Sin capa ni superpoderes, por Rafael Uzcátegui
Cuando me preguntan la razón por la cual persisto como defensor de derechos humanos, en un país sin instituciones para exigirlos, pienso en personas como José Gregorio y Elvira Pernalete. Esta pareja, que quizás no conociera en otra profesión, son todo lo bueno que somos y quiero para Venezuela.
El matrimonio se hizo conocido a nivel nacional tras el asesinato de su hijo, el estudiante universitario Juan Pablo Pernalete, el 26 de abril de 2017, la víctima número 28 de la represión madurista a la rebelión popular de ese año. Sobreponiéndose al dolor, el miedo y a la infame campaña de la dictadura y sus voceros para imponer la versión que el asesinato ocurrió por una pistola de perno accionada por los propios manifestantes, los Pernalete fueron la Venezuela de principios exigiendo justicia para Juan Pablo.
Petición que encontró eco en la entonces Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, cuando reveló al país que la verdadera causa del fallecimiento había sido el impacto de una bomba lacrimógena en el pecho.
Su batalla solitaria contra un sistema de administración de justicia torcido para garantizar impunidad nos revela la Venezuela perseverante, cuya constancia le ha permitido encontrarse con otros familiares de víctimas de ese año fatídico bajo un mismo dolor. Al convertirse en el motor de un Comité: Alianza de Familiares Víctimas de 2017 (Alfavic 2017), una comunidad de luz en medio de nuestra oscuridad, dan vida a la Venezuela asociativa y solidaria que se pone en marcha para que ninguna otra madre o padre del país derrame lágrimas por el abuso de poder.
Al adoptar a una pequeña de nombre María Gabriela, Elvira y José Gregorio encarnaron la Venezuela generosa e incluyente, la que transforma el destino de una persona vulnerable con afecto, haciéndola parte de una familia. Los Pernalete eran un hogar modelo hasta el fatídico 2017. A comienzos de este 2020, a los 19 años Gaby fallece víctima de un cáncer.
Que los padres tengan que enterrar a sus hijos es antinatura, y pocos soportan un golpe de esta envergadura, en tan poco tiempo, por partida doble. Con la cara húmeda por el llanto, en medio de los actos fúnebres de María Gabriela, los Pernalete nos decían “De esta nos volvemos a levantar, ¡se los prometemos!”. Fue conmovedor sentir el abrazo de la Venezuela que no se rinde.
Soy defensor de derechos humanos por un motivo egoísta: Tener el honor de conocer y caminar al lado de héroes anónimos, sin capa ni superpoderes, como Elvira y José Gregorio, que personifican todos los valores que quiero para mí y para los míos. Puedo aportar un par de cosas, que he leído en los libros o asimilado en los talleres sobre derechos humanos, pero son ellos de quienes aprendo cada día sobre el lado luminoso de hombres y mujeres.
La Venezuela del mañana, estamos seguros, será reconstruida por personas como ellos. Y será mejor de lo que hemos tenido hasta ahora.
(*) Sociólogo y Coordinador General de Provea