Simón Díaz, por Simón Boccanegra
Una de las más bellas iniciativas artísticas de los últimos tiempos es la del homenaje nacional a Simón Díaz, el amable «Tío Simón» de todos los chamos del país. El talentoso Ilan Chester se ha echado sobre los hombros lo esencial del homenaje, básicamente en relación con los arreglos de las conocidas tonadas de Simón. La gente ha respondido magníficamente, lo cual da una medida bien cabal del alcance popular de la música de Simón Díaz. De hecho, su famosísimo » Caballo Viejo» está en los repertorios de cuando cantante o grupo musical se respete en el mundo. Y no sólo » Caballo Viejo». He oído en la extraordinaria voz de Caetano Veloso varias de las tonadas de ordeño de nuestro Simón Díaz. En esta época de valores trastocados, que el país se reconozca en uno de sus más fecundos, populares y cultos (porque Simón no es un improvisado) creadores musicales produce un fresquito en el alma.
Recuerdo mucho cuando Simón comenzó a aparecer en la escena artística venezolana. Era entonces, «el hermano de Joselo», para la época uno de los más famosos de nuestros comediantes. Apareció haciendo música, sacando música, de un serrucho y nada hizo pensar que aquello era apenas un divertimento, tal vez para poder acceder a la televisión, y no el inicio de una brillantísima carrera musical que ha dejado un fantástico legado de composiciones, entre las que sobresalen sus tonadas de ordeño, tan propias de él, quien seguramente ya las componía de muchacho, ordeñando vacas allá en su Barbacoas natal. Víctima de una de esas enfermedades crueles, Simón no puede estar presente en los actos de homenaje, pero todo el público siente que sí está allí. No lo ven pero todos saben que está allí. ¡Caracha, negro!