y de construcción de conocimiento de la entidad; fue un crimen contra la producción de recurso humano profesional y capacitado; fue un crimen contra el más importante emporio de investigación en química, en física y en biología; fue un crimen contra el saber literario, contra el desarrollo de tesis sociológicas; fue un crimen contra la fábrica de saber pedagógico, contra la fuente de recursos didácticos; fue un crimen contra el canto, contra el teatro, contra la danza, contra la poesía. La destrucción de la UDO es la oscuridad del averno.
Y a quien más se le hiso daño fue a nuestra juventud, sobre todo a la que pertenece a los sectores de clase media y de pobreza, porque con esa UDO en ruinas se les quita una oportunidad y se les esfuma el sueño de estudiar, de crecer, de mejorar su calidad de vida y de aportar al desarrollo económico de sus comunidades, de sus municipios y de sus estados. Al muchacho pobre se le ha quitado una llave que le abría las puertas del futuro.
Así mismo, se le ha quitado a Cumaná una UDO que generaba movimiento económico; que generaba empleo y servicios; que alentaba la dinámica social; que fomentaba el emprendimiento.
Aquí, claro que hay responsables, y claro que deben de pagar por homicidas directos, otros por cómplices, otros por vagos, otros por cobardes e irresponsables. Sí son homicidas porque convirtieron el patrimonio más importante del Estado Sucre y de la Región oriental en un cadáver insepulto.
Sin embargo, el cinismo es como la chinche peorro. Me imagino que pronto habrá elecciones rectorales y decanales, y varios de esos que no hicieron nada por defender a la Universidad de Oriente y de evitar que cayera en las fauces del lumpen ignorante, drogado y enfiestado que destrozaba, robaba y quemaba en los pasillos universitarios, pues se aparecerán aspirando y risueños. Pues, si todavía queda dignidad en la UDO-Cumaná, habrá que patearlos y repudiarlos a todos.
El saqueo de la UDO-Cumaná no puede quedar impune. Tienen que pagar todos los que se hicieron la vista gorda ante tanta destrucción, los que auparon el vandalaje, los que celebraron los incendios, los que se taparon los ojos y los oídos; tienen que pagar los cobardes, los indiferentes y cómodos; tienen que pagar. La UDO-Cumaná merece una venganza poética.
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